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MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS FIELES DE BRASIL
CON OCASIÓN DE LA CAMPAÑA DE FRATERNIDAD

 

Queridos hermanos y hermanas:

Ante nosotros se abre el camino de la Cuaresma, impregnado de oración, penitencia y caridad, que nos prepara para vivir y participar más profundamente en la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. En Brasil esta preparación ha encontrado un valioso apoyo y un estímulo en la Campaña de Fraternidad, que este año llega a su quincuagésima edición y ya se reviste de los tonos espirituales de la XXVII Jornada mundial de la juventud, que se celebrará en Río de Janeiro el próximo julio: de ahí su lema «Fraternidad y juventud», propuesto por la Conferencia episcopal nacional, con la esperanza de ver multiplicada en los jóvenes de hoy la misma respuesta que dio a Dios el profeta Isaías: «Aquí estoy, mándame» (6, 8).

De buen grado me asocio a esta iniciativa cuaresmal de la Iglesia en Brasil, enviando a todos y cada uno mi cordial saludo en el Señor, al que confío los esfuerzos de cuantos se comprometen en ayudar a los jóvenes a convertirse —como les pedí en São Paulo— en «protagonistas de una sociedad más justa y fraterna» inspirada en el Evangelio (Discurso a los jóvenes brasileños, 10 de mayo de 2007: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de mayo de 2007, p. 7). De hecho, los «signos de los tiempos», en la sociedad y en la Iglesia, también surgen a través de los jóvenes; subestimar estos signos o no saber discernirlos significa perder ocasiones de renovación. Si son el presente, serán también el futuro. Queremos que los jóvenes sean protagonistas integrados en la comunidad que les acoge, demostrando la confianza que la Iglesia deposita en cada uno de ellos. Esto requiere guías —sacerdotes, consagrados o laicos— que permanezcan jóvenes por dentro, aunque ya no lo sean por la edad, capaces de abrir caminos sin imponer orientaciones, de empatía solidaria, de dar testimonio de la salvación, que la fe y el seguimiento de Jesucristo alimentan cada día.

Invito por tanto a los jóvenes brasileños a buscar cada vez más en el Evangelio de Jesús el sentido de la vida, la certeza de que a través de la amistad con Cristo experimentamos lo que es bello y nos redime: «Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado» (Is 6, 7). De este encuentro que transforma, y que deseo a cada joven brasileño, nace la plena disponibilidad de quien se deja invadir por un Dios que salva: «“Aquí estoy, mándame a mis coetáneos”, para ayudarles a descubrir la fuerza y la belleza de la fe en medio de los desiertos (espirituales) del mundo contemporáneo, en los que (se debe) llevar solamente lo que es esencial: (…) el Evangelio y la fe de la Iglesia, de los que los documentos del Concilio ecuménico Vaticano II son una luminosa expresión, como lo es también el Catecismo de la Iglesia católica» (cf. Homilía en la santa misa para la apertura del Año de la fe, 11 de octubre de 2012).

Que el Señor conceda a todos la alegría de creer en Él, de crecer en su amistad, de seguirle por el camino de la vida y de testimoniarle en cada situación, para transmitir a la generación siguiente la inmensa riqueza y la belleza de la fe en Jesucristo. Deseando una Cuaresma fecunda en la vida de cada brasileño, especialmente de las nuevas generaciones, bajo la protección materna de Nossa Senhora Aparecida, imparto a todos una especial bendición apostólica.

Vaticano, 8 de febrero de 2013

BENEDICTO PP. XVI



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