DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS DEPENDIENTES DE LAS VILLAS PONTIFICIAS
Viernes 23 de septiembre de 2005
Queridos hermanos y hermanas:
Mi estancia estival en Castelgandolfo está a punto de concluir, y me alegra acogeros en este encuentro, que me ofrece la posibilidad de manifestaros mi cordial gratitud por el trabajo que realizáis diligentemente. Saludo al director general de las Villas pontificias, doctor Saverio Petrillo, y le agradezco las amables palabras que me ha dirigido. Saludo, asimismo, a los demás funcionarios y a todo el personal. Antes de volver al Vaticano deseo daros las gracias porque, también con la contribución de cada uno de vosotros, he podido pasar un sereno y relajante período de descanso.
Me llevo óptimos recuerdos y, ciertamente, este será también para mí un "segundo Vaticano".
Quisiera dirigir, asimismo, un saludo a vuestros familiares, que amablemente han querido acompañaros, junto con los niños, formando así una gran familia.
A Dios, manantial de todo bien, le pido que os bendiga a vosotros y a vuestras familias. Que Dios mismo sea vuestro apoyo en todo momento; recurrid siempre a su ayuda y no os canséis de darle, cada día de vuestra existencia, un testimonio coherente de fidelidad.
Os aseguro mi recuerdo en la oración, invocando sobre vosotros y sobre vuestros seres queridos la protección de san Pío de Pietrelcina, cuya memoria celebramos hoy.
Ojalá que su amor a la Eucaristía y al Crucificado, y su espíritu de docilidad a la Iglesia, que animaron toda su vida, os estimulen a vivir cada vez más unidos a Cristo.
Y ahora, deseándoos todo tipo de bienes, os imparto de corazón a todos vosotros, aquí presentes, y a vuestros seres queridos una especial bendición apostólica.
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