DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A UN CONGRESO ORGANIZADO POR LA FUNDACIÓN
"CENTESIMUS ANNUS, PRO PONTIFICE"
Viernes 19 de mayo de 2006
Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado y en el presbiterado;
queridos hermanos y hermanas:
Me alegra poder reunirme con vosotros por primera vez y os saludo cordialmente a todos. Saludo en particular al señor cardenal Attilio Nicora, presidente de la Administración del patrimonio de la Sede apostólica, así como al presidente de la Fundación, conde Lorenzo Rossi di Montelera, a quien le doy las gracias por las palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Saludo a los obispos presentes y a los sacerdotes, vuestros asistentes espirituales. A cada uno de vosotros os expreso aprecio y gratitud por el servicio que prestáis al Sucesor de Pedro y por la generosidad con la que sostenéis su actividad apostólica.
El nombre mismo de vuestra fundación indica con claridad las apreciables finalidades que perseguís. "Centesimus Annus" hace referencia a la última gran encíclica social de Juan Pablo II, con la que el inolvidable Pontífice, resumiendo cien años de magisterio en este campo, proyectó hacia el futuro a la Iglesia, impulsando su confrontación con las "res novae" del tercer milenio. "Centesimus Annus" expresa también vuestro compromiso de colaborar para que en las diferentes áreas culturales del mundo contemporáneo la doctrina social desempeñe de manera clara su tarea en favor de la difusión del Evangelio.
El hecho de definirse "Pro Pontifice" subraya, a su vez, vuestra intención de cultivar una cercanía especial al ministerio pastoral del Obispo de Roma, comprometiéndoos a contribuir, según vuestras fuerzas, a sostener los instrumentos concretos que él necesita para animar y alentar la presencia de la Iglesia en todo el mundo. Habéis comenzado vuestra actividad en un ámbito sobre todo italiano; ahora veo con alegría que la estáis desarrollando progresivamente en otras áreas de Europa y de América. La naturaleza de la Fundación vaticana os capacita y os orienta hacia estos grandes horizontes.
Vuestro congreso sobre "Democracia, instituciones y justicia social" afronta problemas de gran actualidad. A veces se lamenta la lentitud con que se abre camino una auténtica democracia y, sin embargo, sigue siendo el instrumento histórico más valioso, si se utiliza bien, para disponer responsablemente del propio futuro de un modo digno del hombre. Con razón, habéis señalado dos puntos críticos en el camino hacia un ordenamiento más maduro de la convivencia humana. Se requieren, en primer lugar, instituciones apropiadas, creíbles y autorizadas, que no estén orientadas a la mera gestión del poder público, sino que sean capaces de promover niveles articulados de participación popular, respetando las tradiciones de cada nación y con la constante preocupación de conservar su identidad.
Del mismo modo, urge un esfuerzo tenaz, duradero y compartido para promover la justicia social. La democracia sólo alcanzará su plena realización cuando cada persona y cada pueblo pueda acceder a los bienes primarios: vida, comida, agua, salud, educación, trabajo, certeza de los derechos, a través de un ordenamiento de las relaciones internas e internacionales que asegure a cada uno la posibilidad de participar de ellos. Y sólo podrá haber auténtica justicia social en una perspectiva de solidaridad genuina, que comprometa a vivir y a trabajar siempre los unos por los otros, y nunca los unos contra o en perjuicio de los otros. El gran desafío de los cristianos laicos en el actual contexto mundial consiste en hacer que todo esto se convierta en una realidad concreta.
Queridos amigos, a través de la fundación "Centesimus Annus" contribuís, juntamente con otras beneméritas asociaciones, a hacer que crezca el conocimiento de la doctrina social con la que la Iglesia, como escribí en la encíclica Deus caritas est, pretende «contribuir a la purificación de la razón y a reavivar las fuerzas morales, sin lo cual no se instauran estructuras justas ni estas pueden ser operativas a largo plazo» (n. 29). Que cada uno de vosotros, en cuanto fiel laico, haga suyo «el deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad», porque «la caridad debe animar toda la existencia de los fieles laicos y, por tanto, también su actividad política, vivida como "caridad social"» (ib.).
Así pues, ojalá que este encuentro os confirme en este generoso compromiso. Al regresar a vuestras responsabilidades diarias, sentíos cada vez más unidos en el vínculo de la comunión católica y vivid con pasión los compromisos que habéis asumido. Os doy las gracias también por el donativo que vuestro presidente me ha entregado para sostener las obras de mi ministerio pastoral. Y, a la vez que invoco sobre vosotros y sobre vuestras familias la maternal protección de María, os bendigo a todos de corazón.
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