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VISITA PASTORAL A VIGÉVANO Y PAVÍA

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS JÓVENES Y A LOS ENFERMOS


 Plaza de San Ambrosio, Vigévano
Sábado 21 de abril de 2007

 

Queridos hermanos y hermanas: 

Me alegra encontrarme entre vosotros, y os agradezco vuestra cordial y jubilosa acogida. Al bajar del helicóptero, casi escuché el eco de las campanas de todas las iglesias de la diócesis, que a mediodía repicaron dándome la bienvenida. Os agradezco también este gesto de afecto.

Mi primer encuentro ha sido con los muchachos de las escuelas y de las sociedades deportivas, que acudieron al estadio municipal para acogerme. Además, a lo largo del trayecto he visto a mucha gente. Gracias a todos y a cada uno. He querido iniciar esta peregrinación pastoral a Italia aquí en Vigévano, la única diócesis de Lombardía que no visitó mi predecesor Juan Pablo II. De este modo, es como si reanudara el camino que recorrió él, para seguir llevando a los hombres y mujeres de la amada Italia el anuncio, antiguo y siempre nuevo, que resuena con especial vigor en este tiempo pascual:  "¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo está vivo! ¡Cristo está con nosotros hoy y siempre!".

Saludo al alcalde de esta ciudad, al que agradezco las corteses palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de toda la comunidad civil. También doy las gracias de corazón a quienes han colaborado de varias maneras en la preparación y la realización de esta visita, a la que os habéis preparado especialmente con la oración.

Saludo en particular a las religiosas Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento, con quienes me acabo de encontrar. Su presencia orante constituye para toda la diócesis una invitación a considerar cada vez más la importancia de la Eucaristía, centro y cumbre de la vida de la Iglesia. A estas queridas hermanas, que han consagrado toda su vida al Señor, expreso mi aliento y mi gratitud.

Saludo, asimismo, a los enfermos y, al dirigirme a los presentes, quiero saludar en particular a los que en los pueblos y en las ciudades de la diócesis sufren, atraviesan dificultades o están marginados. Que la protección maternal de la Virgen santísima sea para cada uno apoyo y consuelo en la prueba.

Un saludo especial os dirijo ahora a vosotros, queridos jóvenes reunidos en esta plaza, mientras abrazo espiritualmente a todos los jóvenes de Vigévano y de Lomellina. Queridos amigos, Cristo resucitado os renueva a cada uno su invitación a seguirlo. No dudéis en fiaros de él:  encontraos con él, escuchadlo, amadlo con todo vuestro corazón; en la amistad con él experimentaréis la verdadera alegría, que da sentido y valor a la existencia.

Queridos hermanos y hermanas, de buen grado hubiera aceptado la invitación a prolongar mi estancia en vuestra diócesis, pero no me es posible; por eso, quiero estrechar en un gran abrazo a todos los habitantes de esta ciudad y de los vicariatos de Mortara, Garlasco, Mede y Cava Manara.

Dentro de poco, reunidos todos espiritualmente en torno al altar para la solemne concelebración eucarística, invocaremos al Señor resucitado pidiéndole que la visita del Sucesor de Pedro suscite en todos los miembros de vuestra comunidad diocesana un renovado fervor espiritual.

Con este deseo, imparto a todos de corazón una bendición apostólica especial.



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