ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A UNA DELEGACIÓN BÚLGARA CON OCASIÓN DE LA FIESTA
DE SAN CIRILIO Y SAN METODIO*
Jueves 24 de mayo de 2007
Señor presidente del Parlamento;
ilustres miembros del Gobierno;
venerados hermanos representantes de la Iglesia ortodoxa y de la Iglesia católica:
Me complace daros a cada uno mi cordial bienvenida en la memoria litúrgica de san Cirilo y san Metodio. Esta ocasión es muy propicia para manifestar mi estima y mi cercanía al pueblo búlgaro, que también hoy ha querido dar testimonio de sus raíces cristianas mediante el envío de esta delegación. En este gesto veo también el deseo de reafirmar las propias tradiciones europeas, profundamente impregnadas de valores evangélicos.
Ciertamente, dado su origen, la historia de Bulgaria precede a la revelación cristiana. Pero es indudable que la nación ha encontrado en el Evangelio un manantial de valores capaz de reforzar la cultura, la identidad y el genio típico del pueblo. De este modo, la enseñanza de los Hermanos de Tesalónica ha contribuido a modelar la fisonomía espiritual del pueblo búlgaro, permitiendo su inserción con pleno derecho en la tradición cultural del continente europeo.
Después de la triste y dura dominación comunista, Bulgaria tiende hoy a la plena integración con las demás naciones europeas. Teniendo como referencia precisamente las enseñanzas de Cirilo y Metodio, esta noble nación podrá reforzar los objetivos logrados hasta ahora, acudiendo a esa fuente de preciosos valores humanos y espirituales que ha alimentado su vida y su desarrollo.
Deseo ardientemente que los fundamentos culturales y espirituales presentes en la sociedad búlgara no sólo se sigan cultivando en el territorio de la República, sino que, con su valiosa contribución, se defiendan y se propongan también en los organismos internacionales en los que ahora es protagonista autorizada. En particular, deseo que Bulgaria y su pueblo conserven y promuevan las virtudes cristianas que derivan de las enseñanzas de san Cirilo y san Metodio, hoy más actuales y necesarias que nunca. En esta circunstancia, quiero recordar que tengo siempre presentes los pensamientos y las preocupaciones del pueblo búlgaro, y que por eso le aseguro mi oración y mi cercanía espiritual.
Con estos sentimientos, renuevo la expresión de mi estima y, asegurando que la Santa Sede seguirá el camino de esta nación con amistosa atención, le renuevo a usted, señor presidente, y a los honorables componentes de la delegación, mi bendición y mi saludo, que hago extensivos también a todos los ciudadanos de la querida República búlgara.
*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.22, p.4 (308).
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