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VIAJE APOSTÓLICO
DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA REPÚBLICA CHECA
(26-28 DE SEPTIEMBRE DE 2009)

CEREMONIA DE BIENVENIDA

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Aeropuerto internacional Stará Ruzyně - Praga
Sábado 26 de septiembre de 2009

 

Señor presidente;
señores cardenales;
queridos hermanos en el episcopado;
excelencias;
señoras y señores:

Es para mí una gran alegría estar hoy aquí, con vosotros, en la República Checa y estoy profundamente agradecido a todos por la cordialidad de vuestra bienvenida. Doy las gracias al presidente, Václav Klaus, por la invitación que me hizo para visitar el país y por sus cordiales palabras. Me honra la presencia de las autoridades civiles y políticas, a quienes extiendo mi saludo, junto a todo el pueblo checo. Al estar aquí, en primer lugar, para visitar a las comunidades católicas de Bohemia y Moravia, expreso un saludo cordial y fraterno al cardenal Vlk, arzobispo de Praga; a monseñor Graubner, arzobispo de Olomouc y presidente de la Conferencia episcopal checa, y a todos los obispos y fieles presentes. Me ha impresionado particularmente el gesto de la joven pareja que me ha traído dones típicos de la cultura de esta nación, junto a la ofrenda de un poco de vuestra tierra. Ello me recuerda cuán profundamente está impregnada del cristianismo la cultura checa, pues estos elementos del pan y de la sal tienen un significado especial entre las imágenes del Nuevo Testamento.

Si toda la cultura europea ha sido plasmada profundamente por la herencia cristiana, esto es verdad especialmente en las tierras checas, porque, gracias a la acción misionera de san Cirilo y san Metodio en el siglo IX, la antigua lengua eslava se puso por primera vez por escrito. Apóstoles de los pueblos eslavos y fundadores de su cultura, con razón se los venera como patronos de Europa. Y además es digno de mención el hecho de que estos dos grandes santos de la tradición bizantina encontraron aquí misioneros procedentes del Occidente latino.

En su historia, este territorio situado en el corazón del continente europeo, en la encrucijada de norte y sur, este y oeste, ha sido un punto de encuentro de pueblos, tradiciones y culturas diversos. No se puede negar que ello ha causado a veces fricciones; sin embargo, a largo plazo se ha revelado un encuentro fructífero. De aquí el significativo papel que las tierras checas han desempeñado en la historia intelectual, cultural y religiosa de Europa, a veces como un campo de batalla, con mayor frecuencia como un puente.

En los próximos meses se recordará el vigésimo aniversario de la "Revolución de terciopelo", que felizmente puso fin, de manera pacífica, a una época particularmente dura para este país, una época en la que la circulación de ideas y de movimientos culturales estaba severamente controlada. Me uno a vosotros y a vuestros vecinos en la acción de gracias por vuestra liberación de aquellos regímenes opresivos. Si la caída del muro de Berlín marcó una divisoria en la historia mundial, esto es aún más cierto para los países de Europa central y oriental, a los que permitió asumir el lugar que les corresponde en el concierto de las naciones, en calidad de actores soberanos.

Sin embargo, no se debe subestimar el coste de cuarenta años de represión política. Una tragedia particular para esta tierra fue el intento despiadado por parte del Gobierno de aquel tiempo de silenciar la voz de la Iglesia. En el curso de vuestra historia, desde el tiempo de san Wenceslao, santa Ludmila y san Adalberto, hasta el de san Juan Nepomuceno, ha habido mártires valientes cuya fidelidad a Cristo se hizo oír con voz más clara y elocuente que la de sus asesinos. Este año se recuerda el cuadragésimo aniversario de la muerte del siervo de Dios cardenal Josef Beran, arzobispo de Praga. Deseo rendirle homenaje a él y a su sucesor, el cardenal Frantisek Tomásek, a quien tuve el privilegio de conocer personalmente, por su indómito testimonio cristiano ante la persecución. Ellos, y otros innumerables y valientes sacerdotes, religiosos y laicos, hombres y mujeres, mantuvieron viva la llama de la fe en este país. Ahora que se ha recuperado la libertad religiosa hago un llamamiento a todos los ciudadanos de esta República, a fin de que redescubran las tradiciones cristianas que han plasmado su cultura y exhorto a la comunidad cristiana a seguir haciendo oír su voz mientras la nación afronta los desafíos del nuevo milenio. "Sin Dios el hombre no sabe adónde ir ni tampoco logra entender quién es" (Caritas in veritate, 78). La verdad del Evangelio es indispensable para una sociedad próspera, porque nos abre a la esperanza y nos permite descubrir nuestra inalienable dignidad de hijos de Dios.

Señor presidente, conozco su deseo de que se reconozca a la religión un papel mayor en los asuntos del país. La bandera presidencial que ondea en el castillo de Praga tiene como lema "La Verdad vence" ("Pravda Vítezí"): tengo la firme esperanza de que la luz de la verdad seguirá guiando a esta nación, tan bendecida a lo largo de su historia con el testimonio de grandes santos y mártires. En esta edad de la ciencia es significativo recordar el ejemplo de Juan Gregorio Mendel, el abad agustino de Moravia cuyas pioneras investigaciones pusieron los cimientos de la genética moderna. Ciertamente a él no se le habría dirigido el reproche de su patrono, san Agustín, quien lamentaba que muchos "se inclinan más a admirar los hechos que a buscar sus causas" (Epistula 120, 5; cf. Juan Pablo II, Discurso en la conmemoración del abad Gregorio Mendel en el primer centenario de su muerte, 10 de marzo de 1984, n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 19 de agosto de 1984, p. 6). Se sirve mejor al progreso auténtico de la humanidad precisamente desde esa convergencia entre sabiduría de la fe e intuición de la razón. Que el pueblo checo disfrute siempre de los beneficios de esta feliz síntesis.

Sólo me queda renovaros mi agradecimiento a todos y deciros cuánto he esperado pasar estos días en la República Checa, a la que vosotros llamáis con sano orgullo "Tierra checa, casa mía" ("zeme Ceská, domov muj"). ¡Gracias, de corazón!



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