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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS OBISPOS DE UGANDA EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"


Viernes 5 de marzo de 2010

 

Eminencia;
queridos hermanos en el episcopado:

Me alegra saludaros, obispos de Uganda, en vuestra visita ad limina a la tumba de los Apóstoles san Pedro y san Pablo. Agradezco al obispo Ssekamanya los amables sentimientos de comunión con el Sucesor de Pedro que me ha expresado en vuestro nombre. Correspondo de corazón y os aseguro mis oraciones y mi afecto por vosotros y por el pueblo de Dios que os ha sido encomendado. En particular, pienso en aquellos que se han visto afectados por los recientes desprendimientos de tierra en la región de Bududa, en vuestro país. Pido a Dios todopoderoso, Padre de todas las misericordias, que conceda el eterno descanso a las almas de los fallecidos, y fuerza y esperanza a todos los que están sufriendo las consecuencias de este trágico suceso.

La II Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos que celebramos recientemente fue memorable en su exhortación a renovar los esfuerzos en el servicio de una evangelización más profunda de vuestro continente (cf. Mensaje al pueblo de Dios, 15). La fuerza de la Palabra de Dios, y el conocimiento y el amor de Jesús no pueden menos de transformar la vida de las personas, mejorando su manera de pensar y actuar. A la luz del mensaje evangélico, sois conscientes de la necesidad de alentar a los católicos de Uganda para que aprecien plenamente el sacramento del matrimonio en su unidad e indisolubilidad, y el derecho sagrado a la vida. Os exhorto a ayudar, tanto a los sacerdotes como a los fieles laicos, a resistir a la seducción de la cultura materialista del individualismo, que ha arraigado en tantos países. Seguid exhortando a una paz duradera basada en la justicia y en la generosidad para con las personas necesitadas, y a un espíritu de diálogo y reconciliación. A la vez que promovéis un ecumenismo verdadero, estad especialmente cercanos a quienes son más vulnerables ante el avance de las sectas. Impulsadlos a rechazar los sentimientos superficiales y una predicación que desvirtuaría la cruz de Cristo (cf. 1 Co 1, 17). De este modo, como pastores responsables, seguiréis manteniéndolos a ellos y a sus hijos fieles a la Iglesia de Cristo. En este sentido, me alegra saber que vuestro pueblo encuentra consuelo espiritual en las formas populares de evangelización como las peregrinaciones organizadas al santuario de los mártires de Uganda en Namugongo, donde la activa presencia pastoral de obispos y de numerosos sacerdotes guía la piedad de los peregrinos hacia una renovación de personas y comunidades. Seguid sosteniendo a todos aquellos que con corazón generoso ayudan a los desplazados y a los huérfanos procedentes de las zonas devastadas por la guerra. Alentad a quienes cuidan de los que sufren a causa de la pobreza, del sida u otras enfermedades, enseñándoles a ver en aquellos a los que sirven el rostro sufriente de Jesús (cf. Mt 25, 40).

Una nueva evangelización conlleva a su vez una cultura católica más profunda, arraigada en la familia. Por vuestras relaciones quinquenales tengo conocimiento de que los programas de educación en las parroquias, las escuelas y las asociaciones, y vuestras intervenciones sobre temas de interés común, realmente están difundiendo una cultura católica más fuerte. Un laicado bien preparado, que sea activo en los medios de comunicación, en la política y en la cultura, puede ser un gran bien. Deberían realizarse cursos adecuados de formación para los fieles laicos, especialmente sobre la doctrina social de la Iglesia, aprovechando los recursos de la Universidad de los mártires de Uganda u otras instituciones. Alentadlos a ser activos y francos en el servicio de lo que es justo y noble. De este modo, toda la sociedad se beneficiará de contar con cristianos cualificados y solícitos que ocupen cargos de liderazgo en el servicio del bien común. Los movimientos eclesiales también merecen vuestro apoyo, por su contribución positiva a la vida de la Iglesia en numerosos sectores.

Los obispos, como primeros agentes de evangelización, están llamados a dar un testimonio claro de la solidaridad concreta que brota de nuestra comunión en Cristo. Con espíritu de caridad cristiana, las diócesis que disponen de más recursos, tanto materiales como espirituales, deben ayudar a las que tienen menos. Al mismo tiempo, todas las comunidades deben esforzarse por ser autosuficientes. Es importante que vuestro pueblo desarrolle un sentido de responsabilidad para consigo mismo, sus comunidades y su Iglesia, y se impregne profundamente de un espíritu católico de sensibilidad ante las necesidades de la Iglesia universal.

Vuestros sacerdotes, como ministros de evangelización comprometidos, ya se benefician enormemente de vuestra paternidad y de vuestra guía fraternas. En este Año sacerdotal ofrecedles vuestra ayuda, vuestro ejemplo y vuestra enseñanza clara. Exhortadlos a la oración y a la vigilancia, especialmente en lo que concierne a ambiciones egoístas, materiales o políticas, o a un apego excesivo a la familia o al grupo étnico. Seguid promoviendo las vocaciones, garantizando el debido discernimiento de los candidatos y su apropiada motivación y formación, especialmente su formación espiritual. Los sacerdotes deben ser hombres de Dios, capaces de guiar a los demás por los caminos del Señor, mediante su ejemplo y consejos sabios.

Los religiosos y las religiosas en Uganda están llamados a ser ejemplo y fuente de aliento para toda la Iglesia. Con vuestros consejos y vuestras oraciones ayudadles en su esfuerzo por alcanzar la meta de la caridad perfecta y a dar testimonio del reino de Dios. Los sacerdotes y religiosos requieren un apoyo constante en su vida de celibato y virginidad consagrada. Con vuestro ejemplo, enseñadles la belleza de esta forma de vida, de la paternidad y la maternidad espiritual con la que pueden enriquecer y profundizar el amor de los fieles hacia el Creador y Dador de todo bien. Asimismo, vuestros catequistas son un gran recurso. Seguid velando por sus necesidades y su formación, y para alentarles, presentadles el ejemplo de mártires como el beato Daudi Okello y el beato Jildo Irwa.

Queridos hermanos en el episcopado, con el apóstol san Pablo, os exhorto: "Pórtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizador, desempeña a la perfección tu ministerio" (2 Tm 4, 5). Los beatos mártires ugandeses son para vosotros y para vuestro pueblo modelos de gran valentía y paciencia en el sufrimiento. Contad con sus oraciones y esforzaros siempre por ser dignos de su herencia. Encomendándoos a vosotros y a quienes han sido encomendados a vuestra solicitud pastoral a la protección amorosa de María, Madre de la Iglesia, os imparto de corazón mi bendición apostólica a todos.



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