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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS OBISPOS DE LA INDIA EN VISITA «AD LIMINA APOSTOLORUM»


Castelgandolfo
Lunes 19 de septiembre de 2011

 

Queridos hermanos obispos:

Os doy una afectuosa y fraterna bienvenida con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum, una gozosa oportunidad para reforzar los vínculos de comunión entre la Iglesia en la India y la Sede de Pedro. Deseo dar las gracias a monseñor Vincent Concessao por las amables palabras pronunciadas en vuestro nombre y en el de cuantos están encomendados a vuestra solicitud pastoral. Dirijo mis cordiales saludos a los sacerdotes, a los religiosos y las religiosas, y a los laicos de vuestras distintas diócesis. Os ruego que les aseguréis mis oraciones y mi solicitud espiritual.

Los recursos concretos más significativos de las Iglesias que pastoreáis no son los edificios, las escuelas, los orfanatos, los conventos o parroquias, sino los hombres, las mujeres y los niños de la Iglesia en la India que hacen vida la fe, que dan testimonio de la presencia amorosa de Dios a través de vidas de santidad. Como parte de un patrimonio rico y antiguo, la India se enorgullece de una presencia cristiana antigua y distinguida, que ha contribuido a la sociedad india y ha beneficiado vuestra cultura de innumerables modos, enriqueciendo la vida de muchísimos ciudadanos, no sólo católicos. La enorme bendición de la fe en Dios y en su Hijo, Jesucristo, de quien los miembros de la Iglesia dan testimonio en vuestro país, les motiva a obrar de forma altruista, amable, amorosa y caritativa (cf. 2 Co 5, 14). Más importante todavía es que la Iglesia en la India proclama su fe y su amor a la sociedad en general, concretándolos a través del interés por todas las personas, en todo aspecto de su vida espiritual y material. Ya sean ricos o pobres, ancianos o jóvenes, hombres o mujeres, de antigua tradición cristiana o acogidos recientemente en la fe, la Iglesia no puede dejar de ver en la fe de sus miembros, individual y colectivamente, un gran signo de esperanza para la India y para su futuro.

En particular, la Iglesia católica es amiga de los pobres. Como Cristo, ella acoge sin excepciones a cuantos se le acercan para escuchar el mensaje divino de paz, esperanza y salvación. Además, en obediencia al Señor, sigue haciéndolo sin considerar «tribu, lengua, pueblo y nación» (cf. Ap 5, 9), pues en Cristo somos «un solo cuerpo» (cf. Rm 12, 5). Por lo tanto es indispensable que el clero, los religiosos y los catequistas de vuestras diócesis estén atentos a las diversas circunstancias lingüísticas, culturales y económicas de aquellos a quienes sirven.

Además, si las Iglesias locales garantizan el ofrecimiento de una formación apropiada a quienes, motivados auténticamente por el amor a Dios y al prójimo, desean convertirse en cristianos, esas Iglesias locales permanecerán fieles al mandato de Cristo de enseñar «a todas las naciones» (cf. Mt 28, 19). Si bien vosotros, queridos hermanos, debéis tomar en consideración los desafíos implícitos en la naturaleza misionera de la Iglesia, tenéis que estar siempre dispuestos a difundir el Reino de Dios y a seguir las huellas de Cristo, él mismo incomprendido, despreciado, falsamente acusado, y que sufrió por amor a la verdad.

No os desaniméis cuando surjan problemas en vuestro ministerio y en el de vuestros sacerdotes y religiosos. Nuestra fe en la certeza de la resurrección de Cristo nos da la confianza y la valentía para afrontar todo lo que pueda suceder y para seguir adelante, edificando el Reino de Dios, ayudados, como siempre, por la gracia de los sacramentos y por la meditación orante de las Escrituras. Dios acoge a todos, sin distinción, en la unión con él, a través de la Iglesia. Igual que yo rezo para que la Iglesia en la India siga acogiendo a todos, especialmente a los pobres, y siga siendo un puente ejemplar entre los hombres y Dios.

Finalmente, mis queridos hermanos obispos, observo con gratitud los diversos esfuerzos que han realizado las Iglesias locales en la India para conmemorar el vigésimo quinto aniversario de la primera visita apostólica del Papa Juan Pablo II a vuestro país. En aquellas memorables jornadas, celebró varios encuentros con líderes de otras tradiciones religiosas. Manifestando su respeto personal hacia sus interlocutores, este beato Papa dio un testimonio auténtico del valor del diálogo interreligioso. Renuevo los sentimientos que tan bien expresó: «Trabajar por la consecución y la preservación de todos los derechos humanos, incluido el derecho fundamental de adorar a Dios según los dictámenes de una recta conciencia y de profesar exteriormente esta fe, debe convertirse más todavía en tema de colaboración interreligiosa a todos los niveles» (Juan Pablo II, Encuentro con los representantes de las diversas tradiciones religiosas y culturales, 2 de febrero de 1986). Os animo, queridos hermanos, a llevar adelante los esfuerzos de la Iglesia para promover el bienestar de la sociedad india mediante la atención constante a la promoción de los derechos fundamentales, derechos compartidos por toda la humanidad, e invitando a los cristianos y a los miembros de otras religiones a aceptar el desafío de afirmar la dignidad de cada persona humana. Esta dignidad —expresada en el respeto de los derechos materiales, espirituales, morales innatos a la persona y a su promoción— no es sólo una concesión de cualquier autoridad terrena. Es el don del Creador y deriva del hecho de que hemos sido creados a su imagen y semejanza. Ruego para que los discípulos de Cristo en la India continúen siendo promotores de justicia, mensajeros de paz, personas de diálogo respetuoso y amantes de la verdad sobre Dios y sobre el hombre.

Con estas reflexiones, queridos hermanos obispos, os renuevo mis sentimientos de afecto y estima. Os encomiendo a todos a la intercesión del beato Papa Juan Pablo II, que ciertamente lleva su afecto por la India ante el trono de nuestro Padre celestial. Asegurándoos mis oraciones por vosotros y por quienes están confiados a vuestra solicitud pastoral, me complace impartir mi bendición apostólica como prenda de gracia y de paz en el Señor.



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