DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA FUNDACIÓN JUAN PABLO II PARA EL SAHEL
Sala de los Papas
Viernes 10 de febrero
Queridos amigos:
Para mí es una alegría acogeros y daros la bienvenida. Agradezco al cardenal Sarah, representante legal de la Fundación Juan Pablo II para el Sahel en calidad de presidente del Consejo pontificio Cor unum, por las bellas palabras que me acaba de dirigir. Saludo al presidente del Consejo de administración, monseñor Bassène, y a todos los que cooperáis en esta gran obra de caridad. Mi saludo y mi agradecimiento se dirigen también a los representantes de las Conferencias episcopales alemana e italiana, que contribuyen de manera importante al funcionamiento de la Fundación.
Dios se hizo carne. ¿Ha habido alguna vez un gesto de amor y de caridad más grande que este? Todo lo que hoy sucede y sigue produciéndose desde el día en que Dios se hizo hombre es claramente una señal de ello. Dios no cesa de amarnos y de encarnarse a través de su Iglesia en todas las partes del mundo. La Fundación Juan Pablo II para el Sahel, nacida hace casi treinta años, y querida por mi beato predecesor, no ha cesado de perseguir también ella este objetivo: ser signo de una caridad cristiana que se encarna y se convierte en testimonio de Cristo. Asimismo, la Fundación quiere manifestar la presencia del Papa entre nuestros hermanos africanos que viven en el Sahel. Es el espíritu de esta institución, que ha realizado a lo largo de los años innumerables proyectos para contrarrestar la desertificación. La existencia de esta Fundación demuestra la gran humanidad de mi beato predecesor que tuvo la intuición de instituirla. Pero esta obra sólo será plenamente eficaz si es irrigada por la oración. En efecto, únicamente Dios es fuente y potencia de vida. Él es el creador de las aguas (cf. Gn 1, 6-9). Por desgracia, el Sahel, durante estos últimos meses, ha sido gravemente amenazado de nuevo por una considerable disminución de recursos alimentarios y por el hambre causados por la falta de lluvias y por el avance constante de la desertificación que deriva de ella. Exhorto a la comunidad internacional a considerar seriamente la pobreza extrema de estas poblaciones cuyas condiciones de vida se están deteriorando. Deseo asimismo alentar y apoyar los esfuerzos de los organismos eclesiales que operan en este ámbito.
La caridad debe promover todas nuestras acciones. No se trata de querer hacer un mundo «a medida», sino que se trata de amarlo. Por eso la Iglesia no tiene como principal vocación transformar el orden político o cambiar el tejido social. Quiere aportar la luz de Cristo. Es él quien trasformará todo y a todos. A causa de Jesucristo y por Jesucristo, la aportación cristiana es tan específica. En algunos países que vosotros representáis está presente el Islam. Sé que mantenéis buenas relaciones con los musulmanes y eso me alegra. Testimoniar que Cristo vive y que su amor va más allá de toda religión, raza y cultura, es importante también para ellos.
A menudo se describe a África de manera reductiva y humillante como el continente de los conflictos y de los problemas sin fin e insolubles. Al contrario, África, que acoge hoy la Buena Noticia, es para la Iglesia el continente de la esperanza. Para nosotros, para vosotros, África es el continente del futuro. Repito la exhortación que hice durante mi reciente viaje a Benín: «África, Buena Noticia para la Iglesia, hazte esto mismo para todo el mundo». La Fundación Juan Pablo II para el Sahel es un gran testimonio de esto.
Para realizar esta obra, y después de 28 años de actividad, la Fundación necesita ponerse al día y renovarse. La ayuda en ello el Consejo pontificio Cor unum. Esta renovación debe concernir, en primer lugar, a la formación cristiana y profesional de las personas que trabajan en el terreno, pues son, en cierto sentido, los instrumentos del Santo Padre en estas regiones. Considero prioritarias la educación y la formación cristianas de todos aquellos que —de un modo u otro— colaboran para hacer más visible el gran signo de caridad que es la Fundación Juan Pablo II para el Sahel. Para ser efectiva, esta renovación deberá comenzar por la oración y la conversación personal. Que la Virgen María y el beato Juan Pablo II nos asistan. Gracias.
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