FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo 12 de enero de 2014
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy es la fiesta del Bautismo del Señor. Esta mañana he bautizado a treinta y dos recién nacidos. Doy gracias con vosotros al Señor por estas criaturas y por cada nueva vida. A mí me gusta bautizar a los niños. ¡Me gusta mucho! Cada niño que nace es un don de alegría y de esperanza, y cada niño que es bautizado es un prodigio de la fe y una fiesta para la familia de Dios.
La página del Evangelio de hoy subraya que, cuando Jesús recibió el bautismo de Juan en el río Jordán, «se abrieron los cielos» (Mt 3, 16). Esto realiza las profecías. En efecto, hay una invocación que la liturgia nos hace repetir en el tiempo de Adviento: «Ojalá rasgases el cielo y descendieses!» (Is 63, 19). Si el cielo permanece cerrado, nuestro horizonte en esta vida terrena es sombrío, sin esperanza. En cambio, celebrando la Navidad, la fe una vez más nos ha dado la certeza de que el cielo se rasgó con la venida de Jesús. Y en el día del bautismo de Cristo contemplamos aún el cielo abierto. La manifestación del Hijo de Dios en la tierra marca el inicio del gran tiempo de la misericordia, después de que el pecado había cerrado el cielo, elevando como una barrera entre el ser humano y su Creador. Con el nacimiento de Jesús, el cielo se abre. Dios nos da en Cristo la garantía de un amor indestructible. Desde que el Verbo se hizo carne es, por lo tanto, posible ver el cielo abierto. Fue posible para los pastores de Belén, para los Magos de Oriente, para el Bautista, para los Apóstoles de Jesús, para san Esteban, el primer mártir, que exclamó: «Veo los cielos abiertos» (Hch 7, 56). Y es posible también para cada uno de nosotros, si nos dejamos invadir por el amor de Dios, que nos es donado por primera vez en el Bautismo. ¡Dejémonos invadir por el amor de Dios! ¡Éste es el gran tiempo de la misericordia! No lo olvidéis: ¡éste es el gran tiempo de la misericordia!
Cuando Jesús recibió el Bautismo de penitencia de Juan el Bautista, solidarizándose con el pueblo penitente —Él sin pecado y sin necesidad de conversión—, Dios Padre hizo oír su voz desde el cielo: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco» (v. 17). Jesús recibió la aprobación del Padre celestial, que lo envió precisamente para que aceptara compartir nuestra condición, nuestra pobreza. Compartir es el auténtico modo de amar. Jesús no se disocia de nosotros, nos considera hermanos y comparte con nosotros. Así, nos hace hijos, juntamente con Él, de Dios Padre. Ésta es la revelación y la fuente del amor auténtico. Y, ¡este es el gran tiempo de la misericordia!
¿No os parece que en nuestro tiempo se necesita un suplemento de fraternidad y de amor? ¿No os parece que todos necesitamos un suplemento de caridad? No esa caridad que se conforma con la ayuda improvisada que no nos involucra, no nos pone en juego, sino la caridad que comparte, que se hace cargo del malestar y del sufrimiento del hermano. ¡Qué buen sabor adquiere la vida cuando dejamos que la inunde el amor de Dios!
Pidamos a la Virgen Santa que nos sostenga con su intercesión en nuestro compromiso de seguir a Cristo por el camino de la fe y de la caridad, la senda trazada por nuestro Bautismo.
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Dirijo a todos vosotros mi saludo cordial, en especial a las familias y a los fieles llegados de diversas parroquias de Italia y de otros países, así como a las asociaciones y a los diversos grupos.
Hoy deseo dirigir un pensamiento especial a los padres que han traído a sus hijos al Bautismo y a quienes están preparando el Bautismo de un hijo. Me uno a la alegría de estas familias, doy gracias con ellos al Señor, y rezo para que el Bautismo de los niños ayude a los padres mismos a redescubrir la belleza de la fe y a volver de modo nuevo a los Sacramentos y a la comunidad.
Como ya fue anunciado el próximo 22 de febrero, fiesta de la Cátedra de San Pedro, tendré la alegría de tener un Consistorio, durante el cual nombraré a 16 nuevos cardenales, que —pertenecientes a 12 naciones de todas las partes del mundo— representan la profunda relación eclesial entre la Iglesia de Roma y las demás Iglesias diseminadas por el mundo.
Al día siguiente presidiré una solemne concelebración con los nuevos cardenales, mientras que el 20 y el 21 de febrero tendré un Consistorio con todos los cardenales para reflexionar sobre el tema de la familia.
He aquí los nombres de los nuevos cardenales:
1. Monseñor Pietro Parolin, arzobispo titular de Acquapendente, secretario de Estado.
2. Monseñor Lorenzo Baldisseri, arzobispo titular de Diocleziana, secretario general del Sínodo de los obispos.
3. Monseñor Gerhard Ludwig Müller, arzobispo-obispo emérito de Ratisbona, prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe.
4. Monseñor Beniamino Stella, arzobispo titular de Midila, prefecto de la Congregación para el clero.
5. Monseñor Vincent Gerard Nichols, arzobispo de Westminster (Gran Bretaña).
6. Monseñor Leopoldo José Brenes Solórzano, arzobispo de Managua (Nicaragua).
7. Monseñor Gérald Cyprien Lacroix, arzobispo de Quebec (Canadá).
8. Monseñor Jean-Pierre Kutwa, arzobispo de Abiyán (Costa de Marfil).
9. Monseñor Orani João Tempesta, o.cist., arzobispo de Río de Janeiro (Brasil).
10. Monseñor Gualtiero Bassetti, arzobispo de Perugia-Città della Pieve (Italia).
11. Monseñor Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires (Argentina).
12. Monseñor Andrew Yeom Soo jung, arzobispo de Seúl (Corea).
13. Monseñor Ricardo Ezzati Andrello, s.d.b., arzobispo de Santiago de Chile (Chile).
14. Monseñor Philippe Nakellentuba Ouédraogo, arzobispo de Uagadugu (Burkina Faso).
15. Monseñor Orlando B. Quevedo, o.m.i., arzobispo de Cotabato (Filipinas).
16. Monseñor Chibly Langlois, obispo de Les Cayes (Haití).
Junto a ellos, uniré a los miembros del Colegio cardenalicio a tres arzobispos eméritos que se han distinguido por su servicio a la Santa Sede y a la Iglesia:
Monseñor Loris Francesco Capovilla, arzobispo titular de Mesembria;
Monseñor Fernando Sebastián Aguilar, arzobispo emérito de Pamplona;
Monseñor Kelvin Edward Felix, arzobispo emérito de Castries, Antillas.
Recemos por los nuevos cardenales, a fin de que revestidos de las virtudes y los sentimientos del Señor Jesús, Buen Pastor, puedan ayudar más eficazmente al Obispo de Roma en su servicio a la Iglesia universal.
Deseo a todos un feliz domingo y buen almuerzo. ¡Hasta la vista!
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