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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

La lógica del antes y del después

Jueves 24 de octubre de 2013

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 43, viernes 25 de octubre de 2013

 

Hay que entrar en la «lógica del antes y del después» para no convertirse en «cristianos tibios» o «al agua de rosas», si no incluso hipócritas. Con esta eficaz expresión el Papa Francisco, durante la misa celebrada el jueves 24 de octubre por la mañana en la capilla de Santa Marta, relanzó la actitud con la que los cristianos deben acercarse al misterio de la salvación obrada por Jesús.

La referencia inicial fue a la carta a los Romanos (6, 19-23), en la que san Pablo «busca hacernos entender ese misterio tan grande de nuestra redención, de nuestro perdón, del perdón de nuestros pecados en Cristo Jesús». El apóstol advierte que no es fácil entender y sentir este misterio. Para ayudarnos a comprenderlo usa la que el Pontífice definió como «la lógica del antes y del después: antes de Jesús y después de Jesús», así como se resume en el canto al Evangelio de la liturgia del día (Filipenses 3, 8): «Lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en Él». Para san Pablo, por lo tanto, cuenta sólo Cristo. Él —afirmó el Papa— «sentía muy fuerte esto: la fe que nos hace justos, nos justifica ante el Padre». Pablo abandonó al hombre «de antes». Y se ha convertido en el hombre «de después» cuyo objetivo es «ganar a Cristo».

Prosiguiendo en el comentario de la carta, el Santo Padre observó cómo el apóstol indica «un camino para vivir según esta lógica del antes y del después». Un camino descrito en las palabras: «Lo mismo que antes ofrecisteis vuestros miembros a la impureza y a la maldad, para que obrasen la maldad, ofreced ahora vuestros miembros a la justicia, para vuestra santificación».

«Lo que ha hecho Cristo en nosotros —prosiguió el Papa— es una re-creación; la sangre de Cristo nos ha re-creado; es una segunda creación. Y si antes toda nuestra vida, nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestras costumbres estaban en el camino del pecado, de la iniquidad, después de esta re-creación debemos hacer el esfuerzo de caminar por el camino de la justicia, de la santificación. Pablo utiliza esta palabra: la santidad. Todos nosotros hemos sido bautizados. En aquel momento —éramos niños— nuestros padres, en nuestro nombre, pronunciaron el acto de fe: creo en Jesucristo que nos ha perdonado los pecados».

Esta fe «debemos re-asumirla nosotros —exhortó el Pontífice— y llevarla adelante con nuestro modo de vivir. Y vivir como cristiano es llevar adelante esta fe en Cristo, esta re-creación. Llevar adelante las obras que nacen de esta fe. Lo importante es la fe, pero las obras son el fruto de esta fe: llevad adelante estas obras para la santificación. Esto es: la primera santificación que ha hecho Cristo, la primera santificación que hemos recibido en el bautismo, debe crecer, debe ir adelante».

En realidad —admitió el Santo Padre— «nosotros somos débiles y muchas veces cometemos pecados». ¿Esto significa que no estamos en el camino de la santificación? «Sí y no», respondió el Papa Francisco. Y explicó: «Si tú te acostumbras a una vida un poco así y dices: “Creo en Jesucristo, pero vivo como quiero”», entonces «esto no te santifica, no funciona, es un contrasentido». Pero «si tú dices: “Yo sí, soy pecador; yo soy débil”», y «vas siempre al Señor y dices: “Señor, tú tienes la fuerza, dame la fe; tú puedes curarme”» a través del sacramento de la reconciliación, entonces «también nuestras imperfecciones se introducen en este camino de santificación».

Por lo tanto está siempre este antes y después: «Antes, el acto de fe. Antes de la aceptación de Jesucristo que nos ha re-creado con su sangre estábamos en el camino de la injusticia; después, estamos en el camino de la santificación, pero debemos tomarla en serio». Ello significa, especificó el Pontífice, hacer «obras de justicia». Ante todo adorar a Dios; y después «hacer lo que Jesús nos aconseja: ayudar a los demás, dar de comer a los hambrientos, dar agua a los sedientos, visitar a los enfermos, visitar a los presos. Estas obras son las obras que Jesús hizo en su vida, obras de justicia, obras de re-creación. Cuando nosotros damos de comer a un hambriento, re-creamos en él la esperanza y así con los demás. Pero si nosotros aceptamos la fe y después no la vivimos, somos cristianos sólo, pero de memoria: sí, sí, he sido bautizado, ésta es la fe del bautismo; pero vivo como puedo».

Sin esta conciencia del antes y del después, «nuestro cristianismo no sirve a nadie». Es más, se vuelve «hipocresía: me digo cristiano, pero vivo como pagano. Algunas veces decimos: cristianos a mitad de camino», que no consideran seriamente el hecho de ser «santificados por la sangre de Cristo». Y si no se toma en serio esta santificación, se pasa a ser como los que el Papa definió «cristianos tibios: sí, sí, no, no, no... Es un poco como decían nuestras mamás, cristianos al agua de rosas: un poco así, un poco de barniz cristiano, un poco de barniz de catequesis, pero dentro no existe una verdadera conversión, no existe esta convicción de Pablo: Lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en Él».

Esta era la «pasión de Pablo», añadió el Obispo de Roma. Y ésta debe ser «la pasión de un cristiano: dejar todo lo que nos aleja de Cristo, el Señor; dejar todo lo que nos aleja del acto de fe en Él, del acto de fe en la re-creación por medio de su sangre. Y hacer todo nuevo. Todo es novedad en Cristo. Todo es nuevo».

¿Es un objetivo posible? «Sí», respondió el Pontífice, aclarando: «Pablo lo hizo. Muchos cristianos lo hicieron y lo hacen. No sólo los santos, los que conocemos; también los santos anónimos, los que viven su cristianismo en serio. Tal vez la pregunta que hoy podemos hacernos es: “¿yo quiero vivir mi cristianismo en serio? ¿Creo que he sido re-creado por la sangre de Cristo y quiero llevar adelante esta re-creación hasta el día en que se vea la ciudad nueva, la creación nueva? ¿O estoy un poco a mitad de camino?”».

«Pidamos a san Pablo, que nos habla hoy con esta lógica del antes y del después —concluyó el Papa—, que nos dé la gracia de vivir como cristianos en serio, de creer verdaderamente que hemos sido santificados por la sangre de Jesucristo».

 


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