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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Pequeña y santa

Lunes 8 de septiembre de 2014

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 37, viernes 12 de septiembre de 2014

 

Dios es «el Señor de la historia» y también de la «paciencia». Él «camina con nosotros»: por ello el cristiano está llamado a no asustarse de las cosas grandes y a prestar atención incluso a las cosas pequeñas. Es la exhortación que, citando a santo Tomás de Aquino, el Papa Francisco dirigió el lunes 8 de septiembre en la misa matutina.

Ante todo el Pontífice indicó que «cuando leemos en el Génesis el relato de la creación» corremos el riesgo «de pensar que Dios haya sido un mago». Pero «no fue así». En efecto, explicó, «Dios hizo las cosas —cada una— y las dejó avanzar con las leyes internas, interiores, que Él dio a cada una, para que se desarrollasen, para que llegasen a la plenitud». Así, pues, «a las cosas del universo el Señor les dio autonomía», pero «no independencia». De este modo «la creación siguió adelante durante siglos y siglos y siglos, hasta que llegó a la forma como está hoy». Precisamente «porque Dios no es mago, es creador».

En lo que respecta al hombre, en cambio, el discurso cambia. «Cuando al sexto día de ese relato llega la creación del hombre», explicó el obispo de Roma, Dios «dio otra autonomía, un poco distinta, pero no independiente: una autonomía que es la libertad». Y «dijo al hombre que siga adelante en la historia: lo hizo responsable de la creación, también para que domine la creación, para que la lleve adelante y llegue así a la plenitud de los tiempos». La «plenitud de los tiempos», afirmó, es «lo que Él tenía en el corazón: la llegada de su Hijo».

Al respecto, el Pontífice hizo referencia al pasaje de la carta de san Pablo a los Romanos (8, 28-30) propuesta por la liturgia. «Dios —explicó citando al apóstol— nos ha predestinado, a todos, a conformarnos a la imagen del Hijo».

«Así siguió adelante la historia», como se deduce también del pasaje del Evangelio de Mateo (1, 1-16.18-23) que presenta la genealogía de Jesús». Y «en esta lista —destacó— hay santos y también pecadores; pero la historia sigue adelante porque Dios quiso que los hombres fuesen libres». Con todo, «el día que el hombre usó mal su libertad, Dios lo expulsó del paraíso». La Biblia nos dice que «le hizo una promesa y el hombre salió del paraíso con esperanza: pecador, pero con esperanzas».

He aquí, entonces, que este relato un poco repetitivo «tiene dentro esta riqueza: Dios camina con justos y pecadores». Y si el cristiano se reconoce pecador, sabe que Dios camina también con él, «con todos, para llegar al encuentro definitivo del hombre con Él». Por lo demás, «el Evangelio, que presenta esta historia desde hace siglos, acaba en algo pequeñito, en un pequeño pueblo, con esta historia de José y María». De este modo «el Dios de la gran historia está también en la pequeña historia, allí, porque quiere caminar con cada uno».

En la Summa theologiae santo Tomás, recordó el Papa, «tiene una frase muy hermosa que se relaciona con esto. Dice así: “No asustarse de las cosas grandes, pero tener en cuenta las pequeñas, esto es divino”». Porque Dios «está en las cosas grandes, pero también en las cosas pequeñas, en nuestras pequeñas cosas». Además, añadió, el Señor «es también el Señor de la paciencia»: la paciencia «que tuvo con todas estas generaciones, con todas estas personas que vivieron su historia de gracia y de pecado». Dios, afirmó, «es paciente, Dios camina con nosotros, porque Él quiere que todos nosotros lleguemos a conformarnos con la imagen de su Hijo».

Así, pues, el Papa Francisco se dirigió a María, en el día de la fiesta de su natividad. «Hoy —dijo— estamos en la antesala de esta historia: el nacimiento de la Virgen». Y por ello al Señor «pedimos en la oración que nos conceda unidad para caminar juntos y paz en el corazón».

Hoy, por lo tanto, continuó el Pontífice, «podemos mirar a la Virgen, pequeñita, santa, sin pecado, pura, elegida para ser la madre de Dios, y también mirar la historia que está detrás, tan larga, de siglos». De aquí algunas preguntas fundamentales: «¿Cómo camino yo en mi historia? ¿Dejo que Dios camine conmigo? ¿Permito que Él camine conmigo o quiero caminar solo? ¿Dejo que Él me acaricie, me ayude, me perdone, me conduzca hacia adelante para llegar al encuentro con Jesucristo?». Porque precisamente esto, destacó, «será el final de nuestro camino: encontrarnos con el Señor».

Así, continuó el Papa, hay una pregunta a la cual «nos hará bien hoy» responder: «¿Dejo que Dios tenga paciencia conmigo?». Sólo «mirando a esta historia grande y también a este pequeño poblado», aseguró en la conclusión, «podemos alabar al Señor y pedir humildemente que nos done la paz, esa paz del corazón que sólo Él nos puede dar, que sólo nos da cuando permitimos que Él camine con nosotros».



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