PAPA FRANCISCO
MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
Por una cultura del encuentro
Martes 13 de septiembre de 2016
Una invitación para trabajar por «la cultura del encuentro», de manera simple «como hizo Jesús»: no sólo viendo sino mirando, no sólo oyendo sino escuchando, no sólo cruzándonos con las personas sino parándonos con ellas, no sólo diciendo «¡Qué pena! ¡Pobre gente!» sino dejándonos llevar por la compasión; «para después acercarse, tocar y decir: “no llores” y dar al menos una gota de vida». Es este, según el Papa Francisco, el mensaje contenido en las lecturas litúrgicas proclamadas durante la celebración de la misa matinal en la capilla de la Casa Santa Marta del martes 13 de septiembre.
Deteniéndose en particular en el episodio de la viuda de Naín narrado en el Evangelio de Lucas (7, 11-17), el Pontífice subrayó como «la palabra de Dios» del día hablase de «un encuentro. Hay un encuentro entre la gente, un encuentro entre la gente que estaba en la calle». Y esta, comentó es «una cosa no habitual». Precisamente, «cuando nosotros vamos por la calle cada uno piensa en sí mismo: ve pero no mira; oye pero no escucha»; es decir, cada uno va por su propia dirección. Y la consecuencia es que «las personas se cruzan entre ellas pero no se encuentran». Porque, quiso aclarar despejando todo tipo de equívoco, «el encuentro es otra cosa», y es precisamente «lo que el Evangelio de hoy nos anuncia: un encuentro entre un hombre y una mujer, entre un hijo único vivo un hijo único muerto; Entre una muchedumbre feliz, porque había encontrado a Jesús y le seguía, y un grupo de gente que llorando, acompañaba a aquella mujer», que se había quedado viuda e iba a sepelir a su único hijo.
Este encuentro, explicó Francisco, «nos hace reflexionar sobre la manera de encontrarnos entre nosotros». Efectivamente, «dice el Evangelio: “al verla el Señor, tuvo compasión de ella”». A propósito el Pontífice hizo notar como no sea «la primera vez» que el Evangelio habla de la compasión de Cristo. También «cuando Jesús vio a la muchedumbre, el día de la multiplicación de los panes –recordó– tuvo gran compasión ante la tumba de su amigo Lázaro Él mismo, y lloró».
Una compasión, advirtió el Papa, que no es en absoluto la misma que tenemos nosotros normalmente «cuando por ejemplo vamos por la calle y vemos una cosa triste: ‘¡qué pena!’». «Jesús no dijo: “¡pobre mujer!”». Sino que por el contrario, «fue más allá. Tuvo compasión. “Y, se le acercó y habló. Le dijo: No llores”». Y de esa manera «Jesús con su compasión se sumerge en el problema de esa señora. “se acercó, le habló y tocó”. Dice el Evangelio que tocó el féretro. Pero seguramente cuando dijo “no llores”, tocó a la viuda también. Una caricia. Porque estaba conmovido, Jesús. Y después obra el milagro»: el de resucitar al joven.
En eso el Pontífice distinguió una analogía: «El hijo único muerto asemeja a Jesús y se convierte en único hijo vivo como Jesús. Y hay un gesto de Jesús que enseña la ternura de un encuentro y no sólo la ternura, la fecundidad de un encuentro. “el muerto se incorporó y se puso a hablar y él –Jesús– se lo dio a su madre”. No dijo: “pero, se ha hecho el milagro”. No, sino: “ven, tómalo, es tuyo”». He aquí por qué «cada encuentro es fecundo. Cada encuentro devuelve las personas y las cosas a su lugar».
Un discurso, este, que suena actual incluso a los hombres de hoy, demasiado «acostumbrados a una cultura de la indiferencia» y por eso necesitados de «trabajar y pedir la gracia de hacer la cultura del encuentro, de este encuentro fecundo, de este encuentro que restituya a cada persona la propia dignidad de hijo de Dios, la dignidad de viviente». Nosotros «estamos acostumbrados a esta indiferencia», subrayó el Papa, sea «cuando vemos las calamidades de este mundo» sea ante las «pequeñas cosas». Se limita a decir: «pero, qué pena, pobre gente, cuánto sufren» para seguir todo recto después. Mientras el encuentro es otra cosa, como explicó Francisco: «Si yo no miro,– no es suficiente ver, no: mirar– si yo no me paro, si yo no miro, si yo no toco, si yo no hablo, no puedo hacer un encuentro y no puedo ayudar a hacer una cultura del encuentro».
Volviendo a la descripción de la escena evangélica, el Pontífice puso de manifiesto después como, ante el milagro cumplido por Jesús «la gente atemorizada glorificaba a Dios. Y a mi me gusta ver aquí – explicó – el encuentro de todos los días entre Jesús y su esposa, la Iglesia, que está en espera de que Él vuelva. Y cada vez que Jesús encuentra dolor, un pecador, una persona perdida, le mira, le habla, le devuelve a su esposa». Es decir, «este es el mensaje de hoy: el encuentro de Jesús con su pueblo; el encuentro de Jesús que sirve, que ayuda, que es el servidor, que se agacha, que es condescendiente con todos los necesitados». Y, subrayó Francisco, «cuando digamos “necesitados” no pensemos sólo a los indigentes», sino también a «nosotros necesitados –necesitados de la palabra de Jesús, de caricias– y también a los que queremos». ¿Un ejemplo concreto? El Papa describió la imagen de una familia reunida en la mesa: «cuántas veces se come, se ve la tv o se escriben mensajes en el teléfono. Cada uno es indiferente a ese encuentro. Justo en el núcleo de la sociedad, que es la familia, no hay encuentro», comentó. Por ello, la exhortación final «a trabajar por esta cultura del encuentro, así simplemente como hizo Jesús».
Fuente: www.osservatoreromano.va
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