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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Judas y la oveja descarriada

Martes 6 de diciembre de 2016

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 49, viernes 9 de diciembre de 2016

 

El «alegre anuncio de Navidad» es que «viene el Señor con su poder», pero sobre todo que ese poder «son sus caricias», su «ternura». Una ternura que, como el buen pastor con sus ovejas, es para cada uno de nosotros: Dios no olvida jamás a ninguno de nosotros, ni siquiera si nos hubiéramos trágicamente «perdido» como sucede a Judas quien, perdido en su «oscuridad interior», es en un cierto modo el prototipo, el «icono» de la oveja de la parábola evangélica.

En la homilía de la misa celebrada en Santa Marta, el martes 6 de diciembre, el Papa Francisco entró de lleno en este «alegre anuncio» ante el cual, se lee en la liturgia del día, estamos llamados a una «sincera exultación». Y «de cara a la Navidad —dijo el Pontífice— pedimos esta gracia de recibir este alegre anuncio con sincera exultación y de alegrarnos» aunque también «de dejar que el Señor nos consuele». ¿Por qué —se preguntó—, en la liturgia se habla también de consolación? Porque, fue su respuesta, «viene del Señor y cuando viene del Señor toca el alma con estos sentimientos». En efecto, «Él viene como juez, sí, pero un juez que acaricia, un juez que está lleno de ternura» y «hace de todo por salvarnos». Dios, continuó, «juzga con amor, tanto, tanto, tanto que envió a su Hijo, y Juan subraya: no a juzgar sino a salvar, no a condenar sino a salvar». Por eso «siempre el juicio de Dios nos lleva a esta esperanza de ser salvados».

Ahondando en la meditación, el Papa tomó como referencia el evangelio del día, en el cual Mateo (18, 12-14) habla del buen pastor. Este juez «que acaricia» y que viene «a salvar», dijo Francisco, tiene «el comportamiento del pastor: “¿qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada?”». También el Señor, cuando viene, «no dice: “Pero, hago cuentas y pierdo una, 99... es razonable...”. No, no. Una es única». El pastor, en efecto, no posee simplemente 99 ovejas, sino que «tiene una, una, una, una, una...»: es decir «cada una es diversa». Y Él «ama a cada una personalmente. No ama la masa indistinta. ¡No! Nos ama por nombre, nos ama como somos».

Siguiendo el hilo de la analogía, el Pontífice explicó que a esa oveja descarriada el pastor «la conocía muy bien», no se había perdido, «conocía bien el camino»: se había perdido «porque tenía el corazón descarriado, tenía el corazón enfermo. Estaba obcecada por algo interiormente y, movida por esa disociación interior, huyó a la oscuridad para desahogarse». Pero «no era una chiquillada lo que ella hizo... Escapó: una fuga precisamente para alejarse del Señor, para saciar esa tiniebla interior que la conducía a vivir una doble vida», a «estar en el grey y a escapar de la tiniebla, en la tiniebla misma». Y he aquí el mensaje consolador: «El Señor conoce estas cosas y Él sale a buscarla».

Es a este punto cuando el Papa Francisco introdujo otro elemento en su meditación: «Para mí, la figura que más me hace pensar en la actitud del Señor con la oveja perdida es la actitud del Señor con Judas. La oveja descarriada más perfecta en el Evangelio es Judas». Él, en efecto, recordó el Pontífice, es «un hombre que siempre, siempre tenía algo de amargura en el corazón, algo para criticar de los demás, siempre distanciado»: un hombre que no conocía «la dulzura de la gratuidad de vivir con todos los demás». Y dado que esta «oveja» no «estaba satisfecha», entonces «escapaba».

Judas, dijo el Papa, «escapaba porque era un ladrón», otros «son lujuriosos» e igualmente «escapan porque existe esa tiniebla en el corazón que les aleja del grey». Estamos ante «esa doble vida» que existe en «tantos cristianos» y también —añadió «con dolor»— de «sacerdotes» y «obispos». Por lo demás, también «Judas era obispo, era uno de los primeros obispos...».

Por lo tanto, Judas es una «oveja descarriada» concluyó Francisco añadiendo: «¡Pobrecillo! Pobrecillo este hermano Judas como lo llamaba Mazzolari, en ese sermón tan bello: “Hermano Judas, ¿que pasa en tu corazón?”».

Se trata de una realidad a la que los cristianos de hoy no son ajenos. Por ello, «también nosotros debemos entender a las ovejas descarriadas». En efecto, destacó el Papa, «también nosotros tenemos alguna cosilla, pequeña o no tan pequeña, de la oveja descarriada». Debemos, por lo tanto, entender que «no es un error lo que hizo la oveja descarriada: es una enfermedad, es una enfermedad que tenía en el corazón» y de la cual el demonio aprovecha. Retomando el comparación utilizada precedentemente, el Pontífice recorrió los últimos momentos de la vida de Judas: «cuando fue al templo para realizar su doble vida», cuando dio «el beso al Señor en el huerto», y después «las monedas que recibió de los sacerdotes...». Y comentó: «No es un error. Lo hizo... estaba en la tiniebla. Tenía el corazón dividido, disociado. Judas, Judas...». Por ello se puede decir que él «es la imagen perfecta de la oveja descarriada».

Jesús, «el pastor, va a buscarlo: “haz lo que debes hacer, amigo”, y lo besa». Pero Judas «no entiende». Y al final, cuando se da cuenta de «lo que la doble vida hizo en la comunidad, el mal que sembró, con su tiniebla interior, que lo impulsaba a escapar siempre, buscando luces que no era la luz del Señor» sino «luces artificiales», como las de los adornos de Navidad», cuando entiende todo esto, al final «se desesperó». Y es lo que sucede «si las ovejas descarriadas no aceptan las caricias del Señor».

Pero existe, todavía un ulterior nivel de profundidad en el que descendió la reflexión del Papa. Quien, haciendo notar que «el Señor es bueno, también para con estas ovejas» y no deja jamás en ir a buscarles», evidenció una palabra que encontramos en la Biblia, «una palabra que dice que Judas se ahorcó, ahorcado y “arrepentido”». Y comentó: «Yo creo que el Señor tomará esa palabra y la tomará consigo, no sé, puede ser, pero esa palabra nos hace dudar». Sobre todo destacó: «Pero esa palabra qué significa? Que hasta el final el amor de Dios trabajaba en esa alma, hasta el momento de la desesperación». Y es precisamente esto, dijo concluyendo el círculo de su reflexión, «la actitud del buen pastor con las ovejas descarriadas».

He aquí entonces, «el anuncio» del que se hablaba al inicio de la homilía, «el anuncio alegre que nos trae la Navidad y que nos pide esta sincera exultación que cambia el corazón, que nos lleva a dejarnos consolar por el Señor y no de las consolaciones que nosotros buscamos para desahogarnos, para huir de la realidad, huir de la tortura interior, de la división interior». El «anuncio alegre» la «sincera exultación», la «consolación» el «alegrarse en el Señor» nacen del hecho que «el Señor viene con su poder. Y ¿cuál es el poder del Señor? Las caricias del Señor». Es como el buen pastor que «cuando ha encontrado una oveja descarriada no la insulta, no», es más la habrá dicho: ¿Pero has hecho tanto mal? Ven, ven...». Y del mismo modo, «en el huerto de los olivos» que dijo a la “oveja descarriada”, Judas? Lo llamó «amigo. Siempre las caricias».

Ante todo esto el Papa a este punto afirmó: «Quien no conoce las caricias del Señor no conoce la doctrina cristiana. Quien no se deja acariciar por el Señor está perdido». Y es precisamente «este el mensaje alegre, esta es la sincera exultación que nosotros queremos hoy. Esta es la alegría, esta es la consolación que buscamos: que venga el Señor con su poder, que son las caricias, para encontrarnos, salvarnos, como a la oveja descarriada y a llevarnos de regreso al grey de su Iglesia».

La conclusión fue, como de costumbre, una oración: «Que el Señor nos dé esta gracia, de esperar la Navidad con nuestras heridas, con nuestros pecados, sinceramente reconocidos, de esperar en el poder de este Dios que viene a consolarnos, que viene con su poder, pero su poder es la ternura, las caricias que nacen de su corazón, su corazón tan bueno que ha dado la vida por nosotros».

 



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