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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Enseñar a adorar

Lunes, 5 de febrero de 2018

 

Fuente:  L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 6, viernes 9 de febrero de 2018.

 

Los cristianos deben aprender la «oración de adoración». Y los pastores deben querer la formación de los fieles en esta fundamental forma de oración. Lo subrayó el Papa Francisco el lunes 5 de febrero durante la misa celebrada en Santa Marta, en la cual participó un grupo de párrocos de reciente nombramiento. Dirigiéndose directamente a ellos, el Pontífice les exhortó: «Enseñad al pueblo a adorar en silencio» para que «así aprendan desde ahora qué haremos todos allí, cuando por la gracia de Dios lleguemos al cielo».

La adoración como objetivo del «camino» del creyente estuvo en el centro de la homilía de Francisco, que comenzó desde la primera lectura del día (1 Reyes 8, 1-7, 9-13), en la que se habla sobre el rey Salomón que «congregó a su pueblo para subir hacia los montes del Señor, hacia la ciudad, hacia el templo», llevando en procesión el arca de la alianza en el Santo de los Santos.

En este camino que preveía un recorrido en ascenso, fatigoso —«el camino fácil es aquel en llanura» observó el Papa— el pueblo llevaba consigo «la propia historia, la memoria de la elección, la memoria de la promesa y la memoria de la alianza». Y con este cargo de memoria se acercaba al templo. No solo: el pueblo, añadió Francisco, llevaba también « la desnudez de la alianza», es decir, simplemente las «dos tablas de piedra, desnuda, así como lo había hecho Dios» y no como lo habían aprendido «de los escribas, que la habían “hecho barroca” con tantos preceptos». Era ese su tesoro: «la alianza desnuda: yo te amo, tú me amas. El primer mandamiento, amar a Dios; segundo, amar al prójimo. Desnuda, así».

Después, continuó el Pontífice, «con esa memoria de la elección, de la promesa y de la alianza, el pueblo sube y lleva la alianza arriba. Al llegar arriba, “cuando llegaron todos los ancianos, alzaron el arca, introdujeron el arca en el santuario y en el arca no había nada más que las dos tablas de piedra”». He aquí la «desnudez de la alianza». Y en el pasaje bíblico se lee que «al salir los sacerdotes del Santo, la nube llenó la Casa de Yahveh». Era «la alegría del Señor» que tomaba residencia en el templo. Es en ese momento, explicó el Papa, cuando el «pueblo entró en adoración», pasando «de la memoria a la adoración, haciendo camino en cuesta». Comenzó así la adoración «en silencio». He aquí el recorrido cumplido por los israelitas: «de los sacrificios que hacía en el camino en ascenso, al silencio, a la humillación de la adoración».

Es precisamente en este punto cuando el Pontífice vinculó la palabra de Dios a la realidad actual de las comunidades cristianas: «Tantas veces pienso que nosotros no enseñamos a nuestro pueblo a adorar. Sí, les enseñamos a rezar, a cantar, a alabar a Dios, pero a adorar...». La oración de adoración, dijo, «nos aniquila sin aniquilarnos: en el aniquilamiento de la adoración nos da nobleza y grandeza».

Y a esa experiencia en la que se anticipa la vida en el cielo, añadió, se puede llegar solamente «con la memoria de haber sido elegidos, de tener dentro del corazón una promesa que nos empuja a ir y con la alianza en la mano y en el corazón».

Por lo tanto «siempre en camino: camino difícil, camino en cuesta, pero en camino hacia la adoración», hacia ese momento en el que «las palabras desaparecen frente a la gloria de Dios: no se puede hablar, no se sabe qué decir».

Las únicas palabras que emergen de este pasaje de la Escritura vendrán evidenciadas en la liturgia del martes 6 de febrero, en la que proseguirá la lectura del pasaje del libro de los Reyes. Al hacerlo presente el Papa anticipó que el rey «Salomón solamente osa decir dos palabras, en medio de la adoración: “Escucha y perdona”, solamente eso. No se puede decir más. Adorar en silencio con toda una historia al lado» y pedir a Dios: «Escucha y perdona».

Concluyendo su meditación, el Papa sugirió: «Nos hará bien, hoy, tomar un poco de tiempo de oración» y en eso hacer «memoria de nuestro camino, la memoria de las gracias recibidas, la memoria de la elección, de la promesa, de la alianza».

Un recorrido interior en el que «buscar ir arriba, hacia la adoración y en medio de la adoración, con tanta humildad decir solamente esta pequeña oración: “Escucha y perdona”».

 



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