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VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA ROMANA DESAN GREGORIO MAGNO

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

V Domingo de Cuaresma, 6 de abril de 2014

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Las tres Lecturas de hoy nos hablan de Resurrección, nos hablan de vida. La hermosa promesa del Señor: «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os sacaré de ellos» (Ez 37, 12), es la promesa del Señor que tiene la vida y tiene la fuerza de dar vida, para que los que están muertos puedan recuperar la vida. La segunda lectura nos dice que estamos bajo el Espíritu Santo y Cristo en nosotros, su Espíritu, nos resucitará. Y en la tercera lectura, el Evangelio, hemos visto cómo Jesús dio la vida a Lázaro. Lázaro, que estaba muerto, volvió a la vida.

Sencillamente quiero decir una cosa pequeña, pequeña. Todos nosotros tenemos dentro algunas zonas, algunas partes de nuestro corazón que no están vivas, que están un poco muertas; y algunos tienen muchos sectores del corazón muertos, una auténtica necrosis espiritual. Y cuando nosotros estamos en esta situación y nos damos cuenta de ello, tenemos ganas de salir de allí, pero no podemos. Sólo el poder de Jesús, el poder de Jesús es capaz de ayudarnos a salir de estas zonas muertas del corazón, estas tumbas de pecado, que todos nosotros tenemos. ¡Todos somos pecadores! Pero si estamos muy apegados a estos sepulcros y los custodiamos dentro de nosotros y no queremos que todo nuestro corazón resucite a la vida, nos convertimos en corruptos y nuestra alma comienza a dar, como dice Marta, «mal olor» (cf. Jn 11, 39), el olor de esa persona que está apegada al pecado. Y la Cuaresma es un poco para esto. Para que todos nosotros, que somos pecadores, no acabemos apegados al pecado, sino que podamos escuchar lo que Jesús dijo a Lázaro: «Gritó con voz potente: “Lázaro, sal afuera”» (Jn 11, 43).

Hoy os invito a pensar un momento, en silencio, aquí: ¿dónde está mi necrosis dentro? ¿Dónde está la parte muerta de mi alma? ¿Dónde está mi tumba? Pensad, un minutito, todos en silencio. Pensemos: ¿cuál es esa parte del corazón que se puede corromper, porque estoy apegado a los pecados o al pecado o a algún pecado? Y quitar la piedra, quitar la piedra de la vergüenza y dejar que el Señor nos diga, como dijo a Lázaro: «Sal afuera». Para que toda nuestra alma quede curada, resucite por el amor de Jesús, por la fuerza de Jesús. Él es capaz de perdonarnos. Todos tenemos necesidad de ello. Todos. Todos somos pecadores, pero debemos estar atentos para no convertirnos en corruptos. Pecadores lo somos, pero Él nos perdona. Escuchemos la voz de Jesús que, con el poder de Dios, nos dice: «Sal afuera. Sal de esa tumba que tienes dentro. Sal. Yo te doy la vida, te doy la felicidad, te bendigo, y te quiero para mí».

Que el Señor hoy, en este domingo, que tanto nos habla de la Resurrección, nos dé a todos nosotros la gracia de resucitar de nuestros pecados, de salir de nuestras tumbas; con la voz de Jesús que nos llama, salir afuera, ir a Él.

Y otra cosa: en el quinto domingo de Cuaresma, los que se preparaban para el Bautismo en la Iglesia recibían la Palabra de Dios. También esta comunidad hoy, hará el mismo gesto. Y yo quiero daros el Evangelio; que vosotros llevéis el Evangelio a casa. Este Evangelio es un Evangelio de bolsillo para llevar siempre con nosotros, para leer un poquito, un pasaje; abrirlo así y leer algo del Evangelio, cuando debo hacer una fila o cuando estoy en el autobús; pero cuando estoy cómodo en el autobús, porque si no estoy cómodo, debo estar atento a los bolsillos. Leer siempre un trocito del Evangelio. Nos hará mucho bien, nos hará mucho bien. Un poco todos los días. Es un regalo, que os he traído para toda vuestra comunidad, para que así, hoy, quinto domingo de Cuaresma, recibáis la Palabra de Dios y también, así, podáis escuchar la voz de Jesús que os dice: «Sal afuera. Ven. Ven afuera», y prepararos de este modo para la noche de Pascua.

 



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