CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL CARD. ANGELO DE DONATIS CON MOTIVO DE LA INAUGURACIÓN
DEL AÑO ACADÉMICO DE LA UNIVERSIDAD LATERANENSE
Y DE LA INSTITUCIÓN DE UN NUEVO CURSO DE ESTUDIOS EN “CIENCIAS DE LA PAZ”
Al venerado hermano
Sr. Cardenal Angelo De Donatis
Gran canciller de la Pontificia Universidad Lateranense
1. El deseo de paz que surge de la familia humana siempre ha visto a la Iglesia prodigarse en hacer todo lo posible para contribuir a liberar hombres y mujeres de las tragedias de la guerra y aliviar sus peligrosas consecuencias. También en el tiempo presente, en que aumenta la necesidad de prevenir y resolver conflictos, la Iglesia, a la luz del Evangelio, se siente llamada a inspirar y apoyar cada iniciativa que asegure a los diferentes Pueblos y Países un camino de paz, fruto de ese diálogo auténtico capaz de extinguir el odio, de abandonar egoísmos y referencias a sí mismos, de superar los deseos de poder y de abrumar a los más débiles y a los últimos.
Esta intención presupone sobre todo un esfuerzo educativo para escuchar y comprender, pero también para conocer y estudiar el patrimonio de valores, nociones y herramientas capaces de romper las tendencias al aislamiento, al cierre y a lógicas de poder que son portadoras de violencia y destrucción. Los medios de conciliación, las formas de justicia transicional, las garantías de desarrollo sostenible, la protección y la custodia de la creación son, hoy en día, algunas de las herramientas capaces de allanar el camino para la solución pacífica de los conflictos, romper los afanes de carrera y de llegar a posiciones dominantes, para formar así personas dedicadas sin reservas al servicio de la causa del hombre.
Para ser mediadora creíble ante la opinión pública mundial, la Iglesia está llamada a favorecer «la solución de los problemas relacionados con la paz, la armonía, el medio ambiente, la defensa de la vida, los derechos humanos y civiles» (Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 65). Una tarea realizada también a través de la acción que la Santa Sede lleva a cabo en la comunidad internacional y en sus instituciones actuando con los instrumentos de la diplomacia para superar los conflictos con medios pacíficos y la mediación, la promoción y el respeto de los derechos humanos fundamentales, el desarrollo integral de Pueblos y Países.
2. En la búsqueda de este objetivo, juega un papel central el mundo universitario, lugar simbólico de ese humanismo integral que continuamente necesita ser renovado y enriquecido, para que pueda producir una renovación cultural valiente como exige el momento presente. Este desafío también interpela a la Iglesia que, con su red mundial de universidades eclesiásticas, puede «aportar la contribución decisiva de la levadura, de la sal y la luz del Evangelio de Jesucristo y de la Tradición viva de la Iglesia, siempre abierta a nuevos escenarios y nuevas propuestas», como recordé recientemente al reformar el ordenamiento de los estudios académicos en las instituciones eclesiásticas (cf. Const. Ap. Veritatis gaudium, 2). Esto ciertamente no significa alterar el sentido institucional y las tradiciones consolidadas de nuestras realidades académicas, sino más bien orientar su función en la perspectiva de una Iglesia más marcadamente “en salida” y misionera. En efecto, es posible enfrentar los desafíos del mundo contemporáneo con una capacidad de respuesta adecuada en los contenidos y compatible en el lenguaje, sobre todo al dirigirse a las nuevas generaciones. Ésta es, pues, la tarea que nos ha sido encomendada: encarnar la Palabra de Dios para la Iglesia y para la humanidad del tercer milenio. Y al hacerlo, es importante que los estudiantes y docentes se sientan como peregrinos llamados a anunciar la Buena Nueva a todos los pueblos, sin tener miedo de arriesgar y de soñar con la paz para todas las personas y todas las naciones.
3. Por lo tanto, animado por el deseo de trasladar al campo académico este patrimonio de valores y acciones, instituyo en esta Universidad Pontificia, que participa específicamente en la misión del Obispo de Roma, un ciclo de estudios de Ciencias de la Paz, como itinerario académico en el que concurren los ámbitos teológicos, filosóficos, jurídicos, económicos y sociales según el criterio de la inter y la trans disciplinariedad (cf. ibíd., 4, c). Por lo tanto, la estructura curricular se servirá del concurso de las enseñanzas impartidas por las Facultades e Institutos de la Universidad Lateranense para otorgar los grados académicos de Bachillerato y Licenciatura al concluir, respectivamente, un primer ciclo de tres años y un curso de especialización de dos años.
4. A través de Usted, Sr. Cardenal, confío el nuevo curso de estudios a la Universidad, asignando su dirección al Rector Magnífico, de modo que se garantice una formación científica específica de sacerdotes, personas consagradas y laicos. A las Ciencias de la Paz podrán mirar con confianza los obispos diocesanos, los Ordinarios militares, las conferencias episcopales, los Superiores y Superiores de las diversas formas de vida consagrada, los responsables de asociaciones y movimientos laicos, y todos los que lo deseen para promover una preparación adecuada de artífices de paz actuales y futuros.
Ante esta tarea espero que, en el servicio diario a la Sede de Pedro, toda la comunidad universitaria lateranense —profesores, estudiantes y personal— se sienta involucrada en arrojar las semillas de la cultura de la paz. Una tarea que comienza con la escucha, el profesionalismo y la dedicación, siempre acompañados por la humildad, la mansedumbre y la disposición a hacer todo para todos.
Pongo bajo la protección de mis dos santos predecesores, Juan XXIII y Pablo VI, verdaderos y propios heraldos de paz en el mundo y que tanto han contribuido al desarrollo del magisterio en este campo, este nuevo fruto de la solicitud de la Iglesia, confiándolo a María Reina de la Paz, para que nos ayude a comprender y vivir esa fraternidad que pide el corazón de su Hijo y de la cual se deriva la verdadera paz.
Del Vaticano, 12 de noviembre de 2018.
Memoria del beato Juan de la Paz.
Francisco
Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 12 de noviembre de 2018.
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