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CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO,
FIRMADA POR EL CARDENAL SECRETARIO DE ESTADO PIETRO PAROLIN,
AL ARZOBISPO DE MILÁN CON OCASIÓN DE UNA CONFERENCIA
EN EL CENTENARIO DE LA MUERTE DEL BEATO GIUSEPPE TONIOLO

A Su Excelencia Rev.
Mons. Mario DELPINI
Arzobispo de Milán
Presidente del Instituto Giuseppe Toniolo de Estudios Superiores.

Excelencia Reverendísima:

El Santo Padre Francisco ha sabido que, con motivo del centenario de la muerte del beato Giuseppe Toniolo, se ha organizado en la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Milán una conferencia en honor a la figura de este ejemplar padre y esposo, profesor de economía y modelo de santidad laical. La iniciativa es propicia para resaltar no solo los méritos históricos, sino también la actualidad del beato Toniolo, aprendiendo de su testimonio y su pensamiento una nueva inspiración para el compromiso social y político al que los católicos no pueden sustraerse, si quieren ser fieles al evangelio. En efecto, el profesor de origen véneta, pero pisano de adopción, sigue siendo un "maestro" y, en cierto sentido, un "profeta". Aunque muchas cosas en él estén inevitablemente vinculadas a su época, todavía puede decir mucho a nuestro tiempo.

Los años en que vivió, entre 1845 y 1918, estuvieron marcados por grandes cambios. En particular, el proceso de industrialización dio un nuevo rostro a la sociedad, produciendo el fenómeno del proletariado, en el que, como escribía León XIII, «un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios» (Enc. Rerum Novarum, 2). El gran pontífice invitaba a los fieles a hacerse cargo de la cuestión social, sugiriendo un compromiso que se configurase como una respuesta programática a la "res novae", una respuesta de gran alcance, capaz de llegar a la raíz de los problemas. Así, se evitaría el peligro de que el mundo de los trabajadores, abandonado a su triste destino, se convirtiera en rehén de ideologías que, lejos de resolver sus problemas, los agravarían.

El beato Toniolo hizo de este mandato la misión de su vida. Al catolicismo italiano, que se había organizado en la Opera dei Congressi, especialmente para apoyar al Papa en la difícil contingencia de la "cuestión romana", aportó una apertura de horizontes, una mirada iluminada sobre los procesos sociales, culturales y económicos. Su rigor como erudito, capaz de amar la verdad hasta ir a contracorriente lo ayudó a captar el nudo de la "cuestión social", identificándolo en una economía despegada de la ética y desarrollada en la cresta de la ola de la pura ley del beneficio, en el vacío, o en la debilidad de los "cuerpos intermedios" y de las previsiones necesarias para el beneficio de los miembros más débiles de la sociedad.

Toniolo fue protagonista incansable del compromiso social, pero también teorizador de un plan de renovación global. En el centro de su proyecto estaba la conciencia de que solo un encuentro entre fe y cultura podía sustraer a la sociedad contemporánea al materialismo recalcitrante a las razones del espíritu y de lo sobrenatural, tendiendo, por un lado, al individualismo y a una libertad sin límites ni escrúpulos, y, por otro, al falso remedio de un estatalismo nivelador, fomentador de arbitrariedad y tiranía. Firme en esta idea, se dedicó a elevar la cultura social de los católicos, con asociaciones, publicaciones y conferencias. Creaba así el clima propicio para las iniciativas de solidaridad, desde las cooperativas a los bancos populares, a las cajas rurales. Las Semanas Sociales, promovidas por Toniolo en Italia en 1907, todavía siguen estimulando la reflexión y el compromiso concreto. Así configurada, la obra de Toniolo preparaba para los católicos el momento de un compromiso político más específico, entonces todavía prematuro. Con este fin, el profesor pisano no dejó de reiterar los dos principios complementarios de la primacía de la sociedad civil y del papel no despreciable del Estado, según los criterios de subsidiariedad y solidaridad, pilares de la doctrina social de la Iglesia.

Así cultivó el ideal de una sociedad verdaderamente democrática, en la cual la estrella polar era el bien común que debía lograrse en la convergencia de todas las fuerzas sociales, en beneficio de los más pobres. Una democracia que, para ser así, incluso en la apertura a todos y con la colaboración de todos, a los ojos del beato Giuseppe Toniolo nunca podría haberse realizado adecuadamente, sin recurrir a la linfa vital de los valores evangélicos.

Esa visión, desde el ámbito económico y sociológico, se remontaba a los más altos principios de la ciencia y la cultura. Por esta razón, concibió la Sociedad Católica Italiana para los estudios científicos, un lejano germen de la Universidad Católica del Sagrado Corazón. Su visión adquirió gradualmente un carácter cada vez más global, especialmente cuando, tras las ruinas de la Primera Guerra Mundial, Toniolo planteó el problema de cómo garantizar la paz para el futuro. Pidió por eso a la Santa Sede que se hiciera promotora de un Instituto que fuera un laboratorio de derecho internacional bien fundado y ampliamente compartido. ¿Quién no ve hoy en día, ante los escenarios de guerras regionales que a menudo hacen temer una escalada mundial, la urgencia de esta necesidad, para reconciliar los derechos de las naciones con las necesidades de la familia humana universal? ¿Cómo no compartir con Toniolo que la perspectiva de una paz estable y real se construye mediante la integración de respeto de los derechos humanos con la superación del individualismo, tejiendo las relaciones en las que la persona humana se expande, sobre la base del valor sagrado de la vida y del valor constitutivo de la familia?

Una visión tan luminosa era en Toniolo no sólo el resultado de una mente aguda, sino sobre todo la expresión de un corazón habitado por la oración y el amor a la Eucaristía. Enraizado en este humus espiritual, formulaba el propósito de convertirse en santo y expresaba la convicción de que la salvación de la sociedad estaba vinculada a la santidad. Era necesario apuntar —como decía— a una "sociedad de santos". Perspectiva que responde bien a lo que afirmaba el Concilio Vaticano II sobre la llamada universal a la santidad, reiterado recientemente, también la exhortación apostólica del Santo Padre Francisco Gaudete et exsultate.

Cien años después de su muerte, la situación en Europa y en el mundo, marcado por nuevos problemas como la agudización de la cuestión ambiental y el nuevo encuentro de pueblos y culturas en el apremiante fenómeno de las migraciones, la visión de Toniolo aún es capaz de ofrecer ideas para el discernimiento y el compromiso. El Santo Padre espera que los católicos italianos aprendan de este insuperable "maestro" a interrogarse sobre la urgencia de un nueva estación de su compromiso social y político que, sin cancelar las diferencias legítimas, se encamine por itinerarios unitarios de orientaciones y propósitos, apartando de la presencia católica en la sociedad la tentación de la indiferencia y el riesgo de la irrelevancia. Los católicos italianos sepan imitar el entusiasmo del beato Giuseppe Toniolo. Que se sitúen en el surco de su "profecía". Y que, una vez más, estén en primera línea los jóvenes, que el reciente Sínodo ha señalado a la atención de toda la Iglesia y a los cuales el profesor de Pisa se dedicó con especial interés desde su cátedra universitaria y estando cerca de los jóvenes de la FUCI. Con estos pensamientos el Papa Francisco imparte a los que han organizado la conferencia y a los que participan su bendición apostólica.

Agrego mis mejores deseos personales para el éxito de la jornada de estudio.

Cardenal Pietro Parolin
Secretario de Estado


 

Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 24 de noviembre de 2018

 



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