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VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA EL III DÍA INTERNACIONAL DE LA FRATERNIDAD HUMANA
Y LA ENTREGA DEL PREMIO ZAYED

4 de febrero de 2023

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Queridas hermanas y queridos hermanos, ¡buenos días!

Saludo con afecto y estima al Gran Imán Ahmed Al-Tayyeb con el cual, exactamente hace cuatro años en Abu Dhabi, firmé el Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común.

Doy las gracias a su alteza el jeque Mohammed bin Zayed por su compromiso a favor del camino de la fraternidad; el Alto Comité para la Fraternidad Humana por las iniciativas promovidas en varias partes del mundo; y doy las gracias también a la Asamblea General de las Naciones Unidas porque, con la resolución de diciembre 2020, estableció el 4 de febrero como Día Internacional de la Fraternidad Humana. Además me alegra asociarme a la loable iniciativa de la asignación del premio Zayed por la Fraternidad Humana 2023.

En el compartir sentimientos de fraternidad los unos por los otros, estamos llamados a hacernos promotores de una cultura de paz que anime al diálogo, la comprensión recíproca, la solidaridad, el desarrollo sostenible y la inclusión. Todos nosotros llevamos en el corazón el deseo de vivir como hermanos, en la ayuda recíproca y en armonía. El hecho de que a menudo esto no se verifique —y lamentablemente tenemos señales dramáticas— debería estimular aún más la búsqueda de la fraternidad.

Es verdad que las religiones no tienen la fuerza política para imponer la paz, pero transformando al hombre desde dentro, invitándolo a desprenderse del mal, lo orientan hacia una actitud de paz. Las religiones tienen, pues, una responsabilidad decisiva en la convivencia entre los pueblos: su diálogo teje una trama pacífica, rechaza las tentaciones de desgarrar el tejido civil y libera de la instrumentalización de las diferencias religiosas con fines políticos. También es relevante la tarea de las religiones para recordar que el destino del hombre va más allá de los bienes terrenos y se sitúa en un horizonte universal, porque cada persona humana es criatura de Dios, de Dios venimos y a Dios todos volvemos.

Las religiones, para ponerse al servicio de la fraternidad, necesitan dialogar entre ellas, conocerse, enriquecerse recíprocamente y profundizar sobre todo en lo que une y la colaboración para el bien de todos.

Las diferentes tradiciones religiosas, recurriendo cada una al propio patrimonio espiritual, pueden aportar una gran contribución al servicio de la fraternidad. Si somos capaces de demostrar que es posible vivir la diferencia en la fraternidad, podremos poco a poco liberarnos del miedo y de la desconfianza hacia el otro que es diferente a mí. Cultivar la diversidad y armonizar las diferencias no es un proceso sencillo, sino que es la única vía capaz de garantizar una paz sólida y duradera, es un compromiso que requiere reforzar nuestra capacidad de dialogar con los demás.

Hombres y mujeres de diferentes religiones caminan hacia Dios recorriendo caminos que cada vez más a menudo se cruzan. Cada encuentro puede ser ocasión para oponerse o, con la ayuda de Dios, para animarse mutuamente e ir adelante como hermanos y hermanas. Compartimos de hecho no solo un común origen y descendencia, sino también un destino común, el de criaturas frágiles y vulnerables, como el periodo histórico que estamos viviendo nos muestra de forma evidente.

Queridos hermanos y queridas hermanas, somos conscientes de que el recorrido de la fraternidad es un camino largo y difícil. Contra los muchos conflictos, contra las sombras de un mundo cerrado, ¡opongamos el signo de la fraternidad! Esta nos insta a acoger al otro y respetar su identidad, nos inspira a trabajar en la convicción de que es posible vivir en armonía y en paz.

Doy las gracias a todos aquellos que se unirán a nuestro camino de fraternidad, y los animo a comprometerse por la causa de la paz y responder a los problemas y a las necesidades concretas de los últimos, de los pobres, de los indefensos, de aquellos que necesitan nuestra ayuda.

Y en esta dirección va el Premio Zayed para la Fraternidad Humana. Muchas gracias, muchas gracias por vuestra sesión con el premio de este año, que fue entregado a la comunidad de Sant'Egidio ya la señora Shamsa Abubakar Fadhil. Muchas gracias por vuestro trabajo, por vuestro testimonio.

Y a todos vosotros, queridos hermanos y hermanas, mi saludo y mi bendición.



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