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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA XXVI SOLEMNE SESIÓN PÚBLICA
DE LAS ACADEMIAS PONTIFICIAS

 

Al querido hermano
cardenal José Tolentino de Mendonça
Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación
Presidente del Consejo de coordinación entre las Academias pontificias

Con ocasión de la XXVI solemne reunión pública de las Academias pontificias, me complace transmitirle, señor cardenal, mis mejores deseos para su servicio como presidente del Consejo de coordinación entre las Academias pontificias. En efecto, con su nombramiento como Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, usted ha asumido también esta tarea, que debe llevarse a cabo en el espíritu y según el planteamiento de la Constitución apostólica Praedicate Evangelium (cf. art. 162). Al mismo tiempo, deseo expresar mi gratitud al cardenal Gianfranco Ravasi, que durante quince años presidió el Consejo de Coordinación, dando un impulso considerable a la vida de las Academias pontificias y realzando el valor de las Sesiones públicas. Saludo, por tanto, con profunda gratitud, a los distinguidos Presidentes y Miembros presentes, así como a las distinguidas Autoridades y a todos los participantes en el tradicional encuentro, en el que, a su vez, cada Academia presenta un tema relevante para su propio ámbito de actividad.

Esta Sesión Pública ha tenido por protagonista la Pontificia Academia Insigne de Bellas Artes y Letras de los Virtuosos del Panteón, la más antigua de las instituciones representadas en el Consejo. El Presidente, el Prof. Pio Baldi, y los Académicos solicitaron, para esta edición del Premio, las propuestas de quienes, en diversas funciones, se dedican a la arquitectura sacra y, por tanto, al diseño, acondicionamiento, adaptación litúrgica, renovación y reutilización de espacios destinados al culto, teniendo en cuenta las nuevas exigencias y el lenguaje arquitectónico contemporáneo.

El tema es significativo y actual, dado que está siempre vivo, y a veces incluso es muy animado, el debate sobre las propuestas de renovación de la arquitectura sacra, que tiene la ardua tarea de crear, sobre todo en los nuevos barrios, tanto en la periferia de las ciudades como en las pequeñas poblaciones, espacios adecuados en los que la comunidad cristiana pueda celebrar dignamente la santa liturgia según las enseñanzas del Concilio Vaticano II.

Sabemos bien cuán importante es el ambiente celebrativo para favorecer la oración y el sentido de comunión: el espacio, la luz, la acústica, los colores, las imágenes, los símbolos, el mobiliario litúrgico constituyen elementos fundamentales de esa realidad, de ese acontecimiento, humano y divino al mismo tiempo, que es precisamente la liturgia.

Por este motivo, quisiera referirme a la reciente Carta apostólica Desiderio desideravi, dedicada precisamente a la formación litúrgica del Pueblo de Dios, para subrayar dos aspectos que ciertamente pueden aplicarse también a las cuestiones arquitectónicas y artísticas. En primer lugar, es esencial redescubrir el lenguaje simbólico y ser capaces de entenderlo: «Haber perdido la capacidad de comprender el valor simbólico del cuerpo y de toda criatura hace que el lenguaje simbólico de la Liturgia sea casi inaccesible para el hombre moderno. No se trata, sin embargo, de renunciar a ese lenguaje: no se puede renunciar a él porque es el que la Santísima Trinidad ha elegido para llegar a nosotros en la carne del Verbo. Se trata más bien de recuperar la capacidad de plantear y comprender los símbolos de la Liturgia» (n. 44).

Otro aspecto esencial es el de la inspiración de la creatividad artística y arquitectónica, que en la visión cristiana brota precisamente de la vida litúrgica, de la acción del Espíritu y no de la sola subjetividad humana: «Es necesario —continúa la Carta Apostólica—  conocer cómo actúa el Espíritu Santo en cada celebración: el arte de celebrar debe estar en sintonía con la acción del Espíritu. Sólo así se librará de los subjetivismos [...] y de los culturalismos [...] Un artesano sólo necesita la técnica; un artista, además de los conocimientos técnicos, no puede carecer de inspiración, que es una forma positiva de posesión: el verdadero artista no posee un arte, ni es poseído por él» (nn. 49-50).

Aceptando ahora las propuestas que las Academias Pontificias han formulado para el Premio de la presente edición, me complace conceder, con la Medalla de Oro del Pontificado, el Premio de las Academias Pontificias al Estudio OPPS, por una intervención de renovación y adaptación litúrgica de la capilla de la Fundación San Francisco de Asís y Santa Catalina de Siena, en Roma.

A continuación, concedo con gusto la Medalla de plata del Pontificado a la arquitecta Federica Frino, por el proyecto de la nueva iglesia de Santo Tomás de Pontedera.

Querido Hermano, le deseo a usted y a cada uno de los Académicos un fecundo compromiso en los respectivos campos de investigación y de servicio y, encomendándoos a la materna protección de la Virgen María, Templo y Arca de la Nueva Alianza, me encomiendo a sus oraciones y de corazón les imparto a ustedes y a todos los presentes la Bendición Apostólica.

Vaticano, 14 de marzo de 2023

Francisco



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