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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN LA ESCUELA DE VERANO DE ASTROFÍSICA
DEL OBSERVATORIO ASTRONÓMICO VATICANO

 

Queridos hermanos y hermanas:

Deseo dirigiros mi saludo y mis mejores deseos a vosotros, que participáis en la Escuela de verano de astrofísica del Observatorio vaticano; y doy las gracias de corazón a cuantos os guían en esta experiencia.

En los últimos tiempos todos estamos fascinados por los grandes descubrimientos sobre el universo que los astrónomos nos ofrecen. Las maravillosas imágenes enviadas por el nuevo telescopio espacial James Webb nos dejan estupefactos; y cuando el Observatorio Vera Rubin esté operativo promete hacernos ver cómo el universo crece y cambia ante nuestros ojos. Lo que llama especialmente la atención es la inmensidad del universo que estamos descubriendo. Es sorprendente considerar su enorme tamaño y la increíble cantidad de galaxias, estrellas y planetas que se han identificado.

Hace unos dos mil quinientos años, el salmista escribía: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, | la luna y las estrellas que has creado. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, | el ser humano, para mirar por él?» (Sal  8,4-5). Desde siempre, la inmensidad del universo ha sido fuente de asombro. Puede parecer abrumador, incluso aterrador. Vosotros, jóvenes del siglo XXI, os proponéis en esta Escuela de Verano abrazar la inmensidad del universo y desarrollar los métodos con los cuales encontrar semillas de comprensión dentro del flujo continuo de nuevos datos.

Estáis adquiriendo herramientas que os ayudarán a comprender el universo. Pero todos sabemos que, a pesar de tener el mejor de los instrumentos, la calidad de los resultados depende de la pericia del artesano. Una gran tentación, tanto en la ciencia como en la filosofía, es tratar de obtener solo las respuestas que esperamos, mientras que también somos capaces de dejarnos sorprender por cualquier novedad no planificada. Por lo tanto, me gustaría deciros que no estéis satisfechos con los resultados de vuestros estudios hasta que también os sorprendáis. Y aunque vuestra mirada pase a través de la ventana de la astronomía, no olvidéis las otras ventanas que pueden mostraros realidades importantes, como la compasión y el amor, realidades que estáis encontrando también en la amistad que está creciendo entre vosotros en estos días.

Lo más sorprendente de este universo es que contiene criaturas como nosotros que son capaces de observarlo con asombro y de “interrogarlo”. En efecto, cuando el salmista pregunta: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, | el ser humano, para mirar por él?», inmediatamente añade: «Lo hiciste poco inferior a los ángeles, | lo coronaste de gloria y dignidad» (Sal  8,5-6).

No perdáis nunca este sentido de asombro, tanto en vuestra búsqueda como en vuestra vida; que podáis ser siempre impulsados por el amor a la verdad y asombrados por todo lo que cada fragmento del universo os ofrece.

Os deseo días serenos y fructíferos de estudio y amistad. Os bendigo de corazón a vosotros y a vuestro camino. Y les pido por favor que recen por mí.

Roma, desde el  Policlínico “Gemelli”,  15 de junio de 2023

Francisco



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