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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN LA ASAMBLEA DE LA
FEDERACIÓN ITALIANA DE EJERCICIOS ESPIRITUALES (FIES)

Sala Clementina
Lunes 3 de marzo de 2014

 

Eminencia,
excelencia,
queridos hermanos y hermanas:

Os recibo muy complacido con ocasión de este aniversario. Saludo al presidente, le saludo y agradezco sus palabras. Saludo a los consejeros, a los delegados y a todos los presentes.

Este importante aniversario os ofrece la ocasión propicia para un balance, para reflexionar en vuestra historia haciendo memoria de los orígenes y leyendo los nuevos signos de los tiempos. Por ello hace bien recordar la finalidad de la Federación, que es la de «dar a conocer los ejercicios espirituales, entendidos como una experiencia fuerte de Dios en un clima de escucha de la Palabra en orden a una conversión y entrega cada vez más total a Cristo y a la Iglesia» (art. 2).

El tema que habéis escogido para vuestra Asamblea: «Enamorados de la belleza espiritual para difundir la fragancia de Cristo» (cf. 2 Cor 2, 14), expresa la convicción de que proponer los ejercicios espirituales, significa invitar a una experiencia de Dios, de su amor, de su belleza. Quien vive los ejercicios de modo auténtico experimenta la atracción, la fascinación de Dios, y vuelve renovado, transfigurado a la vida ordinaria, al ministerio, a las relaciones cotidianas, llevando consigo el perfume de Cristo.

Los hombres y las mujeres de hoy tienen necesidad de encontrar a Dios, de conocerlo «no sólo de oídas» (cf. Job 42, 5). Vuestro servicio está totalmente orientado a esto, y lo hacéis al ofrecer los espacios y tiempos de escucha intensa de su Palabra en el silencio y en la oración. Lugares privilegiados para tal experiencia espiritual son las casas de espiritualidad, que se orientan a esta finalidad, sostenidas y provistas de personal adecuado. Aliento a los pastores de las diversas comunidades a preocuparse para que no falten casas de ejercicios, donde agentes bien formados y predicadores preparados, dotados de cualidades doctrinales y espirituales, sean auténticos maestros de espíritu. Sin embargo, jamás olvidemos que el protagonista de la vida espiritual es el Espíritu Santo. Él sostiene cada iniciativa nuestra de bien y de oración.

Queridos amigos, una buena tanda de ejercicios espirituales contribuye a renovar en quien participa de ella la adhesión incondicional a Cristo, y ayuda a comprender que la oración es el medio insustituible de unión con Él crucificado: pone me iuxta te! Os doy las gracias por el valioso servicio que prestáis a la Iglesia, a fin de que la práctica de los ejercicios espirituales se difunda, sostenga y valorice. Que la Virgen os asista siempre en este trabajo. Por mi parte, os pido que recéis por mí, y sobre todos vosotros invoco la abundancia de las bendiciones celestiales.

 



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