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PALABRAS DEL SANTO PADRE FRANCISCO
DURANTE EL ENCUENTRO CON LOS FAMILIARES DE LAS VÍCTIMAS DE LA CRIMINALIDAD ORGANIZADA
Y LOS VOLUNTARIOS DE LA ASOCIACIÓN "LIBERA"

Parroquia de San Gregorio VII, Roma
Viernes 21 de marzo de 2014

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Queridos hermanos y hermanas:

Gracias por haber realizado esta etapa en Roma, que me da la posibilidad de encontrarme con vosotros, antes de la vigilia y de la «Jornada de la memoria y del compromiso» que viviréis esta noche y mañana en Latina. Doy las gracias a don Luigi Ciotti y a sus colaboradores, y también a los padres franciscanos de esta parroquia. Saludo también al obispo de Latina, monseñor Crociata, aquí presente. Gracias, excelencia.

El deseo que siento es de compartir con vosotros una esperanza, y es esta: que el sentido de responsabilidad poco a poco triunfe sobre la corrupción, en todas las partes del mundo... Y esto debe partir desde dentro, de las conciencias, y desde allí volver a curar, volver a sanar los comportamientos, las relaciones, las decisiones, el tejido social, de modo que la justicia gane espacio, se amplíe, se arraigue, y ocupe el sitio de la iniquidad.

Sé que vosotros sentís fuertemente esta esperanza, y quiero compartirla con vosotros, deciros que os estaré cercano incluso esta noche y mañana, en Latina —si bien no podré ir físicamente, pero estaré con vosotros en este camino, que requiere tenacidad, perseverancia.

En especial, quiero expresar mi solidaridad a quienes entre vosotros han perdido a una persona querida, víctima de la violencia mafiosa. Gracias por vuestro testimonio, porque no os habéis cerrado, sino que os habéis abierto, habéis salido, para contar vuestra historia de dolor y de esperanza. Esto es muy importante, especialmente para los jóvenes.

Quiero rezar con vosotros —y lo hago de corazón— por todas las víctimas de la mafia. Incluso hace pocos días, cerca de Taranto, se produjo un delito que no tuvo piedad ni siquiera de un niño. Pero al mismo tiempo recemos juntos, todos juntos, para pedir la fuerza de seguir adelante, de no desalentarnos, sino de seguir luchando contra la corrupción.

Y siento que no puedo terminar sin decir una palabra a los grandes ausentes, hoy, a los protagonistas ausentes: a los hombres y mujeres mafiosos. Por favor, cambiad de vida, convertíos, deteneos, dejad de hacer el mal. Y nosotros rezamos por vosotros. Convertíos, lo pido de rodillas; es por vuestro bien. Esta vida que vivís ahora, no os dará placer, no os dará alegría, no os dará felicidad. El poder, el dinero que vosotros ahora tenéis de tantos negocios sucios, de tantos crímenes mafiosos, es dinero ensangrentado, es poder ensangrentado, y no podréis llevarlo a la otra vida. Convertíos, aún hay tiempo, para no acabar en el infierno. Es lo que os espera si seguís por este camino. Habéis tenido un papá y una mamá: pensad en ellos. Llorad un poco y convertíos.

Recemos juntos a nuestra Madre María para que nos ayude: Ave María...

 



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