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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN EL "EUROMOOT"
DE LA UNIÓN INTERNACIONAL DE GUÍAS Y SCOUTS DE EUROPA

Aula Pablo VI
Sábado, 3 de agosto de 2019

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Queridos amigos, buenos días y bienvenidos:

Agradezco al cardenal Angelo Bagnasco sus palabras y os doy las gracias también a todos vosotros porque estáis aquí y porque habéis recorrido un largo camino para llegar. Habéis recorrido un largo camino. Estáis un poco cansados, seguramente. De una cosa estoy seguro: de que os sentís más libres por dentro que antes. Estoy seguro de ello. ¿Y qué nos dice esto? Que la libertad se conquista en  camino, no se compra en el supermercado. Se conquista en camino. La libertad no llega encerrándose en la habitación con el móvil ni tampoco "colocándose" un poco para evadir de la realidad. No, la libertad llega en camino, paso a paso, juntos, nunca solos.

En vuestro camino habéis tenido cinco etapas, cinco encuentros con grandes santos que en épocas diversas han recorrido Europa: Pablo de Tarso, Benito de Nursia, Cirilo y Metodio, Francisco de Asís, Catalina de Siena. Esta gente, estos santos, ¿qué tenían en común? No esperaron nada de la vida o de los demás, pero se fiaron de Dios y se arriesgaron, se pusieron en juego, en camino para realizar sueños tan grandes que después de siglos nos han hecho bien a nosotros, a vosotros, a todos. Dieron la vida, no se la guardaron para ellos mismos. Entonces, después de estos cinco encuentros, me gustaría dejaros cinco palabras. Vosotros habéis tenido cinco encuentros, yo quisiera dejaros cinco palabras. No mías, sino del Evangelio que os ha acompañado en el trayecto y que os invito a llevar siempre con vosotros, como vuestro navegador —el Evangelio es el verdadero navegador por la senda de la vida— y a abrirlo cada día, porque el Evangelio es el mapa de la vida. Estas son las cinco palabras de Jesús, son cinco palabras, fáciles de recordar: «Dad y se os dará» (Lc 6,38). Cinco palabras, pero todo un mensaje, un programa de vida. Palabras simples, que trazan una ruta clara. Dad y se os dará.

Ante todo, dad. Hoy se piensa inmediatamente en tener. Muchos viven con el único propósito de poseer lo que les gusta. Pero nunca están satisfechos, porque cuando tienes una cosa quieres otra y luego otra, y se sigue así, sin fin. No hay saciedad en tener. El tener más causa más hambre, más ganas de tener, sin encontrar lo que es bueno para el corazón. El corazón se entrena no con el tener, sino con el don. El tener hincha el corazón, lo vuelve pesado, lo hace mundano. El don lo aligera. Es un entrenamiento diario. Por eso Jesús fija como punto de partida no el tener, sino el dar: ¡dad es decir, empezar a poner en juego la vida! Dar quiere decir levantarse del sillón, de las comodidades que llevan a replegarse sobre uno mismo, y ponerse en camino. Dar quiere decir dejar de someterse a la vida y salir al ruedo para regalar al mundo algo de bien. Por favor, no dejéis la vida en el comodín, no os contentéis con verla pasar en la televisión, no creáis que será la próxima aplicación que os descarguéis la que os hará felices. «Los sueños más bellos se conquistan con esperanza, paciencia y empeño, renunciando a las prisas» (Exhortación Apostólica Christus Vivit, 142). Dios te acompaña en este viaje y te anima, para que puedas dar lo mejor de ti mismo. También hay otra cosa en el deseo de tener: la alienación. Pierde tu originalidad y te convertirás en una fotocopia. Pero Dios creó a cada uno original, con su propio nombre. No hagamos de nuestra originalidad una fotocopia de nuestra originalidad ―como decía Carlo Acutis, ese chico de 16 años―. ¡Cuántos jóvenes de hoy, ¡que tristeza!, son una fotocopia, han perdido su originalidad y copian la identidad de cualquier otra originalidad! Tú dices: «Vale, doy lo mejor de mí, pero a la gente no le importa nada, muchos piensan sólo en sí mismos. ¿No pasaré por ingenuo y no servirá de nada y si doy quedo como un ingenuo del que todo se ríe? Me gustaría deciros: Fíate de Jesús. Fíate de Jesús. Él, después de haber dicho, dad, agrega: y se os dará. Dios es Padre y os dará más de lo que imagináis. Dios no te deja con las manos vacías. Cuando parece que te quita algo, es sólo para dejar sitio y darte más y mejor, para hacerte avanzar en el camino. Te libera de las falsas promesas del consumo para hacerte libre dentro. Jesús te hace feliz dentro, no fuera. Jesús no te maquilla, no: te vuelve real dentro, te hace hermoso desde dentro, ¡te hace hermosa desde dentro! No desde fuera. Te da lo que nada te puede dar; porque el último Smartphone, el coche más rápido o el vestido de moda, además de no bastar nunca, nunca te darán la alegría de sentirte amado ni tampoco la alegría de amar. Y esta es la verdadera alegría: sentirse amado y amar.

Lo primero, pues, es dar. Es el secreto de la vida. ¿Sabéis por qué? Porque la vida es una realidad especial: «Quiero poseer la vida, poseer mi vida. ¿Qué tengo que hacer? La vida se posee sólo dándola, dándola. ¡Así poseerás tu vida! Pero puedes decir: «Aunque dé lo mejor de mí, la realidad no cambiará a mejor». Eso no es verdad. ¿Sabes por qué? Porque eres único. Porque nadie en el mundo puede dar al mundo lo que tú estás llamado a dar. Lo mismo le dijo alguien a la Madre Teresa de Calcuta: «Pero Usted, hermana, hace esto con los pobres, con los moribundos... Hace tantas cosas hermosas... Pero, ¿de qué sirve en un mundo tan pagano, tan ateo, tan malvado, con tantas guerras? Y ella decía: «Una gota más en el mar. Si yo no la doy, no la dará nadie » Nadie puede dar lo que yo, único, puedo dar. ¡Nadie en el mundo puede dar lo que tú estás llamado a dar! Cada uno de vosotros es único y —por favor nunca lo olvidéis — es precioso a los ojos de Dios. Para la Iglesia sois preciosos, para mí sois preciosos. Me gustaría decírselo a cada uno de vosotros: para mí eres precioso. Para Dios eres precioso. Sería bonito que lo dijerais de corazón cada vez que os encontréis juntos, a cada uno, de corazón: «Eres precioso, eres precioso...». Este es el don. También vale para los demás la invitación de Jesús: “Dad y se os dará”. Me gusta pensar en lo en el argot de los scouts llamáis Salida es decir, el momento en el que elegís hacer del servicio vuestra forma de vida. Abrirse al otro, vivir para hacer el bien al otro, vivir —para usar vuestras palabras— la hermandad scout: si vivís así, os será dado. Sí, porque si construís puentes hacia los demás, veréis a los demás recorriendo esos puentes hacia vosotros. Cuando, en cambio, se está solo mirando al techo, perdiéndose en fantasías, se vive en pompas de jabón. Pero una vida que vaga por los aires se evapora en lugar de avanzar. Mirad vuestras manos, hechas para construir, para servir, donar y dar a los demás y deciros: «I care, el otro me importa».

Dad y se os dará también se aplica a la creación. Si seguimos explotándola, nos dará una lección terrible. Ya lo estamos viendo. Si la cuidamos, tendremos una casa también mañana. En vuestro camino os habéis sumergido en la naturaleza. ¡Hermoso! ¿Habéis notado que la creación no tiene fronteras? La creación no tiene fronteras: es de todos y para todos. Las plantas, los bosques, los animales crecen sin fronteras, sin aduanas. La creación es un libro abierto que nos da una enseñanza preciosa: estamos en el mundo para encontrarnos con los demás, para crear comunión, porque todos estamos conectados. La creación está hecha para conectarse con Dios y entre nosotros, es el social de Dios. Pero si partimos de preconceptos sobre los demás, de ideas preestablecidas, siempre veremos límites y barreras. Si en cambio comenzamos a encontrar al otro, con su historia, con su realidad, descubriremos a un hermano con quien habitar en la casa común, habitar la creación que no tiene fronteras.

Queridos amigos, habéis caminado hasta aquí siguiendo el lema Parate viam Domini. Os animo a que preparéis el camino del Señor dondequiera que estéis. El camino del Señor es fácil de reconocer: es el que tiene el don como sentido de marcha, que hace que el mundo avance; no la posesión, que hace retroceder. No lo olvidéis: la posesión es así. Dar es así. La posesión te hace retroceder. Dar te hace avanzar. Si se elige el camino del don uno se convierte en ciudadano activo, como decía vuestro fundador Baden Powell. Hoy es muy importante: el Señor no busca solamente gente buena —no es sólo esto—, el Señor busca gente que haga el bien. También el amor por Europa que os acomuna, no requiere solo observadores atentos, sino constructores activos: constructores de sociedades reconciliadas e integradas que den vida a una Europa renovada; no protectora de espacios, sino generadora de encuentros. Europa necesita encontrarse. Vosotros, rovers y escultas de toda Europa, tenéis esta tarea histórica. Con vuestro camino y vuestros sueños ya estáis forjando el espíritu europeo. El distintivo de todos los scouts es un lirio. Es el símbolo que indica el norte en las brújulas y en los mapas antiguos. Recordad que el escultismo está destinado a formar hombres y mujeres que abren caminos hacia lo Alto y mantienen la ruta acertada, la del bien. No lo olvidéis: dad, siempre así, hacia adelante; no con el deseo de poseer que siempre hace retroceder. «Dad y se os dará». Será el don lo que colmará vuestro deseo. Os deseo, queridos escultas y rovers de Europa, que seáis abridores de caminos en la senda del don, abridores de caminos en esta senda del don, del dar. Dad y se os dará. ¡Os doy las gracias, os pido que recéis por mí y os deseo un buen camino!

 


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 3 de agosto de 2019.

 



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