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VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO
A PANAMÁ CON OCASIÓN DE LA
XXXIV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
(23-28 DE ENERO DE 2019)

CONFERENCIA DE PRENSA DEL SANTO PADRE
DURANTE EL VUELO DE REGRESO A ROMA

Domingo, 27 de enero de 2019

[Multimedia]


 

Gisotti:

Buenas tardes. Santo Padre, escuchamos todavía el grito de “la juventud del Papa”, “la juventud de Jesucristo”, como ha dicho también Mons. Ulloa [Arzobispo de Panamá]. Esta alegría grande e intensa que ha dado tanta energía durante estos días. Y creo que todos hemos visto en su rostro la alegría de este encuentro, así como en los rostros de los jóvenes. Aquí traigo algo que muchos periodistas, creo que casi todos, saben: este no será un documento que entre en el magisterio del Papa, pero es un documento que sé que es muy importante para usted. Esta es una canción que escribió una muchacha de Honduras, Martha Ávila, cuya foto le entregué ayer.

Esta canción es prácticamente una canción contra el acoso escolar, y fue un pequeño signo en una reunión con Scholas Occurrentes. Esto para decir que también estuvo presente el elemento del dolor de estos jóvenes, así como el de la alegría que hemos visto en muchas ocasiones. Solo quiero contarles una imagen que me ha impresionado tanto: Santo Padre, iba en el papamóvil, vi a tantos jóvenes que luego, después de saludarle, tal vez por un momento, se abrazaban. Esto me conmovió: compartir la alegría, es decir, los jóvenes que se abrazaban después de haberlo visto, incluso por un momento. Esto es quizás algo que es una lección para nosotros los adultos. Los jóvenes, cuando están felices, comparten la alegría, no la guardan para ellos mismos: esto es algo que quería compartir con usted y con los periodistas.

Santo Padre, también tuvo —entre las muchas sorpresas que ha dado en estos días— una reunión con Unicef, justo en los últimos momentos antes de la despedida, en la Nunciatura.

No sé si antes de darles la palabra a los periodistas para las preguntas desea dirigir también unas palabras de saludo.

Papa Francisco:

Buenas tardes, y también buen descanso, porque seguro que todos están cansados, después de este viaje tan intenso. Gracias por su trabajo. También para mí hubo cosas que no imaginé, sorpresas, como la que Gisotti dijo sobre la muchacha de dieciséis años de Honduras, una víctima de acoso escolar, que cantó con una hermosa voz y escribió esta canción. Y también la reunión, antes de abandonar la Nunciatura, con personas de Unicef ​​de América Central, con algunos testimonios de dos niños y luego de los que allí trabajan: escuché algunas cosas que tocan el corazón. Fue un viaje fuerte. Doy la palabra a ustedes.

Gisotti:

Un viaje que tiene muchos viajes dentro; por lo tanto, os ruego que os mantengáis en el tema de este gran viaje que ha representado al mundo a través de los jóvenes que estuvieron presentes. Obviamente, la primera palabra es de la prensa local, en Panamá: Edwin Cabrera Uribe de “Radiopanamá”. Le hará dos preguntas en nombre de todo el grupo de periodistas panameños. Gracias, Edwin.

Edwin Cabrera Uribe

Santo Padre, primero es lo primero: muchísimas gracias, en nombre de mis seis compañeros y el mío como panameños. Lo que usted nos ha regalado es muy grande, muy grande. La pregunta: Santo Padre, usted les habló hoy a los voluntarios sobre la misión que han vivido. Usted les dijo: “Ustedes ahora saben cómo palpita el corazón cuando se vive una misión”. La pregunta es: ¿Y la misión del Papa Francisco en Panamá? ¿Qué le impactó? ¿Qué le movió? ¿Cumplió el Papa Francisco la misión en la JMJ Centroamericana, porque fue en Panamá, pero desde Polonia se dijo que era Centroamericana? Y en el camino, Santo Padre, tenemos una misión pendiente con Nicaragua, ¿verdad?

Papa Francisco

Mi misión en una Jornada de la Juventud es la misión de Pedro, confirmar en la fe, y eso, no con mandatos fríos o preceptivos sino dejándome tocar el corazón y respondiendo lo que ahí venía. O sea, yo no concibo —porque en mí lo vivo así— no concibo, me cuesta pensar que alguien pueda cumplir una misión solo con la cabeza. Para cumplir una misión hay que sentirla y cuando sentís, te golpea: te golpea la vida, te golpean los problemas... Estaba en el aeropuerto despidiéndome del Presidente y trajeron un chico —un negrito simpático, azabache era, chiquito así— y me dijo: “Mire este chico estaba pasando la frontera de Colombia, la madre muerta, quedó solo —sí, ¿qué tendría, 5 años?—, es de África, pero todavía no sabemos de qué país porque no habla ni el inglés, ni el portugués, ni el francés, habla la lengua tribal de él y lo adoptamos un poco nosotros”, me dice. Un chico muy fresco, se movía muy bien… Pero el drama de un chico abandonado por la vida porque su mamá murió ahí y un policía lo entregó a las autoridades para que se hicieran cargo. Eso te abofetea y eso hace que la misión empiece a tener color. Que vos puedas decir algo o acariciar, no es una razón. O sea, la misión siempre te involucra, al menos a mí me involucra. Será porque soy “tano” y me sale de adentro y me involucra. Le digo siempre a los jóvenes: “Ustedes lo que tienen que hacer en la vida lo tienen que hacer caminando y con los tres lenguajes: el de la cabeza, el del corazón y el de las manos”. Y los tres lenguajes armónicos, de tal manera que piensan lo que sienten y lo que hagan, sientan lo que piensan y lo que hacen, hagan lo que sienten y piensen. Yo no sé hacer un balance de la misión. Yo con todo esto siempre voy a la oración y me quedo ahí delante del Señor, a veces me duermo delante del Señor, pero llevando todas estas cosas que he vivido en la misión y le pido que Él confirme en la fe a través de mí. Esto es como concibo la misión del Papa y como la vivo yo. Hubo casos, por ejemplo, que plantearon alguna dificultad de tipo dogmática y a mí no me sale contestarle solo con la razón, me sale actuar de otra manera.

Edwin Cabrera Uribe:

En general, ¿la JMJ panameña llenó sus expectativas?

Papa Francisco:

Evidentemente, el termómetro de si un viaje llena las expectativas es el cansancio, y estoy refiltrado.

Edwin Cabrera Uribe:

Y finalmente, Santo Padre. Hay un problema que es común en toda Centroamérica, incluyendo Panamá y buena parte de Latinoamérica: embarazos de niñas, de jóvenes, embarazos precoces, solamente en Panamá hubo 10 mil y tanto el año pasado y en Centroamérica no ha sido diferente. Los detractores de la Iglesia católica responsabilizan a la Iglesia porque se oponen a que se dé educación sexual en las escuelas. La Iglesia católica tiene muchas escuelas en Latinoamérica y universidades. Me gustaría conocer la opinión de Papa Francisco sobre la educación sexual.

Papa Francisco:

Yo creo que en las escuelas hay que dar educación sexual. El sexo es un don de Dios, no es el “cuco”, es el don de Dios para amar. Que algunos lo usan para ganar plata, para explotar a otros, es otro problema. Pero hay que dar educación sexual objetiva, como es, sin colonizaciones ideológicas. Pero si de entrada le das una educación llena de colonizaciones ideológicas destruís a la persona. El sexo como don de Dios necesita ser educado, no con rigidez, educar es e-ducere, sacar lo mejor de la persona, acompañarla en el camino. El problema está en los responsables de la educación —ya sea a nivel nacional, provincial o de cada unidad escolar— qué maestros escogen para esto o qué libros de texto, etc. Yo vi cualquier “verdura” de esto. Hay cosas realmente que maduran y cosas que hacen daño. Pero creo que eso, no sé si es objetivo o no, que no haya educación sexual en Panamá —yo digo esto sin meterme en el problema político de Panamá—; tiene que haber educación sexual en los chicos. Lo ideal es que empiecen en la casa con los padres. No siempre es posible por tantas situaciones en las familias o porque no saben cómo hacerlo. Está la escuela que suple eso, pero tiene que haber, si no queda un vacío que lo va a llenar cualquier ideología.

Gisotti:

Santo Padre, le dirige ahora una pregunta Javier Brocal, de “Rome reports”:

Javier Martínez-Brocal:

Santo Padre, quería primero darle la enhorabuena porque ha marcado el récord, en cuatro días se ha hecho panameño, han bastado solo cuatro días para llenarse el corazón de Panamá, y luego, le quería hacer una pregunta.

En estos días usted ha hablado con muchas personas, con muchos muchachos; seguramente también habrá hablado con jóvenes que abandonan la Iglesia o que encuentran dificultades. En su opinión, ¿cuál es la dificultad que encuentran los muchachos, cuáles son las razones que los alejan de la Iglesia? Gracias.

Papa Francisco:

Son muchos; algunos son personales. Entre los generales, creo que el primero es la falta de testimonio de los cristianos, de los sacerdotes, de los obispos, no digo de los Papas porque es demasiado, pero también. La falta de testimonio. Si un pastor ejerce de empresario o de organizador de un plan pastoral, o si un pastor no está cerca de la gente, este pastor no da testimonio de pastor. El pastor debe estar con la gente, pastor y rebaño, decimos en estos términos. El pastor debe estar frente al rebaño para indicar el camino; en medio del rebaño, para sentir el olor de la gente, y comprender qué siente la gente, qué necesita; y detrás del rebaño, para custodiar la retaguardia. Pero, si el pastor no vive con pasión, la gente se siente abandonada, o con una cierta sensación de desprecio, se siente huérfana y donde hay orfandad… He señalado los pastores, pero también los cristianos, los católicos hipócritas, ¿no? Que van todos los domingos a misa y luego no pagan la paga extra, pagan en negro, explotan a la gente, luego se van al Caribe, no solo por asuntos de negocios, sino también de vacaciones, con la explotación de la gente… “Pero, yo soy católico, ¡voy todos los domingos a misa!”. Pero si tú haces esto, das un testimonio contrario. Esto es, en mi opinión, lo que más aleja a la gente de la Iglesia. También a los laicos, a todos. Yo diría: no digas que eres un católico, si no das testimonio. Di: “Yo tengo educación católica, pero soy tibio, soy mundano, pido perdón, no me vean a mí como un modelo”. Esto hay que decirlo. Yo tengo miedo de los católicos que se creen perfectos. Pero la historia se repite: Lo mismo sucedía a Jesús con los doctores de la ley.  “Te doy las gracias, Señor, porque no soy como este pobre pecador”. No funciona. Esta es la falta de testimonio. Hay otros motivos, dificultades personales, a veces. Pero el más general es este.

Gisotti:

Santo Padre, le dirige ahora la pregunta Caroline Pigozzi de “Paris Match”.

Papa Francisco:

Antes de nada quiero agradecerle. Busqué al padre Benoist de Sinety, concelebró conmigo; es un buen hombre y también los doscientos jóvenes de París.

Caroline Pigozzi:

Él está muy feliz y tiene otra carta para usted, Santidad, que le daré la próxima semana, porque tiene que escribirla.

Papa Francisco:

Muy bien. Gracias por haberme dado ese libro. [Benoist de Sinety, Il faut que des voix s’élèvent. Accueil des migrants, un appel au courage, París 2018).

Caroline Pigozzi:

De todos modos, Santo Padre, hemos visto durante cuatro días a todos estos jóvenes rezando con gran intensidad. Uno puede imaginar que entre todos estos jóvenes algunos quieren entrar en la vida religiosa, también se puede pensar que cierto número tiene una vocación. Tal vez alguien esté dudando, pensando que es un camino difícil sin poder casarse. ¿Es posible pensar que la Iglesia católica, siguiendo el rito oriental, permitirá que los hombres casados ​​sean sacerdotes?

 

Papa Francisco: 

En la Iglesia católica, en el rito oriental, pueden hacerlo, y se toma la opción, del celibato o como esposo, antes del diaconado.

 

Caroline Pigozzi:

Pero ahora, con la Iglesia católica del rito latino, ¿se puede pensar que usted examinará esa decisión?

Papa Francisco:

En el rito latino, me viene a la mente una frase de san Pablo VI: “Prefiero dar la vida antes que cambiar la ley del celibato”. Me ha venido a la mente y quiero decirla, porque es una frase valiente. En un momento más difícil que ese, se estaba en los años 68-70. Personalmente, creo que el celibato es un don para la Iglesia. En segundo lugar digo que no estoy de acuerdo con permitir el celibato opcional, no. Solamente quedaría alguna posibilidad en los sitios más remotos, pienso en las islas del Pacífico… Pero una cosa es pensar cuando hay una necesidad pastoral, ahí, el pastor debe pensar en los fieles. Hay un libro del padre Lobinger [el obispo Fritz Lobinger, Sacerdotes para el mañana, Emi, 2009]; es interesante. Esto es algo que están discutiendo los teólogos; pero no hay una decisión mía. Mi decisión es: el celibato opcional antes del diaconado no. Es algo mío, personal; yo no lo haré, esto está claro. ¿Soy un “cerrado”? Tal vez, pero no me siento capaz de ponerme frente a Dios con esta decisión. Volviendo al padre Lobinger, ha dicho: “La Iglesia hace la eucaristía y la eucaristía hace a la Iglesia”. Pero donde no hay Eucaristía, en las comunidades, piense usted, Carolina, en las Islas del Pacífico...

Carolina Pigozzi:

En la Amazonía, también

Papa Francisco:

Tal vez allí, en muchos lugares; dice Lobinger, ¿quién hace la eucaristía? En esas comunidades, los “directores”, digamos los organizadores de aquellas comunidades

son diáconos o monjas o directamente laicos. Y Lobinger dice: se puede ordenar a un anciano casado —es su tesis—, pero solo que ejerza el “munus sanctificandi”, es decir que celebre la misa, que administre el sacramento de la reconciliación y dé la unción. La ordenación sacerdotal da los tres “munera”: “regendi” —gobernar, el pastor—, “docendi” —enseñar— y “sanctificandi”; esto viene con la ordinación. El obispo le da solamente la licencia del “munus sanctificandi”. Esta es la tesis. El libro es interesante. Y tal vez puede ayudar a pensar el problema. Yo creo que el problema debe abrirse en este sentido, donde haya un problema pastoral, por la falta de sacerdotes. No digo que haya que hacerlo, porque no he reflexionado, no he rezado lo suficiente sobre esto. Pero los teólogos deben estudiar. Un ejemplo es el padre Lobinger; él era un fidei donum, en Sudáfrica; ya es anciano. Pongo este ejemplo para significar los puntos que se deben tener en cuenta. Hablé con un oficial de la Secretaría de Estado, un obispo, que tuvo que trabajar en un país comunista al comienzo de la revolución; cuando han visto cómo procedía aquella revolución —en los años cincuenta, más o menos— los obispos ordenaron a escondidas a campesinos, buenos, religiosos. Después, pasada la crisis, treinta años después, la situación se resolvió. Y me contó la emoción que le daba cuando en una concelebración veía a esos campesinos, con las manos de campesino, ponerse el alba para concelebrar con los obispos. Esto se ha dado en la historia de la Iglesia. Es algo que hay que estudiar, pensar y rezar.

Caroline Pigozzi:

Están aquellos protestantes que pasaron a ser católicos…

Papa Francisco:

Sí, usted me pregunta sobre lo que hizo el Papa Benedicto, es cierto. Había olvidado esto: “Anglicanorum coetibus”, sacerdotes anglicanos que se vuelven católicos y que mantienen la vida conyugal como si fueran orientales. Recuerdo que en una audiencia de los miércoles vi a muchos, con el alzacuello y muchas mujeres con ellos y niños de la mano de los sacerdotes, y me explicaron cómo era esto. Es cierto: gracias por habérmelo recordado.

Gisotti:

Dirige ahora la pregunta Lena Klimkeit della “Dpa”.

Lena Klimkeit:

Santo Padre, durante el Vía Crucis, el viernes, un joven pronunció unas palabras muy fuertes sobre el aborto; quisiera repetirlas brevemente: “Hay una tumba que clama al cielo y denuncia la terrible crueldad de la humanidad: es la tumba que se abre en el vientre de las madres del que se arranca la vida inocente. Dios nos conceda humanizarnos de verdad, defender con firmeza la vida, hacer que las leyes que matan la vida inocente se borren para siempre”. Esta es una posición muy radical, en mi opinión. Me pregunto, y le quiero preguntar, si esta posición respeta también el sufrimiento de las mujeres en esta situación y si corresponde a su mensaje de la misericordia.

Papa Francesco:

El mensaje de la misericordia es para todos. También para la persona humana que está en gestación. Es para todos. Después de haber fracasado así, también hay misericordia. Pero una misericordia difícil, porque el problema no es dar el perdón, el problema está en acompañar a una mujer que ha tomado conciencia de haber abortado. Son dramas terribles. Una vez escuché a un médico que hablaba de una teoría según la cual —no me acuerdo bien— una célula del feto apenas concebido va a la médula de la mamá y allí ya hay una memoria también física. Esta es una teoría, pero para decir, una mujer, cuando piensa en lo que ha hecho. Te digo sinceramente, hay que estar en el confesionario y tú allí debes dar consuelo, no castigar nada. Por ello yo he abierto la potestad de absolver el [pecado del] aborto por misericordia, porque muchas veces —si no, siempre— deben encontrarse con el hijo. Y yo aconsejo muchas veces, cuando lloran y tienen esta angustia: “Tu hijo está en el cielo, habla con él. Cántale la canción de cuna que no le pudiste cantar”. Y ahí se encuentra un camino de reconciliación de la mamá con el hijo. Con Dios ya está: es el perdón de Dios. Dios perdona siempre. Pero la misericordia consiste también en que ella [la mujer] elabore esto. El drama del aborto, para comprenderlo bien, hay que estar en el confesionario. Es terrible.

Gisotti:

Gracias Santo Padre. La próxima pregunta es de Valentina Alazraki de “Televisa”. Si bien recuerdo, ya lleva casi 150 viajes apostólicos...

Valentina Alazraki:

Papa Francisco, usted ha dicho en estos días aquí en Panamá que estaba muy cerca de Venezuela, que se sentía muy cerca de los venezolanos y hoy ha pedido una solución justa, pacífica, en el respeto de los derechos humanos de todos. Los venezolanos quisieran entender un poco mejor qué significa esto, están esperando su palabra, quieren saber si esta solución pasa a través del reconocimiento de Juan Guaidó, que ha sido respaldado por muchos países, otros piden elecciones a corto plazo, elecciones libres para que la gente pueda votar; sienten que usted es un Papa latinoamericano y quieren sentir su apoyo, su ayuda y su consejo. Gracias.

Papa Francisco:

Yo apoyo en este momento a todo el pueblo venezolano, porque es un pueblo que está sufriendo, incluso los que están de una parte y de otra, pero es todo el pueblo el que sufre. Y si yo entrara a decir: “háganle caso a estos países, háganle caso a estos otros que dicen esto”, me metería en un rol que no conozco, sería una imprudencia pastoral de mi parte y haría daño. Las palabras [que pronuncié hoy] las pensé, las repensé y creo que con esto expresé mi cercanía, lo que siento. Yo sufro por lo que está pasando en Venezuela en este momento y por eso deseo que se pongan de acuerdo, una solución justa y pacífica. Lo que me asusta es el derramamiento de sangre. Y ahí también pido grandeza de alma para ayudar, por parte de quienes pueden ayudar, a resolver el problema. El problema de la violencia a mí me aterra. Después de todo el esfuerzo hecho en Colombia lo que pasó en la Escuela de cadetes el otro día fue terrorífico. O sea, no es solución la sangre. Por eso tengo que ser —no me gusta la palabra “equilibrado”— tengo que ser Pastor, de todos. Y si necesitan ayuda, de común acuerdo, la pidan. Por ahí va. Gracias.

Gisotti:

Gracias Santo Padre. Es el turno de Junno Arocho Esteves de “Catholic News Service”.

Junno Arocho Esteves:

Buenas tardes, Santidad. Durante su almuerzo con un grupo de jóvenes peregrinos, una joven estadounidense nos contó que usted le preguntó sobre el dolor y sobre el desdén de muchos católicos, en particular de los Estados Unidos, por la crisis de los abusos. Muchos católicos estadounidenses rezan por la Iglesia, pero muchos se sienten traicionados y abatidos tras las recientes noticias de abusos y de encubrimientos por parte de algunos obispos, y han perdido la confianza en ellos. Santidad, ¿cuáles son sus expectativas o esperanzas para el encuentro de febrero para que la Iglesia pueda volver a comenzar y a reconstruir la confianza entre los fieles y sus obispos?

Papa Francisco:

Este es listo; empezó con el viaje de la JMJ y ha llegado hasta aquí. Felicidades. Gracias por la pregunta. La idea de esto nació en el C9 [el Consejo de Cardenales], porque ahí veíamos que algunos obispos no comprendían bien o no sabían qué hacer o hacían algo bien y otro no tanto, y sentimos la responsabilidad de dar una “catequesis” sobre este problema a las conferencias episcopales. Por ello llamamos a los presidentes [al encuentro en el mes de febrero]. Una catequesis para que, primero: se tome conciencia del drama de qué significa ser un niño abusado, una niña abusada. Yo recibo con regularidad a gente que ha sufrido abusos. Recuerdo a uno de 40 años que no podía rezar. Esto es terrible, el sufrimiento, es terrible. Por lo tanto, primero: que tomen conciencia de esto. Segundo: que sepan qué se debe hacer, el procedimiento, porque muchas veces el obispo no sabe qué tiene que hacer, porque se trata de algo que crece velozmente, y [el saber cómo proceder] no llega a todas partes, digámoslo así. Y después, que se hagan programas generales, pero que lleguen a todas las conferencias episcopales: qué debe hacer el obispo; qué debe hacer el arzobispo, que es el metropolitano; qué debe hacer el presidente de la conferencia episcopal. Pero que quede claro, de manera que haya, digámoslo en términos un poco jurídicos, protocolos claros. Esto es lo principal. Pero antes de lo que se debe hacer, está lo que he dicho antes: tomar conciencia. Luego [en el encuentro de febrero] se rezará, habrá algún testimonio para ayudar a tomar conciencia y después alguna liturgia penitencial para pedir perdón por toda la Iglesia. Están trabajando bien en dicha preparación. Yo me permito decir que he percibido una expectativa inflada. Hay que desinflar las expectativas, [devolviéndolas] a estos puntos que digo yo. Porque el problema de los abusos seguirá, es un problema humano, pero humano por todas partes. He leído una estadística el otro día, una de esas estadísticas que dicen que: se denuncia el 50%, de los cuales se escucha el 20% –y disminuye–, y acababa así: el 5% es condenado. Terrible. Es un drama humano y debemos tomar conciencia. También nosotros, resolviendo el problema en la Iglesia, tomando conciencia, ayudaremos a resolverlo en la sociedad, en las familias en donde la vergüenza hace encubrir todo. Pero antes tenemos que tomar conciencia, tener claros los protocolos y seguir adelante. Esta es la cosa. Y felicidades.

Gisotti:

No hay espacio para otra pregunta. Quizás brevemente: Manuela Tulli de “Ansa”. Si puede ser rápida porque están a punto de servir la cena. Gracias Manuela.

Manuela Tulli:

Buenas tardes, Santo Padre. Usted durante esta JMJ ha dicho que es absurdo e irresponsable considerar a los inmigrantes los portadores del mal social. En Italia, las nuevas políticas sobre los inmigrantes han llevado al cierre del CARA [Centro de acogida para solicitantes de asilo] de Castelnuovo di Porto, que usted bien conoce. Era una experiencia en donde se veían semillas de integración, los niños iban a la escuela, y ahora corren el riesgo —esas personas— de un desarraigo. Usted, es más, eligió celebrar con ellos el Jueves Santo en el 2016. Quisiera preguntarle qué siente respecto a esta decisión de cerrar el CARA de Castelnuovo di Porto, donde usted estuvo celebrando el Jueves Santo en el 2016. Y ahora el riesgo es una dispersión de esa experiencia, con los niños que...

Papa Francisco:

Sí, he escuchado comentarios de lo que sucedía en Italia, pero estaba inmerso en este [viaje], por lo que precisamente no lo conozco bien, pero me imagino. Es verdad que el problema de los inmigrantes es un problema que requiere memoria, es decir, preguntarse si mi patria se ha hecho a partir de los inmigrantes. Nosotros los argentinos: todos inmigrantes. Estados Unidos: todos inmigrantes. Esta memoria. Un obispo, un cardenal —no recuerdo cuál— escribió un artículo bellísimo sobre un problema de “falta de memoria”, así se llamaba. Este es un punto. También, las palabras que yo uso: acoger, el corazón abierto para acoger; acompañar; hacer crecer e integrar. Y digo también: el gobernante debe usar la prudencia, porque la prudencia es la virtud de quien gobierna. Esto lo he dicho aquí, en el último vuelo, estas palabras. Sí, es una ecuación difícil. Me viene a la mente el ejemplo sueco, que en los años setenta, con las dictaduras —la Operación Cóndor en América Latina—, había recibido tantos inmigrantes, pero tantos integrados. Veo también lo que hace Sant'Egidio, por ejemplo: integra de inmediato. Pero los suecos el año pasado dijeron: “Paren un poco, porque no podemos terminar el proceso”. Y esta es la prudencia del gobernante. Y es un problema de caridad, de amor, de solidaridad, y yo subrayo que las naciones más generosas en esto, en recibir —que por otros aspectos no han podido hacerlo completamente— son Italia y Grecia. También un poco Turquía, un poco. Pero Grecia ha sido generosísima; y también Italia. Y cuando estuve en Lampedusa, era al inicio del año 2013. Pero es verdad que se debe pensar realísticamente. Después hay algo que es importante tener en cuenta: un modo de resolver el problema de las migraciones es ayudar a los países de donde vienen. Los inmigrantes vienen por hambre o guerra. Invertir donde hay hambre. Europa es capaz de hacerlo, en modo de ayudar a crecer. Pero siempre está —hablando de África— siempre está ese imaginario colectivo que nosotros tenemos en el subconsciente: África tiene que ser explotada. Esto es histórico y esto hace mal. Los inmigrantes de Oriente Medio encontraron otra salida; Líbano es una maravilla de generosidad: tiene más de un millón de sirios. Lo mismo Jordania: están abiertos, y hacen lo que pueden, esperando reintegrar. También Turquía ha recibido a alguno. Pero se trata de un problema complejo, del que se debe hablar sin prejuicios, teniendo en cuenta todas estas cosas que me han venido a la mente.

Gisotti:

Gracias Santo Padre. Entonces, buena cena, buen viaje, y en una semana nos volvemos a ver para otro viaje muy importante [el de los Emiratos Árabes Unidos].

Papa Francisco:

Os agradezco mucho vuestro trabajo. Solo quisiera decir una cosa sobre Panamá: he sentido un sentimiento nuevo. Yo conozco América Latina, pero no Panamá. Y me viene esta palabra: Panamá es una nación “noble”. Yo he encontrado nobleza. Esto quiero decir. Y quiero decir otra cosa, que dije cuando regresaba de Colombia, hablando de la experiencia de Cartagena y de otras ciudades, una cosa que nosotros en Europa no vemos: ¿cuál es el orgullo, en este caso de los panameños? Te alzan los niños y te dicen: “Esta es mi victoria, este es mi futuro, este es mi orgullo”. Esto, en el invierno demográfico que estamos viviendo en Europa —en Italia bajo cero— nos debe hacer pensar: ¿cuál es mi orgullo? ¿El turismo, la villa, el perrito, o alzar un hijo? Gracias. Recen por mí, lo necesito. Gracias.

Gisotti:

Gracias Santo Padre.

 



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