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VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO
A BULGARIA Y MACEDONIA DEL NORTE

[5-7 DE MAYO DE 2019]

ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES, LA SOCIEDAD CIVIL Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Sala del Mosaico del Palacio Presidencial, Skopie
Martes, 7 de mayo de 2019

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Señor Presidente,
Señor Primer Ministro,
Ilustres miembros del Cuerpo Diplomático,
Distinguidas Autoridades,
Queridos hermanos y hermanas:

Agradezco cordialmente al señor Presidente sus cordiales palabras de bienvenida y la amable invitación que, junto al señor Primer Ministro, me ha dirigido para visitar Macedonia del Norte.

Doy las gracias asimismo a los representantes de las distintas Comunidades religiosas que están aquí presentes. Saludo de corazón a la comunidad católica representada por el Obispo de Skopie y Eparca de la eparquía de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María en Strumica-Skopie, que es parte activa e integrante de vuestra sociedad y participa plenamente de las alegrías, las preocupaciones y de la vida cotidiana de vuestro pueblo.

Es la primera vez que el Sucesor del Apóstol Pedro viene a la República de Macedonia, y me alegro de hacerlo en el 25 aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, que se efectuaron pocos años después de la independencia obtenida en septiembre de 1991.

Vuestra tierra, puente entre oriente y occidente y punto de confluencia de numerosas corrientes culturales, aglutina muchas características peculiares de esta región. Con los testimonios elegantes de su pasado bizantino y otomano, con las audaces fortalezas entre los montes y los espléndidos iconostasios de vuestras antiguas iglesias, que revelan una presencia cristiana desde tiempos apostólicos, manifiesta la densidad y la riqueza de la milenaria cultura que la habita. Pero permitirme decir que esta riqueza cultural es sólo el espejo de vuestro más precioso y válido patrimonio: la composición multiétnica y multirreligiosa del rostro de vuestro pueblo, fruto de una historia rica y, por qué no, también compleja de relaciones entretejidas en el curso de los siglos.

Este conjunto de culturas y de pertenencias étnicas y religiosas dio lugar a una pacífica y duradera convivencia, en la que las distintas identidades han sabido y podido expresarse y desarrollarse sin negar, oprimir o discriminar a las otras. Han tenido una actitud mayor que la tolerancia: han sabido respetarse. Estas han dado forma a un tejido de relaciones y de situaciones que, bajo este punto de vista, pueden serviros como ejemplo de referencia para una convivencia serena y fraterna, en la singularidad y el respeto recíproco.

Al mismo tiempo, estas características particulares tienen una significación relevante para el camino de una mayor integración con los países europeos. Deseo que tal integración se desarrolle positivamente en toda la región de los Balcanes occidentales, como también que se logre respetando siempre la diversidad y los derechos fundamentales.

Aquí, de hecho, tanto la pertenencia a diferentes confesiones religiosas, como son ortodoxos, musulmanes, católicos, hebreos y protestantes, y la diversidad étnica entre macedonios, albaneses, serbios, croatas y personas de otras procedencias, ha dado lugar a un mosaico en el que cada tesela es necesaria para la originalidad y la belleza de todo el conjunto. Belleza que alcanzará su mayor esplendor en la medida en que logréis trasmitirla y sembrarla en el corazón de las nuevas generaciones.

Todos los esfuerzos que se realicen, para que las distintas expresiones religiosas y las diferentes etnias encuentren un terreno de encuentro común en el respeto de la dignidad de cada persona humana y en la correspondiente garantía de las libertades fundamentales, nunca serán en vano; por el contrario, serán siembra necesaria para un futuro de paz y fecundidad.

Quisiera señalar, además, el generoso esfuerzo realizado por vuestra República —por parte de las Autoridades estatales y con la valiosa contribución de varias organizaciones internacionales, Cruz Roja, Cáritas y algunas ONG— en acoger y socorrer a un gran número de migrantes y refugiados provenientes de diferentes países de Oriente Medio. Ellos huían de la guerra o de condiciones de extrema pobreza, a menudo a causa de graves episodios bélicos, y en los años 2015 y 2016 atravesaron vuestras fronteras, en su mayor parte para dirigirse hacia el norte y oeste europeo, encontrando en vosotros un refugio valioso. La inmediata solidaridad ofrecida a los que se encontraban entonces en una grave necesidad, por haber perdido muchos seres queridos además de la casa, el trabajo y la patria, os honra y habla del alma de este pueblo que, habiendo conocido también las privaciones, reconoce la vía del verdadero desarrollo en la solidaridad y en el compartir los bienes. Ojalá que se aproveche esta cadena de solidaridad que caracterizó aquella emergencia, para mejorar cada obra de voluntariado que se pone al servicio de tantas formas de sufrimiento y necesidad.

Deseo también homenajear de forma especial a una ilustre conciudadana vuestra que, movida por el amor de Dios, ha hecho de la caridad hacia el prójimo la ley suprema de su existencia, suscitando admiración en todo el mundo e inaugurando un específico y radical modo de ponerse al servicio de los que están abandonados, de los descartados, de los más pobres. Me refiero evidentemente a la que en todo el mundo es conocida como Madre Teresa de Calcuta. Ella nació en un suburbio de Skopie en 1910 con el nombre Anjezë Gonxha Bojaxhiu y desarrolló su apostolado en India, con humildad y total donación de sí misma, y por medio de sus hermanas alcanzó los más diversos confines geográficos y existenciales. Estoy feliz de acercarme dentro de poco a rezar en el Memorial que le habéis dedicado, construido en el lugar donde antes se encontraba la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en la que fue bautizada.

Con razón, estáis orgullosos de esta gran mujer. Os exhorto a continuar trabajando con determinación, dedicación y esperanza para que los hijos e hijas de esta tierra, siguiendo su ejemplo, puedan descubrir, alcanzar y madurar la vocación que Dios ha soñado para ellos.

Señor Presidente: La Santa Sede, después de que Macedonia del Norte obtuviera la independencia, ha acompañado de cerca los pasos que el país ha dado para avanzar en el diálogo y la comprensión entre las Autoridades civiles y las confesiones religiosas.

Hoy la Providencia me ofrece la posibilidad de manifestar personalmente mi cercanía y de expresar también mi gratitud por la visita que cada año vuestra delegación oficial realiza con ocasión de la fiesta de los santos Cirilo y Metodio. Os animo a seguir con confianza en el camino emprendido para hacer de vuestro país un faro de paz, de acogida y de integración fecunda entre culturas, religiones y pueblos. A partir de sus respectivas identidades y del dinamismo de su vida cultural y civil, podrán construir un destino común, abriéndose a las riquezas que cada una de ellas lleva consigo.

Que Dios proteja y bendiga a Macedonia del Norte, la conserve en la concordia y le conceda prosperidad y alegría.

 



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