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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A UNA DELEGACIÓN ECUMÉNICA DE FINLANDIA

Lunes, 17 de enero de 2022

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Os doy mi cordial bienvenida a todos vosotros, miembros de la Delegación ecuménica de Finlandia, que para la fiesta de San Enrique habéis venido en peregrinación a Roma. Gracias de corazón, obispo Keskitalo, hermano, por el don que me habéis ofrecido y por sus palabras sobre la humildad, sobre el arrepentimiento y el perdón. Para algunos parecen solo palabras negativas, pero son las palabras más positivas para ir adelante. Con particular alegría acojo y saludo a los representantes Sami. ¡Qué Dios os acompañe en el camino hacia la reconciliación y la sanación de la memoria, y haga a todos los cristianos libres y determinados en la búsqueda sincera de la verdad! Es un placer recibir al obispo emérito Teemu Sippo, que se ha recuperado de un grave accidente y con su presencia nos recuerda que la valentía verdadera está en levantarse de nuevo e ir adelante. Os pido también que llevéis mi fraterno saludo al Metropolita ortodoxo Arseni de Kuopio y Carelia, que no ha podido acompañaros.

Queridos hermanos y hermanas, vuestra amable visita llega en la vigilia de la Semana de Oración por la unidad de los cristianos. El tema de este año está tomado del Evangelio de Mateo: “Pues vimos una estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle” (cf. Mt 2,2). Se refiere a los magos que, después de un largo viaje, encuentran a Jesús y lo adoran. Los magos llegan a la meta porque la han buscado. Pero la buscan porque el Señor en primer lugar, con la señal de la estrella, los había buscado. Encuentran porque buscan, y buscan porque han sido buscados. Es bonito entender la vida así, como un camino de búsqueda, que no empieza por nosotros, sino en Aquel que nos busca primero y nos atrae con su gracia. Todo nace de la gracia de Dios que nos atrae. Y nuestra respuesta sólo puede ser similar a la de los magos: un camino hecho juntos.

Caminar juntos. Quien ha sido tocado por la gracia de Dios no puede cerrarse y vivir de autoconservación, está siempre en camino, siempre esforzándose por ir adelante. Y adelante juntos: vuestra peregrinación aquí es un bonito ejemplo de esto. La tradición eclesial reconoció en los magos los representantes de culturas y pueblos diferentes: también para nosotros, especialmente en estos tiempos, el desafío es el de tomar de la mano al hermano, con su historia concreta, para proceder juntos. Queridos amigos, estamos en camino guiados por la luz gentil de Dios, que disipa las tinieblas de la división y orienta al camino hacia la unidad. Estamos en camino de hermanos hacia una comunión cada vez más plena. Ayudémonos, en nuestra peregrinación ecuménica, a progresar “cada vez más hacia Dios”, «magis ac magis in Deum», como dice la Regla de San Benito LXII, 4). El mundo necesita de su luz y esta luz resplandece solo en el amor, en la comunión, en la fraternidad.

Hay etapas del camino que resultan más fáciles y en las cuales estamos llamados a proceder con rapidez y diligencia. Pienso, por ejemplo, en muchos recorridos de caridad que, mientras nos acercamos al Señor, presente en los pobres y en los necesitados, nos unen entre nosotros. Pero a veces el camino es más cansado y, ante metas que todavía parecen lejanas y difíciles de alcanzar, puede aumentar el cansancio y surgir la tentación del desánimo. En este caso recordemos que estamos en camino no como posesores, sino como buscadores de Dios. Por eso debemos ir adelante con humilde paciencia y siempre juntos, para sostenernos unos a otros, porque así lo desea Cristo. Ayudémonos cuando veamos que el otro tiene necesidad. Y en la peregrinación algunas veces es necesaria una parada para recuperar energías y focalizar mejor la meta. Y nosotros, buscadores de Dios en camino hacia la comunión plena con Él y entre nosotros, tenemos delante dos estaciones importantes.

En 2025 celebraremos el 1700º aniversario del Concilio de Nicea. La confesión trinitaria y cristológica de este Concilio, que reconoce a Jesús “Dios verdadero de Dios verdadero”, “de la misma naturaleza que el Padre”, nos une con todos los bautizados. ¡En vista de este gran aniversario dispongámonos con renovado entusiasmo a caminar juntos en el camino de Cristo, en el camino que es Cristo! Porque necesitamos de Él, de su novedad, de su alegría incomparable. Solo junto a Él recorreremos hasta el final el camino de la plena unidad. Y es siempre Él a quien, incluso inconscientemente, buscan los hombres de todos los tiempos y, por tanto, también de hoy.

La segunda estación: en el 2030 —¿estaremos? ¿no estaremos? No lo sé— conmemoraremos los 500 años de la Confesión de Augusta. En un tiempo en el que los cristianos iban a emprender caminos diferentes, esa Confesión trató de preservar la unidad. Sabemos que no logró impedir la división, pero el aniversario podrá ser una ocasión fecunda para confirmarnos y reforzarnos en el camino de comunión, para volvernos más dóciles a la voluntad de Dios y menos a las lógicas humanas, más dispuestos a anteponer a las metas terrenas la ruta indicada por el Cielo.

Y respecto a vosotros [se dirige a los representantes del pueblo Sami], querido hermano, quisiera darte las gracias porque has tomados los cuatro sueños que tenía con la Amazonia, también tú los has tomado con los aborígenes de tu tierra. Me viene a la mente que un pastor debe ser concreto con la gente concreta, con su pueblo concreto, pero que no debe dejar de soñar. A un pastor que se cansa de soñar, le falta algo. ¡Gracias por soñar!

Y después, otra cosa sobre el camino ecuménico. ¿Cuándo se hará la unidad? Se pregunta, ¿no es verdad? Un gran teólogo ortodoxo especialista en escatología ha dicho: “La unidad será en el eschaton ”. Pero es importante el camino hacia la unidad. Es muy bueno que los teólogos estudien, discutan… Esto es muy bueno. Son especialistas por esto. Pero también es bueno que nosotros, pueblo fiel de Dios, vayamos juntos en el camino. Juntos. Y hagamos la unidad con la oración, con las obras de caridad, con el trabajo juntos. Sé que tú vas por ese camino, y te lo agradezco mucho.

Queridos amigos, la repetición de vuestra peregrinación aquí —a mí me gusta mucho— es un signo ecuménico hermoso y alentador. Os doy las gracias por esto. Vamos adelante juntos en la búsqueda de Dios, con audacia y concreción. Tengamos la mirada fija en Jesús (cf. Hb 12,2) y mantengámonos firmes en oración, los unos por los otros. Por eso, os invito a rezar juntos el Padre Nuestro, cada uno en su propio idioma.

[Oración del Padre Nuestro]



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