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JUAN PABLO II

"REGINA CAELI"

Solemnidad de Pentecostés
Domingo 30 de mayo de 2004

 

1. La Iglesia está hoy de fiesta por la solemnidad de Pentecostés, que recuerda la prodigiosa efusión del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles en el Cenáculo.

Cincuenta días después de la Pascua se cumplió lo que Cristo había prometido a los discípulos, es decir, que recibirían un bautismo en el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 5) y serían revestidos de poder desde lo alto (cf. Lc 24, 49), para tener la fuerza de anunciar el Evangelio a todas las naciones

Animados por el fuego del Espíritu, los Apóstoles salieron del Cenáculo y comenzaron a hablar de Cristo, muerto y resucitado, a los fieles que habían acudido a Jerusalén de todas partes, y cada uno los oía hablar en su propia lengua materna.

2. En Pentecostés se cumple el proyecto de Dios, revelado a Abraham, de dar vida a un pueblo nuevo. Nace la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo esparcido por el mundo. Está compuesta por hombres y mujeres de todas las razas y culturas, reunidos en la fe y en el amor de la santísima Trinidad, para ser signo e instrumento de la unidad de todo el género humano (cf. Lumen gentium, 1).

Los creyentes, configurados por el Espíritu Santo con Cristo, hombre nuevo, se convierten en sus testigos, sembradores de esperanza, agentes de misericordia y de paz.

3. Nos dirigimos ahora a María santísima, a la que contemplamos en el Cenáculo mientras recibe con los Apóstoles y los discípulos el don del Espíritu Santo. Invocamos con confianza su intercesión materna, para que se renueven en la Iglesia los prodigios de Pentecostés y todos los hombres acojan la buena nueva de la salvación.

 



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