JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 6 de mayo de 1981
El ethos de la imagen artística
1. En el sermón de la montaña Cristo pronunció las palabras, a las cuales hemos dedicado una serie de reflexiones en el arco de casi un año. Al explicar a sus oyentes el significado propio del mandamiento: “No adulterarás”, Cristo se expresa así: “Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt 5, 28). Parece que estas palabras se refieren también a los amplios ámbitos de la cultura humana, sobre todo a los de la actividad artística, de los que ya se ha tratado últimamente en el curso de algunos encuentros de los miércoles. Hoy nos conviene dedicar la parte final de estas reflexiones al problema de la relación entre el ethos de la imagen —o de la descripción— y el ethos de la visión y de la escucha, de la lectura o de otras formas de recepción cognoscitiva, con las cuales se encuentra el contenido de la obra de arte o de la audiovisión entendida en sentido lato.
2. Y aquí volvemos una vez mas al problema señalado ya anteriormente: si, y en qué medida, el cuerpo humano, en toda la visible verdad de su masculinidad y feminidad, puede ser un tema de la obra de arte y, por esto mismo, un tema de esa específica “comunicación” social, a la que tal obra está destinada. Esta pregunta se refiere todavía más a la cultura contemporánea de masas, ligada a las técnicas audiovisuales. ¿Puede el cuerpo humano ser este modelo-tema, dado que nosotros sabemos que con esto está unida esa objetividad “sin opción” que antes hemos llamado “anonimato”, y que parece comportar una grave, potencial amenaza de toda la esfera de los significados propia del cuerpo del hombre y de la mujer, a causa del carácter personal del sujeto humano y del carácter de “comunión” de las relaciones interpersonales?
Se puede añadir ahora que las expresiones “pornografía” o “pornovisión” —a pesar de su antigua etimología— han aparecido relativamente tarde en el lenguaje. La terminología tradicional latina se servía del vocablo ob-scaena, indicando de este modo todo lo que no debe ponerse ante los ojos de los espectadores, lo que debe estar rodeado de discreción conveniente, lo que no puede presentarse a la mirada humana sin opción alguna.
3. Al plantear la pregunta precedente, nos damos cuenta de que, de facto, en el curso de épocas enteras de la cultura humana y de la actividad artística, el cuerpo humano ha sido y es un modelo-tema tal de las obras de arte visivas, así como toda la esfera del amor entre el hombre y la mujer y, unido con él, hasta el “donarse recíproco” de la masculinidad y feminidad en su expresión corpórea, ha sido, es y será tema de la narrativa literaria. Esta narración también halló su lugar en la Biblia, sobre todo en el texto del “Cantar de los Cantares”, del que nos convendrá ocuparnos en otra circunstancia. Más aún, es necesario constatar que en la historia de la literatura o del arte, en la historia de la cultura humana, este tema aparece con particular frecuencia y resulta particularmente importante. De hecho, se refiere a un problema que es grande e importante en sí mismo. Lo hemos manifestado desde el comienzo de nuestras reflexiones, siguiendo las huellas de los textos bíblicos, que nos revelan la dimensión justa de este problema: es decir, la dignidad del hombre en su corporeidad masculina y femenina, y el significado esponsalicio de la feminidad y masculinidad, grabado en toda la estructura interior —y, al mismo tiempo, visible— de la persona humana.
4. Nuestras reflexiones precedentes no pretendían poner en duda el derecho a este tema. Sólo miran a demostrar que su desarrollo está vinculado a una responsabilidad particular de naturaleza, no sólo artística, sino también ética. El artista que aborda ese tema en cualquier esfera del arte o mediante las técnicas audiovisuales, debe ser consciente de la verdad plena del objeto, de toda la escala de valores unidos con él; no sólo debe tenerlos en cuenta en abstracto, sino también vivirlos él mismo correctamente. Esto corresponde de la misma manera a ese principio de la “pureza de corazón” que, en determinados casos, es necesario transferir desde la esfera existencial de las actitudes y comportamientos a la esfera intencional de la creación o reproducción artísticas.
Parece que el proceso de esta creación tiende no sólo a la objetivización (y en cierto sentido a una nueva “materialización”) del modelo, sino, al mismo tiempo, a expresar en esta objetivización lo que puede llamarse la idea creativa del artista, en la cual se manifiesta precisamente su mundo interior de los valores, por lo tanto, también la vivencia de la verdad de su objeto. En este proceso se realiza una transfiguración característica del modelo o de la materia y, en particular, de lo que es el hombre, el cuerpo humano en toda la verdad de su masculinidad o feminidad. (Desde este punto de vista, como ya hemos mencionado, hay una diferencia muy relevante, por ejemplo, entre el cuadro o la escultura y entre la fotografía o el filme). El espectador, invitado por el artista a ver su obra, se comunica no sólo con la objetivización y, por lo tanto, en cierto sentido, con una nueva «materialización” del modelo o de la materia, sino que, al mismo tiempo, se comunica con la verdad del objeto que el autor, en su “materialización” artística ha logrado expresar con los medios apropiados.
5. En el decurso de las distintas épocas, comenzando por la antigüedad —y sobre todo en la gran época del arte clásico griego— hay obras de arte, cuyo tema es el cuerpo humano en su desnudez, y cuya contemplación nos permite concentrarnos, en cierto sentido, sobre la verdad total del hombre, sobre la dignidad y la belleza — incluso esa “suprasensual”— de su masculinidad y feminidad. Estas obras tienen en sí, como escondido, un elemento de sublimación, que conduce al espectador, a través del cuerpo, a todo el misterio personal del hombre. En contacto con estas obras, donde no nos sentimos llevados por su contenido hacia el “mirar para desear”, del que habla el sermón de la montaña, aprendemos, en cierto sentido, ese significado esponsalicio del cuerpo, que corresponde y es la medida de la “pureza de corazón”. Pero también hay obras de arte, y quizá más frecuentemente todavía reproducciones, que suscitan objeción en la esfera de la sensibilidad personal del hombre — no a causa de su objeto, puesto que el cuerpo humano en sí mismo tiene siempre su dignidad inalienable —, sino a causa de la calidad o del modo de su reproducción, figuración, representación artística. Sobre ese modo y esa calidad pueden decidir los varios coeficientes de la obra o de la reproducción, así como también múltiples circunstancias, frecuentemente de naturaleza técnica y no artística.
Es sabido que a través de todos estos elementos, en cierto sentido, se hace accesible al espectador, como al oyente o al lector, la misma intencionalidad fundamental de la obra de arte o del producto de técnicas relativas. Si nuestra sensibilidad personal reacciona con objeción y desaprobación, es así porque en esa intencionalidad fundamental, juntamente con la objetivización del hombre y de su cuerpo, descubrimos indispensable para la obra de arte o su reproducción, su actual reducción al rango de objeto, objeto de “goce”, destinado a la satisfacción de la concupiscencia misma. Y esto está contra la dignidad del hombre también en el orden intencional del arte y de la reproducción. Por analogía, es necesario aplicar lo mismo a los varios campos de la actividad artística — según la respectiva especificación — como también a las diversas técnicas audiovisuales.
6. La Encíclica Humanae vitae de Pablo VI (núm. 22) subraya la necesidad de “crear un clima favorable a la educación de la castidad”; y con esto intenta afirmar que el vivir el cuerpo humano en toda la verdad de su masculinidad y feminidad debe corresponder a la dignidad de este cuerpo y a su significado al construir la comunión de las personas. Se puede decir que ésta es una de las dimensiones fundamentales de la cultura humana, entendida como afirmación que ennoblece todo lo que es humano. Por esto hemos dedicado esta breve exposición al problema que, en síntesis, podría ser llamado el ethos de la imagen. Se trata de la imagen que sirve para una singular “visibilización” del hombre, y que es necesario comprender en sentido más o menos directo. La imagen esculpida o pintada “expresa visiblemente” al hombre; lo “expresa visiblemente” de otro modo la representación teatral o el espectáculo del ballet, de otro modo el filme; también la obra literaria, a su manera, tiende a suscitar imágenes interiores, sirviéndose de las riquezas de la fantasía o de la memoria humana. Por tanto, lo que aquí hemos llamado el “ethos de la imagen” no puede ser considerado abstrayéndolo del componente correlativo, que sería necesario llamar el “ethos de la visión”. Entro uno y otro componente se contiene todo el proceso de comunicación, independientemente de la amplitud de los círculos que describe esta comunicación, la cual en este caso es siempre “social”.
7. La creación del clima favorable a la educación de la castidad contiene estos dos componentes: se refiere, por decirlo así, a un circuito recíproco que hay entre la imagen y la visión, entre el ethos de la imagen y el ethos de la visión. Como la creación de la imagen, en el sentido amplio y diferenciado del término, impone al autor, artista o reproductor, obligaciones de naturaleza no sólo estética, sino también ética, así el “mirar” entendido según la misma amplia analogía, impone obligaciones a aquel que es receptor de la obra.
La auténtica y responsable actividad artística tiende a superar el anonimato del cuerpo humano como objeto “sin opción”, buscando (como ya se ha dicho antes), a través del esfuerzo creativo, una expresión artística tal de la verdad sobre el hombre en su corporeidad femenina y masculina, que, por así decirlo, se asigne como tarea al espectador y, en un radio más amplio, a cada uno de los receptores de la obra. A su vez, depende de él si decide realizar el propio esfuerzo para acercarse a esta verdad, o si se queda sólo en un “consumidor” superficial de las impresiones, esto es, uno que se aprovecha del encuentro con el anónimo tema-cuerpo sólo a nivel de la sensualidad que, de por sí, reacciona ante su objeto precisamente “sin opción”.
Terminamos aquí este importante capítulo de nuestras reflexiones sobre la teología del cuerpo, cuyo punto de partida han sido las palabras pronunciadas por Cristo en el sermón de la montaña: palabras válidas para el hombre de todos los tiempos, para el hombre “histórico”, y válidas para cada uno de nosotros.
Sin embargo, las reflexiones sobre la teología del cuerpo no quedarían completas, si no considerásemos otras palabras de Cristo, es decir, aquellas en las que Él se refiere a la resurrección futura. Así, pues, nos proponemos dedicar a ellas el próximo ciclo de nuestras consideraciones.
Saludos
(En italiano)
El domingo 31 de este mes de mayo por la mañana viajaré a Suiza, como ya sabéis, para una visita de seis días que, Dios mediante, me llevará a Kloten, Sión, Lugano, Einsiedeln, Sachseln, Solothurn, Friburgo y Ginebra.
Quiero enviar ya desde ahora un saludo cordial a todos los queridos habitantes de Suiza, con una mención especial para el Episcopado, y también para el Señor Presidente y miembros del Consejo Federal, a quienes tendré el gusto de visitar en la breve parada de Lohn; con ello me propongo rendir homenaje a toda la Confederación tan dignamente representada por ellos.
Será un viaje religioso y pastoral que me permitirá encontrarme con la Iglesia que está en dicho país y cumplir mi misión de confirmar en la fe a mis hermanos.
Y será una visita que tendrá una nota ecuménica especial porque tendré ocasión de verme con el Consejo Ecuménico de las Iglesias que tiene la sede en Ginebra, y con el Centro ortodoxo de Chambésy, además de con numerosos hermanos de otras religiones cristianas.
La tarde entera del 4 de junio estará dedicada a la visita a la Organización Internacional del Trabajo, con ocasión de la 67 sesión de la Conferencia Internacional del Trabajo, de quien he recibido la primera invitación a realizar este viaje.
Esta primera invitación —a la que han seguido otras muchas que agradezco también cordialmente con aprecio sincero— la he aceptado con sumo gusto porque cae en este año el 90 aniversario de la Encíclica Rerum novarum y porque las actividades de este benemérito Organismo internacional son connaturales, con la misión de justicia, fraternidad, solidaridad humana y paz del Papa.
Tendré encuentros además con otras instituciones también de carácter internacional, como la Cruz Roja y el Centro europeo de Investigación nuclear.
Os invito a todos a orar por el feliz éxito de este viaje que se desarrollará en la semana preparatoria a Pentecostés, en que este año recordaremos el 1.600 aniversario del I Concilio Constantinopolitano y del 1.550 aniversario del Concilio de Efeso.
Nos asista el Espíritu Santo; y la Virgen María, a cuyo santuario de Einsiedeln iré en peregrinación, acompañe con su protección esta empresa apostólica.
Saludos
Dirijo un saludo particular a Su Eminencia el Metropolita de Tranoúpolis, mons. Damaskinos, que representa al Patriarca Ecuménico, y a los fieles ortodoxos que han venido con él a la Mariápolis para reunirse con los focolarínos y meditar juntos sobre el intento común de ser testigos del Evangelio en sus ambientes.
¡Ojalá ayuden estos encuentros a superar lo que nos separa! Deseo que tales encuentros se prodiguen y contribuyan a tejer entre los cristianos que han sido bautizados en la muerte y resurrección de Cristo y viven de un mismo Espíritu, lazos cada vez más estrechos de amor, respeto recíproco, estima mutua y comprensión.
Seáis bienvenidos aquí, y con todo el corazón os dirijo la siguiente aclamación de la fe cristiana:
¡Resucitó Cristo!
Christós anésti!
(A la televisión turca)
Me hace feliz ver que Turquía está representada hoy aquí por un equipo de la televisión turca. Vuestra presencia me trae a la mente la brevísima visita que hice a vuestro país en noviembre de 1979. Renuevo mis oraciones por su paz y armonía, y os ruego transmitáis a todo el pueblo turco mi saludo cordial. Para ellos y sus líderes pido bendiciones a Dios todopoderoso.
(A lo Hermanos Cristianos)
Deseo dar la bienvenida a los Hermanos Cristianos que están haciendo el "tercer año" en Roma en este tiempo. Pido para que vuestro curso de renovación espiritual os dé nueva conciencia del poder y la acción del Espíritu Santo, Espíritu que es Señor y Dador de vida y eleva nuestros corazones a amar hondamente a nuestro Salvador crucificado y resucitado. Queridos Hermanos: Servid al Señor siempre con corazón agradecido y gozoso.
(A los Oblatos de la Virgen María)
Un saludo especial también a los sacerdotes recién ordenados de los Oblatos de la Virgen María, y a sus familiares y amigos presente hoy aquí. En la ordenación sacerdotal habéis recibido un gran don de nuestro Señor resucitado, un don que debe emplearse en el servicio de los hermanos. Con la ayuda de la gracia de Dios, proclamad intrépidamente la Palabra de Dios y procurad construir la Iglesia siempre en santidad y amor.
(A una peregrinación de Juneau, Alaska)
Deseo dar la bienvenida a los visitantes venidos a Roma en peregrinación desde Juneau (Alaska). Vuestra presencia aquí me trae a la memoria la cálida hospitalidad que recibí recientemente cuando visité Alaska. Me da alegría que hayáis venido y oro para que vuestra visita a esta ciudad reafirme vuestro conocimiento y amor de Jesucristo.
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También dedico una calurosa bienvenida a los visitantes de Corea que han llegado esta tarde. Que Dios os bendiga a vosotros y a vuestras familias con su constante bendición.
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Saludo de corazón a los participantes en la peregrinación católico-romana de las diócesis de Breda y 's-Hertogenbosch, y a los alumnos del colegio cristiano Groevenbeek de Ermelo.
Que vuestra venida a Roma os haga profundizar en la fe y os refuerce la confianza en el Evangelio y en la Iglesia.
Mi bendición especial va a todos vosotros y a vuestros seres queridos de Holanda.
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(A los peregrinos portugueses)
Es para mí motivo de alegría saludar especialmente en esta audiencia al nutrido grupo de peregrinos y visitantes de Portugal. En prueba de mi estima y afecto, a todos van mis deseos de bien y de que esta visita a Roma, donde tantos signos e interpelaciones de fe cristiana se encuentran y veneran, constituya un estímulo a la realización personal y al servicio humano y espiritual de los hermanos a la luz de Cristo y de su Iglesia, viviendo con plenitud la vocación de hombres y de cristianos para gloria de Dios.
Os bendigo de corazón a vosotros y a vuestras familias y comunidades, y a cuantos de vuestra querida patria tenéis en el pensamiento. Y en este mes de mayo, os proteja continuamente Nuestra Señora de Fátima.
(A las religiosas presentes)
Un saludo afectuoso deseo dirigir ahora a todas las religiosas presentes en la audiencia y, en particular, a las participantes en un curso de formación organizado por la Unión de Superiores Mayores de Italia, con el título de "Mater Divinae Gratiae"; a las religiosas Misioneras de la Consolata y a las Clarisas Franciscanas Misioneras del Santísimo Sacramento que están preparando sus capítulos generales.
Queridísimas hermanas: Vuestra venida a Roma y vuestro encuentro con el Vicario de Cristo os sirvan de gran ayuda espiritual y de estímulo para vivir con voluntad cada vez más intensa vuestra consagración, en unión con María y en el fervor del Espíritu Santo.
(A una peregrinación de la archidiócesis de Udine)
Entre las muchas peregrinaciones italianas llegadas de numerosas regiones. debemos hacer notar hoy la de varias parroquias de la archidiócesis de Udine, organizada como acto propiciatorio en el quinto triste aniversario del terremoto que devastó aquella tierra.
Queridísimos hermanos afectados por la desgracia, que todavía lleváis en vosotros las heridas y el recuerdo de aquel desastre tremendo: Recibid mi saludo fraterno y emocionado. La aceptación valiente del sufrimiento y la fortaleza ejemplar mostrada en aquella circunstancia terrible, os han aumentado todavía más la confianza en el Altísimo y el amor a los hermanos. El Señor está muy cerca de vosotros, os sostiene y conforta. Os sirva de ayuda también mi oración unida a la bendición apostólica que os imparto gustoso a vosotros y a todos los habitantes de vuestra región.
(A los animadores de pastoral de la tercera edad)
Están presentes también en esta audiencia los sacerdotes y laicos que participan en el "Curso nacional de estudio para animadores de pastoral de la tercera edad", organizado por la sección de adultos de la Acción Católica Italiana.
Al dedicaros también a vosotros un saludo particular, os expreso mi viva complacencia tanto a los dirigentes de la Acción Católica por la diligente iniciativa, como a los participantes por la sensibilidad que mostráis al problema. Pues en efecto, el tema que tratáis es de importancia capital hoy en la sociedad moderna y, por ello, la pastoral inteligente y cordial hacia los ancianos debe preocupar seriamente a toda comunidad cristiana.
Os acompañe y aliente mi bendición.
(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)
Saludo a los grupos de jóvenes aquí presentes y en particular a los miembros de la Asociación Internacional Mariana de las diócesis de Avelino y Benevento, damnificadas por el terremoto de noviembre pasado. Llenos de vitalidad y alegría como sois y tan ricos en gozosas esperanzas como a lo largo del año es rico en esperanzas el mes de mayo que acabamos de comenzar ofreciéndolo a la Virgen, mantened vuestras promesas, queridos muchachos y jóvenes; promesas de vida generosa, o sea, de vida fiel al Señor, dispuesta a la bondad, diligente en el deber de cada día. La familia salesiana celebra hoy la fiesta de un joven discípulo de San Juan Bosco, Santo Domingo Savio. Y, ¿qué hizo de extraordinario Domingo Savio en sus casi 15 años de vida? Lo que también podéis hacer vosotros: eligió por lema "antes morir que pecar", se propuso hacer felices a sus compañeros, estar entre ellos como elemento catalizador, enseñar catecismo a los más pequeños; unió a una alegría grande, el estudio serio; y ha llegado a santo con una existencia no milagrosa, sino heroicamente generosa. Todos podéis asemejaros a Santo Domingo Savio si queréis; y os lo deseo de todo corazón, con mi bendición paterna.
Heme aquí con vosotros también, queridos enfermos, que sois tan numerosos en cada encuentro del miércoles. Me dirijo a los niños del Centro "Assistenza Italiana Spastici" de Bosa Marina; a los muchachos seleccionados del Centro de Investigación para la "Autosufficenza degli Handicappati", y también al grupo procedente de Suecia y a todos los otros aquí presentes, que son como un símbolo de todo el sufrimiento que hay en el mundo.
Pienso que a veces vuestra vida os parecerá inútil y vuestra presencia un peso; pero no es así. Si consideramos bien el camino recorrido por Jesús en la inmolación del Calvario, nos damos cuenta de que el dolor no es inútil. ¡Jesús no ha hecho nada inútil! Y si ha elegido el camino de la cruz para devolver a la humanidad la esperanza del cielo, quiere decirse que la vida de la cruz, vuestro camino y el camino de todo seguidor del Evangelio, es la vía que reúne más que ninguna otra los tesoros del amor de Dios y de la salvación.
Y a quienes os atienden, recomiendo vivamente tener siempre presente el ejemplo y heroísmo de los santos, los cuales quisieron servir a Cristo en los enfermos y necesitados, y enriquecieron con méritos incalculables su vida gastada en la más sublime de las virtudes, el amor. En todos haga crecer la Virgen los preciosos sentimientos de la fe, la esperanza y la caridad. A este deseo uno gustosamente mi bendición.
Y ahora mi atención y mi mirada van a vosotros, recién casados, y a vosotros mis deseos cordiales. Vuestro matrimonio, fundado en el amor y la gracia del Señor, responda siempre al designio sapiente de Dios sobre la familia. Y ciertamente Dios quiere que la familia, toda familia, esté serena y unida, rebosando comprensión mutua entre los miembros, dispuesta a acoger las vidas nuevas y, sobre todo, sea religiosa y viva con la sinceridad del Evangelio. Orad para que todo esto acompañe cada día vuestra existencia, para que todo esto sea realidad en vuestra familia. Pedid a la Virgen, a la Virgen fiel, que os ayude a mantener estos propósitos santos que son premisa de gozo profundo e inalterable. Os ayudo también yo con mi oración y os animo con una bendición especial.
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