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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 6 de abril de 1994

 

Celebramos el día que se convierte en una octava. Cada día recitamos el mismo Haec est dies. Hoy es miércoles, el cuarto día de esta octava, y en la liturgia se lee el relato de san Lucas sobre los dos discípulos que iban a Emaús. Estos discípulos hablaban acerca de los acontecimientos de los últimos días, naturalmente, sobre todo acerca del gran evento que había conmovido a toda Jerusalén: los jefes del pueblo, los grandes, los sacerdotes, los fariseos, habían crucificado a Jesucristo, gran profeta. Se esperaba que iba a liberar a Israel de la esclavitud; y, en cambio, lo habían crucificado. Había muerto y estaba sepultado.

En ese momento, se les acercó un peregrino. No sabían quién era. Continuaron su conversación, pues les preguntó por qué estaban tristes. Y estaban tristes a causa de ese acontecimiento.

Eran discípulos de Jesús y probablemente huían de Jerusalén para evitar el peligro. Y cuando le explicaron su preocupación, Jesús les dijo: «¿No habéis entendido lo que han dicho los profetas sobre el Mesías? El Mesías no debía librar a Israel en sentido político; el Mesías, según Isaías y según otros profetas, debía liberar a toda la humanidad de la esclavitud del pecado y de la muerte. Sería azotado, coronado de espinas y después crucificado. Moriría, pero luego resucitaría».

Cuando los dos discípulos lo escucharon, dijeron: «Es verdad; esta mañana se difundió la noticia de que la tumba estaba vacía. Lo decían algunas mujeres. Pero no sabemos cómo ha sucedido, aunque algunos de nosotros, los discípulos, fueron a la tumba». Eran Pedro y Juan.

Nos encontramos en el día del domingo, después del sábado. El domingo, es decir, el día en que Cristo resucitó de madrugada. Nos encontramos en la tarde del domingo.

Antes de ellos, los acontecimientos se habían desarrollado así: muy de madrugada, llegaron primero tres mujeres de nombre María. Se dirigieron al sepulcro para ungir a Jesús. Vieron la gran piedra retirada y el sepulcro vacío. Ésta fue la primera constatación: el, sepulcro vacío. Con esta noticia las mujeres fueron a los Apóstoles, que se hallaban reunidos en el cenáculo por miedo a los judíos, y les dijeron: «Alguien ha robado el cuerpo de Jesús, porque el sepulcro se halla vacío». Los Apóstoles no les creyeron. Dos de ellos, Pedro y Juan, decidieron ir a comprobarlo. Fueron y comprobaron lo mismo: que el sepulcro estaba vacío y el cuerpo no se encontraba.

¿Qué quería decir eso? Si el sepulcro está vacío, significa que alguien ha robado el cuerpo. Eso es lo fue pensó María Magdalena: alguien robó el cuerpo. Y cuando volvió por segunda vez al sepulcro vacío, encontró a una persona que confundió con el jardinero y le dijo: «Tal vez tú lo has robado y lo has puesto en otro lugar. Dínoslo». Pero Jesús la llamó por su nombre: «María». Entonces, María Magdalena comprendió que se trataba de Jesús. Jesús, después de su muerte, por primera vez se reveló como vivo a esta mujer, María Magdalena.

Era la primera revelación de Jesús resucitado en persona. Después de ella, los segundos fueron los dos discípulos de Emaús. A María se apareció muy de mañana; ella llevó la noticia a los discípulos: «Yo lo he visto». A los dos discípulos de Emaús se apareció por la tarde. Cuando comprendieron que ese peregrino con quien hablaban era Jesús, volvieron inmediatamente a Jerusalén para buscar a los demás discípulos, a los demás Apóstoles. Los encontraron en el cenáculo y éstos les dijeron: «Ya ha estado aquí». Porque el domingo por la tarde Jesús se apareció a los Apóstoles en el cenáculo. Los saludó: «La paz este con vosotros». Y luego les dio a todos esta gran misión: «Como el Padre me ha enviado, yo también os envío». Accipite Spiritum Sanctum, recibid el Espíritu Santo, y les dio el poder de perdonar los pecados.

Esta es, más o menos, la cronología del primer día de la Resurrección, el domingo. Estamos ya en el cuarto día de la octava, pero leemos cada día un pasaje cronológico de estos acontecimientos del primer día. Hoy hemos leído el cuarto acontecimiento, es decir, el encuentro con los discípulos de Emaús.

Os saludo a todos muy cordialmente, y os digo: Haec dies quam fecit Dominus; y os deseo una vez más Felices Pascuas, porque produce realmente alegría esta noticia de la resurrección de Jesús: nos dice que la vida vence a la muerte, que la gracia vence al pecado, y nosotros estamos destinados en Cristo Jesús a vencer nuestros pecados y nuestra muerte y a participar en su resurrección.


Al final de la audiencia, el Santo Padre añadió:

Antes de pasar a la bendición foral, y antes de cantar el Regina caeli, debemos subrayar, una vez más, la importancia del encuentro de El Cairo, durante el Año de la familia. La familia es la primera y fundamental comunidad del amor y de la vida. Este año la Iglesia lo dedica a la familia, como ha hecho la ONU, y se celebra en toda comunidad civil.

Nosotros estamos tratando de que este Año de la familia no se convierta en un año contra la familia. Y podría convertirse fácilmente en un año contra la familia, si estos proyectos, a los que ya se ha dado respuesta, se convirtieran verdaderamente en proyectos de la Conferencia mundial en El Cairo, que tendrá lugar en septiembre.

Nosotros protestamos. Yo he escrito a todos los presidentes del mundo, sobre todo a los Presidentes de los Estados, pero también a los presidentes de las Conferencias episcopales, para invitarlos a reflexionar, a proteger y a defender de verdad a la familia. Y lo repito durante esta gran audiencia en la semana pascual, porque la Pascua nos habla de la victoria de la vida sobre la muerte. No podemos, caminar hacia el futuro con un proyecto de muerte sistemática de los niños por nacer. Podemos caminar sólo con una civilización del amor que acoja la vida.


Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Me es grato dar mi cordial bienvenida a todos los visitantes de lengua española.

En particular, al numeroso grupo de peregrinos mexicanos de Monterrey, así como a los “ Peregrinos Romeros ” de Panamá. De España, saludo con afecto al grupo de niños, jóvenes y padres pertenecientes a la Asociación Protectora de Minusválidos Psíquicos, de León; igualmente saludo a la Parroquia San Juan de la Cruz, de Guadalajara. Que todos podáis descubrir, durante el tiempo pascual, la riqueza espiritual que brota de Jesús resucitado.

 ¡Feliz Pascua!



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