PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
EN LA MEDIANOCHE DEL DOMINGO 31 DE DICIEMBRE DE 2000
Amadísimos hermanos y hermanas;
queridos jóvenes:
1. En este momento cruzamos el umbral del año 2001, y nos adentramos en el tercer milenio cristiano. Al llegar la medianoche, que marca este histórico paso, nos detenemos, con el corazón rebosante de gratitud, a considerar las vicisitudes alternas del siglo y del milenio pasados. Dramas y esperanzas, alegrías y sufrimientos, victorias y derrotas: sobre todo ello domina la convicción de que Dios guía los acontecimientos de la humanidad. Él camina con los hombres y no cesa de realizar maravillas. ¡Cómo no darle gracias en esta noche! ¡Cómo no repetirle: In te Domine speravi, non confundar in aeternum! Sí, "En ti, Señor, he puesto mi esperanza; no me veré defraudado para siempre".
2. Al final del acostumbrado encuentro de oración que marca cada día del Año jubilar, y que hoy se realiza en la noche al clausurarse el año 2000, nuestra mirada se dirige a Cristo, Salvador del hombre. Sin él la vida no alcanza su último destino. Es él quien con su sabiduría y con la fuerza de su Espíritu nos ayuda a afrontar los desafíos del nuevo milenio. Es él quien nos hace capaces de gastar nuestra vida para la gloria de Dios y para el bien de la humanidad. Debemos partir nuevamente de él y ser sus testigos en el futuro que nos espera.
Dejémonos atraer por su amor y en el camino de la vida experimentaremos la alegría que brota de servirlo fielmente cada día. Este es mi deseo cordial, que formulo para todos los creyentes y para todos los hombres y mujeres de buena voluntad. En este momento quiero tener un recuerdo especial, acompañado de mi oración, para los que sufren, para los que pasan dificultades y para quienes viven momentos de pena. Para cada uno invoco la ayuda providente del Señor.
Mi mirada se ensancha ahora al mundo entero. Deseo que el nuevo milenio traiga a todas las naciones paz, justicia, hermandad y prosperidad. En particular, pienso en los jóvenes, esperanza del futuro: que la luz de Cristo Salvador dé sentido a su vida, los guíe en el camino de la vida y los haga fuertes en el testimonio de la verdad y al servicio del bien.
Encomiendo estos deseos a la intercesión de María:
Virgen santísima,
¡Feliz año a todos!
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