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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN EL EL CONGRESO
DEL CONSEJO EUROPEO DE JÓVENES AGRICULTORES*

Jueves 16 de marzo de 1989

 

Señor Presidente,
queridos amigos:

1. Al acogeros aquí, me alegra poder dirigiros mi más cordial saludo y daros las gracias por vuestra amable visita.

Celebráis estos días el XXX aniversario del Consejo Europeo de Jóvenes Agricultores, bajo los auspicios de los organismos competentes de la Comunidad Económica Europea, en la sede de la F.A.O. Vuestro encuentro os ofrece la ocasión de reflexionar en común sobre el camino recorrido y sobre las perspectivas que se abren en Europa debido a las nuevas disposiciones que entrarán en vigor en 1993. Os manifiesto el interés que tengo por los temas que estáis abordando juntos.

2. En efecto el análisis de la situación actual de la agricultura, dentro del marco de la política agrícola comunitaria, os lleva a considerar de modo global la actividad de vuestro ambiente profesional, o más bien de vuestro ambiente social, que hoy está afectado por los considerables cambios, producidos a lo largo de estos últimos decenios.

En este breve encuentro no me corresponde evocar las etapas, a veces difíciles, de una construcción europea en la que los agricultores ocupan un primer plano. Pero sé que la puesta en práctica de normas y directrices ciertamente necesarias, ha creado muchos problemas a los propietarios, teniendo que hacer frente a las generaciones mayores a un rápido cambio técnico y económico, y experimentando vuestra generación dificultades reales en el ejercicio de un oficio que le apasiona. La confrontación de vuestras experiencias os permitirá tener más en cuenta el valor de la renuncia a ciertas formas de individualismo o de nacionalismo, y situar mejor el objetivo de una unidad orgánica continental que hay que construir por el bien de todos y abrirla a las demás regiones del mundo.

3. También os proponéis precisar las funciones del sindicalismo agrícola de los jóvenes, teniendo en cuenta las condiciones de la próxima liberación del Mercado Común. De hecho, la aportación cultural y educativa de las organizaciones profesionales y sindicales parece importante y determinante; es un “factor constructivo de orden social y de solidaridad (Laborem exercens, 20). La afirmación de la unidad europea dependerá en gran parte de la cohesión moral espiritual de las personas y de los pueblos que la forman. Cuando presenté la doctrina cristiana sobre el trabajo, recordaba especialmente que es necesario proclamar y promover la dignidad del trabajo, de todo trabajo, y, en particular, del trabajo agrícola, en el cual el hombre somete’ la tierra recibida en don por parte de Dios” (ib., 21). Deseo que vuestras organizaciones ayuden a los jóvenes agricultores a encontrar en su oficio la satisfacción de cumplir una tarea humana en expansión y respetada por todos.

4. Vuestro tercer tema de reflexión en este encuentro romano, se sitúa aún más decididamente en una perspectiva internacional. Estáis preparando vuestro VI Congreso mundial en Brasil, para el próximo mes de diciembre. Os encontraréis frente a los problemas de la interdependencia en la producción y los cambios; constataréis con más claridad aún la urgencia de tomar en consideración los componentes no sólo económicos, sino culturales, políticos y religiosos, es decir, la urgencia de elevar esa interdependencia al rango de categoría moral, como lo he pedido en la Encíclica Solicitudo rei socialis (cf. n. 38).

En el horizonte del año 2000, os preocupáis por ensanchar las fronteras de la solidaridad de los europeos mucho más allá de vuestro continente, con el fin de establecer lazos más estrechos y fecundos en el Norte y en el Sur del planeta, entre los países dotados de una agricultura moderna y productiva y los países que no gozan de las mismas posibilidades naturales, tecnológicas y económicas. Y vosotros sabéis que esta solidaridad no adquirirá todo su sentido si no se ejerce en el plano humano, si no traduce la primacía del hombre sobre toda la actividad económica. A este respecto la Iglesia aprecia la tarea que llevan a cabo las organizaciones internacionales, gubernamentales o no gubernamentales, “al servicio de las sociedades, de las economías y de las culturas del mundo entero” (ib., n. 43).

5. Queridos jóvenes agricultores: En el otoño pasado tuve la alegría de dirigirme al Parlamento Europeo y manifestar mi estima y aliento a los que representan vuestras doce naciones en este sector.

A vosotros también quisiera recordaros tres campos de acción que mencioné en Estrasburgo y que me parecen esenciales en el camino hacia una Europa unida; primero, reconciliar al hombre con la creación, procurando preservar la integridad, los equilibrios y los recursos de la naturaleza — vosotros sois los primeros en comprender perfectamente esta necesidad —; reconciliar al hombre con sus semejantes, aceptándose unos a otros con la diversidad de tradiciones en el continente europeo y abriéndose a las riquezas espirituales de otros continentes; reconciliar al hombre consigo mismo, trabajando por devolverle una visión integral y completa del hombre (cf. Discurso al Parlamento Europeo, 11 de octubre, l988, n. 12).

Estoy seguro de que, a través de vuestra sensibilidad de jóvenes, vuestra amplitud de miras y vuestra confianza en el futuro, sabréis responder generosamente a estos llamamientos.

Con esta esperanza, invoco la bendición del Señor sobre vosotros, sobre vuestras familias y sobre los países que representáis.


*L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n. 16, p.11.



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