DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE LA VISITA A LA CATEDRAL PATRIARCAL
Viernes 7 de mayo de 1999
1. «El Dios de la paz esté con todos vosotros» (Rm 15, 33).
Amadísimos hermanos y hermanas, deseo saludaros con las palabras del apóstol san Pablo a los Romanos, para manifestaros mi afecto y el gozo profundo que siento al encontrarme por primera vez entre vosotros, aquí en Rumanía, junto con Su Beatitud el patriarca Teoctist. Os agradezco vuestra alegre y cordial acogida, que brota de la fe en Jesucristo, nuestro Señor, el cual está siempre presente donde dos o tres se hallan reunidos en su nombre (cf. Mt 18, 20).
2. Cristo acompaña desde siempre las vicisitudes de la nación rumana. En efecto, ¡cómo no recordar que la evangelización y la formación de las primeras comunidades cristianas coincidieron con la formación de vuestro antiguo y noble pueblo! ¡Cómo no destacar con gratitud que el Evangelio, ya desde el inicio, ha impregnado profundamente su vida y sus costumbres, convirtiéndose en fuente de civilización y principio de síntesis entre las diversas almas de su cultura! Gracias a la fe cristiana, este país, vinculado al recuerdo de Trajano y a la romanidad, que evoca incluso en su nombre al Imperio romano, pero que lleva en sí la huella de la civilización bizantina, a lo largo de los siglos ha llegado a ser puente entre el mundo latino y la ortodoxia, así como entre la civilización helénica y los pueblos eslavos.
La historia de vuestra fe está significativamente representada en las pinturas de las fachadas de muchas de vuestras iglesias que, a pesar de las tempestades, siguen anunciando el amor de Dios a los hombres. También los rumanos, en las trágicas vicisitudes históricas, tanto en las del pasado como en las más recientes, han conservado con valentía el don de la fe cristiana, resistiendo a persecuciones violentas y a propuestas insidiosas de una vida sin Dios.
A la vez que doy gracias al Señor por tan luminosos testimonios, que han florecido en tierra rumana, formulo votos para que la fe en Cristo arraigue cada vez más en vuestro corazón y resplandezca en vuestra vida, a fin de que se transmita íntegra a las generaciones futuras.
3. Queridos rumanos, que el Señor acompañe a vuestro pueblo en su camino hacia el tercer milenio cristiano. Que él suscite en vuestro corazón proyectos y esperanzas de bien y os conceda la fuerza para construir la civilización del amor, fundada en la justicia, en la solidaridad y en el compromiso por el bien común, y para instaurar una convivencia realmente fraterna.
En particular, deseo que un mayor entendimiento entre los que se honran de llevar el nombre cristiano —ortodoxos, católicos de los diversos ritos y protestantes de diversas denominaciones— sea levadura de unidad y concordia dentro de vuestra patria y en todo el continente europeo. Que la paz de Cristo esté siempre con vosotros. Amén.
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