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JUBILEO DE LOS GOBERNANTES, PARLAMENTARIOS Y POLÍTICOS

ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL FINAL DE LA VELADA ARTÍSTICO-CULTURAL EN LA SALA PABLO VI


Domingo 5 de noviembre de 2000

 

Señoras y señores: 

1. Hemos vivido juntos una velada artística y musical, que ha querido integrar las celebraciones del jubileo de los gobernantes, los parlamentarios y los políticos. Gracias de corazón a cuantos la han hecho posible y a quienes se han ocupado de su realización concreta.

El programa preparado ha sido rico y representativo de los cinco continentes, en los que habita, vive y trabaja la gran familia humana. Hemos visto juntos que la paz, la solidaridad y el amor son posibles, gracias a la aportación de todos.

Expreso mi gratitud y mi aprecio a los artistas, a los niños, a los concertistas, a la presentadora y a los técnicos, que nos han guiado y acompañado en este viaje ideal por los senderos de la paz y del amor.

2. Doy las gracias, con deferente consideración, a los ilustres huéspedes galardonados con el premio Nobel. Nos han dado un testimonio personal sobre la importancia de los valores éticos y morales en la vida y en la acción de quien se halla revestido de autoridad pública. La Iglesia siente gran estima por la misión confiada a los políticos y a los gobernantes; por eso, no se cansa de recordar la dimensión fundamental del servicio, que debe distinguir la actividad de los representantes del pueblo y de toda autoridad pública.

En particular, la Iglesia recuerda esa dimensión a los creyentes, a quienes la fe presenta la actividad política como una vocación. Por lo demás, toda persona recta encuentra en los dictámenes de la ley natural, que resuenan en su conciencia, la orientación para las opciones que le exige la función que se le ha confiado.

3. Hablando de esto, viene espontáneamente a la mente la figura luminosa de santo Tomás Moro, ejemplo extraordinario de libertad y de fidelidad a la ley de la conciencia ante exigencias moralmente inaceptables, aunque fueran autorizadas. He querido proclamarlo vuestro patrono, queridos gobernantes, parlamentarios y políticos, para que su testimonio os estimule y anime.

Ojalá que vuestro trabajo esté diariamente al servicio de la justicia, la paz, la libertad y el bien común. Dios bendecirá seguramente vuestros esfuerzos, enriqueciéndolos con abundantes frutos, para realizar una difusión cada vez más amplia y profunda de la civilización del amor.

Con estos deseos, y para confirmarlos, invoco sobre todos la bendición de Dios todopoderoso.

Gracias.

 



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