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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
A UNA REPRESENTACIÓN DEL CLERO Y DEL LAICADO
DE LA DIÓCESIS DE TREVISO
*

Sala de las Bendiciones
Domingo 12 de noviembre de 1961

 

Queridos hijos:

Todo es alegría en esta ocasión. Pues el eco de la glorificación, hace poco acaecida, del beato Inocencio de Berzo, capuchino, resuena todavía en este salón de las Bendiciones y quiere hacer particularmente memorable este día.

Mientras escuchábamos las palabras del obispo de Treviso nuestro pensamiento se encaminaba a la querida diócesis de San Pío X y nos parecía recorrer las carreteras de su ciudad trabajadora y de sus regiones risueñas y llenas de vida. Hemos como vuelto a ver sus iglesias luminosas y las campanas volteando, las personas que nos encontrábamos en las visitas que hicimos, cuando agradables circunstancias de una festividad religiosa nos llevaban de Venecia a vuestra ciudad.

Animosos os lo confiamos. Estos recuerdos suscitan un eco de profunda consolación. Ante todo, por que Treviso es tierra de predilección divina, y basta San Pío X —cuyo cuerpo reposa aquí, en el corazón de la cristiandad— para hacerla bendita en todo el mundo. Ha sido, además, un gran gozo el conceder la corona refulgente de los santos a Bertilla Boscardin, humilde flor de la tierra vicentina que cerca de vosotros concluyó su vida terrena. Por esta luz irradiante se explica el florecimiento de innumerables obras pastorales, religiosas, caritativas, catequísticas y sociales que distinguen a Treviso. Esta bella tradición de dignidad y santidad es un honor, pero también es una responsabilidad. Como os dijimos, justamente el 7 de noviembre de 1954, durante las festividades en honor de San Pío X, «somos hijos de santos: Filii sanctorum sumus. Como tales, vosotros, los de Treviso, habéis contraído diversas responsabilidades. No obstante las lamentaciones sugeridas a veces por el mal disimulado pesimismo, de hecho hay en esta noble porción de la Marca Trevigiana tanto bien que merece ser reconocido y animado" (A. G. Card. Roncalli, Escritos y discursos, I, pág. 345).

Nos alegramos de renovar hoy este elogio paterno, queridos hijos. Vuestra presencia quiere afirmar que el bien se difunde y penetra por todas partes. Debemos, pues, alegrarnos de corazón con vuestro obispo y con vosotros, especialmente por el carácter que habéis querido dar a la audiencia de hoy.

Con las autoridades religiosas y civiles están representados, pues, todos los trabajadores de la diócesis: industria y agricultura, pequeños propietarios y artesanos. Y esta admirable fusión de corazones, en la unidad de la fe y de la caridad, es prueba elocuente de la eficacia universal y pacificadora de la enseñanza social de la Iglesia.

De esta manera, queridos hijos, nos habéis hecho gustar la unanimidad de vuestros sentimientos respecto de la encíclica Mater et Magistra. Que publicándose a los setenta años de la Rerum Novarum, de León XIII, ha querido ser una nueva demostración de la incansable preocupación de la Iglesia por la vida pública y social, en el desenvolvimiento de las circunstancias históricas del mundo.

Sed agradecidos. Os repetimos con gran esperanza la invitación que aparece en las últimas páginas de la Mater et Magistra como sello de las enseñanzas en ella contenidas: que la doctrina social de la Iglesia "sea conocida, asimilada, traducida a la realidad social en forma y manera que las diversas situaciones lo consientan o reclamen; tarea ardua pero muy noble, a la cual invitamos con deseo ardiente no sólo a nuestros hermanos e hijos esparcidos por todo el mundo, sino también a todos los hombres de buena voluntad" (AAS LIII, 1961, pág. 453).

Esta es la tarea que os aguarda el que esta doctrina sea conocida, asimilada y aplicada: conocida por medio de la instrucción que debe difundirse con todos los medios modernos; asimilada por medio de la formación de los corazones, para robustecer la conciencia cristiana, para que informe también la actividad económica y social del hombre, y traducida a la realidad por medio de la acción concorde y generosa de cuantos les preocupa el verdadero y duradero bienestar de la familia humana, lo mismo que de cada uno de los fieles. Si estas enseñanzas permanecieran solamente en las palabras, y no puestas en la realidad, se daría pie para reputar a la Iglesia incapaz de resolver los problemas más arduos de la vida temporal, y, en efecto, la eficacia de la acción de la madre está puesta en la fidelidad generosa de los fieles.

Nos pedimos por todos vosotros para que vuestra respuesta a los deseos de la Iglesia y del Papa sea siempre ferviente y luminosa como hoy, y encomendamos también al Señor vuestras familias, muy en particularmente a vuestros pequeños, a los ancianos, a los enfermos, a los que sufren, a todos los cuales amamos con nuestro paterno amor.

A vuestro obispo el deseo de que vea y sienta siempre en torno a sí, noble y valerosa, la corona de sus sacerdotes y seminaristas, empeñados particularmente en vivir los sagrados consejos contenidos en la Exhortatio ad clerum, de San Pío X; "Haerent animo", que los ancianos entre nosotros continúan considerándolo como el testamento de aquella gran alma pontificia. Exhortación a todos a la nitidez de la vida cristiana, a la difusión de la caridad y del apostolado del clero y de los laicos, para el incremento de vocaciones al estado eclesiástico y religioso, para la irradiación de la enseñanza social de la Iglesia.

Os saludamos, queridos hijos de Treviso, y pedimos al Señor que os conceda, por medio de la intersección de María Madre de Jesús y nuestra, y de vuestras santas, los tesoros de firma fides; spes certa, caritas perfecta. Amén.

 


*  Discorsi, messaggi, colloqui, vol. IV, págs. 47-50.

 

 



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