PAPA LEÓN XIV
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo, 21 de septiembre de 2025
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Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
La palabra que escuchamos hoy en el Evangelio (Lc 16,1-13) nos hace reflexionar sobre el uso de los bienes materiales y, más en general, sobre cómo estamos administrando el bien más valioso de todos, que es nuestra propia vida.
En el relato vemos que un administrador es llamado por su señor a “rendir cuentas”. Se trata de una imagen que nos comunica algo muy importante: nosotros no somos dueños de nuestra vida ni de los bienes que disfrutamos; todo nos ha sido dado como don por el Señor y Él ha confiado este patrimonio a nuestro cuidado, a nuestra libertad y responsabilidad. Un día seremos llamados a rendir cuentas de cómo hemos administrado nuestra vida, nuestros bienes y los recursos de la tierra, a Dios y a los hombres, a la sociedad y sobre todo a quienes vendrán después de nosotros.
El administrador de la parábola ha buscado simplemente su propio beneficio y, cuando llega el día en el que debe rendir cuentas y le quitan la administración, debe pensar qué hacer para su futuro. En esta difícil situación, él comprende que el valor más importante no es la acumulación de los bienes materiales, porque las riquezas de este mundo pasan; y, entonces, se le ocurre una idea brillante: llama a sus deudores y “recorta” sus deudas, renunciando por tanto a la parte que le hubiera tocado a él. De esta manera, pierde la riqueza material, pero gana amigos, que estarán dispuestos a ayudarlo y sostenerlo.
Reflexionando sobre este relato, Jesús nos exhorta: «Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas» (v. 9).
El administrador de la parábola, en efecto, aun en la gestión de la riqueza deshonesta de este mundo, encuentra un modo para tener amigos, saliendo de la soledad del propio egoísmo; mucho más nosotros, que somos discípulos y vivimos en la luz del Evangelio, debemos usar los bienes del mundo y nuestra misma vida pensando en la riqueza verdadera, que es la amistad con el Señor y con los hermanos.
Queridos hermanos, la parábola nos invita a preguntarnos: ¿cómo estamos administrando los bienes materiales, los recursos de la tierra y la vida que Dios nos ha dado? Podemos seguir el criterio del egoísmo, poniendo la riqueza en primer lugar y pensando sólo en nosotros mismos; pero esto nos aísla de los demás y esparce el veneno de una competición que a menudo provoca conflictos. O bien podemos reconocer que hemos de administrar todo lo que tenemos como don de Dios, y usarlo como instrumento para compartir, para crear redes de amistad y solidaridad, para edificar el bien, para construir un mundo más justo, más equitativo y más fraterno.
Pidamos a la Virgen Santa que interceda por nosotros y nos ayude a administrar bien todo aquello que el Señor nos confía, con justicia y responsabilidad.
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Palabras después del Angelus
Saludo con afecto a todos ustedes, presentes en la Plaza de San Pietro y a los que están conectados a través de los medios de comunicación.
Me dirijo en primer lugar a los representantes de diversas asociaciones católicas, comprometidas en la solidaridad con la población de la Franja de Gaza. Queridos amigos, aprecio su iniciativa y muchas otras que en toda la Iglesia expresan cercanía a los hermanos y hermanas que sufren en esa tierra martirizada. Con ustedes y con los pastores de las Iglesias de Tierra Santa repito: no hay futuro basado en la violencia, en el exilio forzado, en la venganza. Los pueblos necesitan paz: quien los ama de verdad, trabaja por la paz.
Saludo a los peregrinos de las Diócesis de Mindelo, Capo Verde, y a los de la Diócesis de Como; También a los grupos provenientes de Angola, Polonia – en particular de Bliżyn –, de Ciudad Real en España, de Porto en Portugal y de Mwanza en Tanzania.
Saludo a los sacerdotes de la Compañía de Jesús que comienzan el itinerario de estudios en Roma; a la Sociedad de San Vicente de Paul; a los fieles de Sora, Pescara, Macerata, San Giovanni in Marignano, Venezia, Bassano del Grappa, Santa Caterina Villarmosa, Taranto, Somma Vesuviana, Ponzano Romano y a los varios grupos de la diócesis de Padua.
Me complace dar la bienvenida al Coro del Colegio de Abogados de Verona; al Coro femenino de Malo, en Vicenza; a la Fundación Oasi Nazareth de Corato; a la Asociación H-Earth Mani e Cuori; incluyendo un recuerdo especial para las personas que padecen Alzheimer y ataxia.
¡Gracias a todos! ¡Les deseo un feliz domingo!
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