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MENSAJE DE SU SANTIDAD PABLO VI
CON OCASIÓN DE LA V JORNADA MUNDIAL DEL MEDIO AMBIENTE
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"Y Dios vio todas las cosas que había hecho, y eran muy buenas" (Gén 1, 51).

Este antiguo texto, tan sencillo y sin embargo tan profundo, nos está recordando hoy a todos nosotros que tenemos que considerar y aceptar el mundo en el que vivimos, esta creación, como buena, en su conjunto; buena, porque es un don de Dios; buena, porque constituye el ambiente en el que todos nosotros hemos sido colocados y en el que estamos llamados a vivir nuestra vocación en solidaridad unos con otros.

En los últimos años se ha despertado en todo el mundo una creciente conciencia de que "el ambiente condiciona esencialmente la vida y el desarrollo del hombre; éste, a su vez, perfecciona y ennoblece el medio ambiente con su presencia, su trabajo, su contemplación" (Mensaje a la Conferencia de Estocolmo sobre el Medio Ambiente; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 18 de junio de 1972 pág. 1).

Por eso, es muy confortante ver a los miembros de las Naciones Unidas proclamar una Jornada mundial del Medio Ambiente, con el fin de que todos, y en todas partes, puedan aprovechar esta oportunidad para celebrar los bienes de esta tierra y compartirlos más consciente y equitativamente con todos sus hermanos y hermanas.

Esta toma de conciencia sobre nuestro medio ambiente es hoy más urgente que nunca. Porque los hombres, que tienen los medios y la capacidad de construir y ennoblecer el mundo que les rodea, pueden también destruirlo y derrochar sus bienes. La ciencia humana y la tecnología han logrado metas maravillosas. Pero hay que tener cuidado de que sean usadas para acrecentar la vida humana, no para disminuirla. El esfuerzo humano ha conseguido de la tierra mucha riqueza. Pero esta riqueza no debe ser derrochada superfluamente por una minoría, ni acumulada egoístamente para provecho de unos pocos a costa del resto de la humanidad necesitada.

Por lo mismo, la celebración de esta Jornada del Medio Ambiente en el que vivimos, debería ser al mismo tiempo para todos nosotros un llamamiento a unirnos, en cuanto guardianes de la creación de Dios. Debería ser una jornada para renovar nuestro empeño en la tarea de preservar, mejorar y entregar a las generaciones futuras un ambiente sano, en el que cada persona se encuentre realmente como en su casa (cf. Mensaje citado).

El propósito de un tal llamamiento exige algo más que una mera renovación del esfuerzo. Pide un cambio de mentalidad, una conversión de actitudes y de prácticas, de modo que el rico voluntariamente use menos los bienes de la tierra y los comparta más amplia y sabiamente. Exige sencillez en el estilo de vida y una sociedad que sepa conservar con inteligencia, más bien que consumir sin necesidad. Requiere, finalmente, sentido universal de solidaridad, en el que cada persona y cada nación jueguen su papel propio e interdependiente, para asegurar un medio ambiente ecológicamente sano para la gente de hoy y para las generaciones futuras.

"Todo lo creado por Dios es bueno", escribía el Apóstol Pablo. Oramos intensamente para que esta Jornada del Medio Ambiente sea ocasión de que todos y en todas partes se alegren con la sabiduría de este grito, y se comprometan a compartir fraternalmente y a conservar un ambiente puro, como patrimonio común de toda la humanidad.

5 de junio de 1977

PAULUS PP. VI


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.26 p.10.

 



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