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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DEL PARAGUAY
ANTE LA SANTA SEDE*

Lunes 30 de agosto de 1971

 

Señor Embajador,

Hemos escuchado con atención las deferentes expresiones que acaba de dirigirnos al presentar las cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario del Paraguay ante la Santa Sede.

En esta ocasión no podemos menos de recordar con particular afecto a todos nuestros amadísimos hijos de su noble País, de tan gloriosas y notables tradiciones cristianas. Ya desde los primeros momentos de la Evangelización, la predicación del mensaje cristiano alcanzó en Paraguay frutos ubérrimos en el campo espiritual, al que se unieron experiencias en el campo social, como las célebres Reducciones, que son consideradas como ejemplo de auténtico progreso. En ellas, los más altos valores del espíritu fueron semilla de admirables realizaciones para el desarrollo intmegral del hombre, sobre el fundamento del empeño común, de la participación comunitaria y de la fraternidad cristiana.

Siguiendo aquella y otras tradiciones, la Iglesia, bajo la guía de sus Pastores, realiza también hoy en su País, y desea realizar cada día con mayor entusiasmo, su característica misión de servicio a los individuos y a los diversos grupos sociales. Con la predicación clara y actual del Evangelio y con sus obras de promoción social y de caridad, ella quiere ser siempre fiel al mandato divino que ha recibido, germen de progreso espiritual y humano, símbolo e impulso de los más altos valores de amor, comprensión y libertad, a la vez que propugnadora infatigable de un mundo nuevo más justo y solidario.

Hacia ese mundo nuevo miramos con esperanza cuando dedicamos nuestros decididos esfuerzos a la consecución de la paz, a los cuales Vuestra Excelencia ha tenido la cortesía de hacer referencia. En el camino de la paz, nuestra tarea y la de toda la Iglesia se dirige constantemente hacia metas cada vez más amplias y totales, pensando en la paz auténtica, que se ha de desarrollar en un clima de amor, de justicia y de libertad; en la paz activa, que dé la posibilidad a los individuos y a las naciones de llegar al verdadero progreso integral, a que están llamados por su dignidad humana y por el mismo plan divino.

Una vez más formulamos a nuestros amadísimos hijos paraguayos nuestros mejores votos para un rápido y vasto desarrollo en la línea que hemos indicado, asegurándoles la voluntad decidida de la Iglesia de servirles desinteresada y valientemente en este camino. Mientras le aseguramos, Señor Embajador, nuestra benevolencia para el feliz cumplimiento de su alta misión, agradecemos los deferentes saludos que nos ha transmitido en nombre de las Autoridades de su País, a la vez que con paternal afecto invocamos sobre todo el Paraguay continuas y escogidas bendiciones divinas.


*AAS 63 (1971), p.694-695.

Insegnamenti di Paolo VI, vol. IX, p.720-721.

L’Attività della Santa Sede 1971, p.330-331.

L'Osservatore Romano 30-31.8.1971 p.1.

L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.36 p.7.

 



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