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DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL PRESIDENTE DEL PARLAMENTO EUROPEO,
SR. DR. WALTER BEHRENDT*

Jueves 25 de noviembre de 1971

 

Excelentísimo señor Presidente:

Nos dirigimos a usted y a sus acompañantes un cordial saludo y agradecemos el denso discurso que, como Presidente del Parlamento Europeo, nos habéis ofrecido.

Con palabras llenas de reconocimiento habéis puesto de relieve el gran interés que la Santa Sede manifiesta desde hace años por el problema de una Europa unida. En realidad, sin querer interferir en el cuadro de los intereses políticos de cada Estado, Nos hemos insinuado repetidamente en nuestras alocuciones, las posibles formas de unión entre los pueblos de Europa para una convivencia pacífica y un trabajo comunitario y fructífero.

La demostración más reciente de Nuestra preocupación por todo este conjunto de problemas, ha sido Nuestra decisión de tener acreditado ante la Comunidad Europea un representante diplomático propio. La Santa Sede fomenta con toda la fuerza moral que está en sus manos los esfuerzos que se orientan al servicio del auténtico y duradero progreso de los pueblos.

En este contexto tiene una gran significación su deseo de presentar sus respetos al Papa, para expresar con ello su convicción de que los valores imperecederos de la dignidad de cada hombre, su libertad y su responsabilidad moral, sus derechos y deberes para con los demás hombres, para con la familia y el Estado, tal como son proclamados por la cristiandad, constituyen el fundamento inconmovible de todo ente social organizado. Esta doctrina ha formado a Europa durante los siglos pasados y ha proporcionado al hombre europeo un desarrollo cultural tan elevado, que le ha capacitado para poder convertirse en educador de otros pueblos y continentes.

Si en la sociedad pluralista actual está en crisis la seguridad de la sociedad y la convivencia pacífica entre los pueblos y en el seno de cada comunidad, ¿no se deberá a que se niega y se rechaza una ley moral de valor universal?

Aquí tienen, sin duda, un decisivo deber que cumplir todos los que ocupan un puesto de responsabilidad en la vida pública.

La Europa de ayer está llena de devastaciones y de atrocidades que parecen increíbles. La Europa del mañana tiene que ser otra Europa muy distinta, que haga honor a su vocación histórica, para ser dueña del verdadero progreso.

Con el deseo de que les sea permitido a usted, señor Presidente, y a sus colaboradores poner sus mejores fuerzas al servicio del alto cargo que ocupan, con un resultado positivo para el bien de la humanidad, Nos imploramos de todo corazón para todos ustedes la protección constante y la bendición de Dios.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 1972 n.5 p.10.

 



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