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DISCURSO DEL PAPA BENEDICTO XVI
AL NUEVO EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE LAS SEYCHELLES
ANTE LA SANTA SEDE


Viernes 19 de diciembre de 2008

 

Señor embajador:

Me alegra recibirlo, excelencia, y acreditarlo en calidad de embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de las Seychelles ante la Santa Sede. Le agradezco que me haya transmitido el saludo de su excelencia el señor James Alix Michel, presidente de la República. Le ruego que le exprese los mejores deseos que formulo para su persona, así como para todo el pueblo de las Seychelles.

Al recordar su país, es siempre un placer hablar de su belleza y poder enumerar las numerosas ventajas de las que goza. Para aumentar sus potencialidades, su país lleva a cabo hoy esfuerzos importantes con el fin de reducir su deuda. En un contexto mundial difícil, me congratulo por esos esfuerzos, que deberían encontrar el apoyo de las instituciones internacionales en la medida de la seriedad y del compromiso adoptado. Se trata de un desafío importante de cara a las generaciones futuras. En efecto, sería injusto que los hombres de hoy evitaran sus responsabilidades e hicieran gravar las consecuencias de sus opciones o de su inercia sobre las generaciones que vendrán después de ellos. Así pues, no sólo se trata de sanear la economía, sino también y sobre todo de afrontar un desafío de justicia social. Además, arreglar las cuentas de la nación supone también ofrecer un marco más seguro para la actividad económica y, por tanto, proteger más a las poblaciones más pobres y más vulnerables.

Este laudable objetivo requiere la cooperación de todos, para la cual es fundamental el sentido de solidaridad. Aquí se manifiesta de qué manera la armonía social no sólo está vinculada a un marco legislativo justo y adecuado, sino también a la calidad moral de cada ciudadano, porque "la solidaridad se presenta bajo dos aspectos complementarios: el de principio social y el de virtud moral" (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 193). La solidaridad se eleva al rango de virtud social cuando puede apoyarse al mismo tiempo en estructuras de solidaridad, pero también en la decisión firme y perseverante de cada persona de trabajar por el bien común, porque todos somos responsables de todos.

Para suscitar este sentido duradero de solidaridad, la educación de los jóvenes es ciertamente el mejor camino. Desde este punto de vista, me complace poder subrayar una vez más los esfuerzos que realiza desde hace mucho tiempo su país para construir un sistema educativo de calidad. Animo a cada uno, cualquiera que sea su nivel de responsabilidad, a proseguir por este camino y a sembrar generosamente de cara al futuro. Sin embargo, esta preocupación por la educación sería inútil si la institución familiar se debilitara excesivamente. Las familias necesitan ser animadas y sostenidas constantemente por las autoridades públicas. Hay una armonía profunda entre las tareas de la familia y los deberes del Estado. Favorecer entre ellos una buena sinergia es trabajar eficazmente con vistas a un futuro de prosperidad y de paz social.

Por su parte, la Iglesia local no escatima esfuerzos para acompañar a las familias, ofreciéndoles la luz del Evangelio, que pone de relieve toda la grandeza y la belleza del "misterio" de la familia, y ayudándoles a asumir sus responsabilidades educativas. Con respecto a las que atraviesan dificultades, se preocupa de contribuir a la pacificación de las relaciones y de educar los corazones para la reconciliación.

Aprovecho la ocasión de este encuentro, señor embajador, para saludar cordialmente, por medio de usted, al obispo de las Seychelles y a sus colaboradores, así como a todos los fieles católicos que viven en su país. Que se preocupen por edificar, juntamente con todos los demás ciudadanos, una vida social donde cada uno pueda encontrar el camino de un crecimiento personal y colectivo. Así testimoniarán la fecundidad social de la Palabra de Dios.

En este momento en que inicia su noble misión de representación ante la Santa Sede, deseo expresar de nuevo mi satisfacción por las excelentes relaciones que mantienen la República de las Seychelles y la Santa Sede, y le formulo, señor embajador, mis mejores votos por el buen cumplimiento de su misión. Esté usted seguro de que encontrará siempre en mis colaboradores la acogida y la comprensión que pueda necesitar.

Sobre usted, excelencia, sobre su familia y sobre sus colaboradores, así como sobre todo el pueblo de las Islas Seychelles y sus dirigentes, invoco de corazón la abundancia de las bendiciones divinas.



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