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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL NUEVO EMBAJADOR DE HUNGRÍA ANTE LA SANTA SEDE*

Lunes 2 de febrero de 2009

 

Excelencia:

Me alegra darle la bienvenida al comienzo de su misión y aceptar las cartas que le acreditan como embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Hungría ante la Santa Sede. Le agradezco sus amables palabras y el saludo que me trae del presidente László Sólyom. Le ruego que le transmita mis mejores deseos y la seguridad de mis oraciones por todos los habitantes de su nación.

El restablecimiento de plenas relaciones diplomáticas de la Santa Sede con los países del antiguo bloque del Este, después de los importantes acontecimientos de 1989, abrió nuevos horizontes de esperanza para el futuro. En los veinte años que han pasado desde entonces, Hungría ha realizado grandes progresos para crear las estructuras de una sociedad libre y democrática, capaz y deseosa de desempeñar su papel en una comunidad mundial cada vez más globalizada. Como usted ha observado, las fuerzas que gobiernan los asuntos económicos y políticos en el mundo actual deben ser gestionadas correctamente. En otras palabras, deben fundarse en una base ética, dando siempre prioridad a la dignidad y los derechos de la persona humana y al bien común de la humanidad. Teniendo en cuenta su profunda herencia cristiana, que se remonta a hace más de mil años, Hungría está en condiciones de ayudar a la promoción de estos ideales humanos en la comunidad europea y, de forma más amplia, en la comunidad mundial. Espero que nuestras relaciones diplomáticas sirvan para apoyar esta dimensión vital de la contribución de su país a los asuntos internacionales.

La experiencia de la libertad recién conquistada ha conllevado a veces el riesgo de que esos mismos valores humanos y cristianos, tan profundamente enraizados en la historia y en la cultura de los pueblos, y también en el conjunto del continente europeo, puedan ser suplantados por otros, basados en concepciones erróneas del hombre y de su dignidad, y dañosas para el desarrollo de una sociedad realmente próspera.

En mi mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2008, puse de relieve la importancia primordial de la familia para construir relaciones comunitarias pacíficas en todos los niveles. En gran parte de la Europa moderna el papel vital de cohesión que debe desempeñar la familia en los asuntos humanos es puesto en tela de juicio e incluso peligra como resultado de formas erróneas de pensar, que a veces se expresan en estrategias políticas sociales y políticas agresivas. Espero vivamente que se encuentren formas de salvaguardar este elemento esencial de nuestra sociedad, que es el corazón de toda cultura y nación. Uno de los modos específicos como el Gobierno puede ayudar a la familia es asegurar que a los padres de familia se les permita ejercer su derecho fundamental como primeros educadores de sus hijos, lo que incluye la opción de enviarlos a escuelas religiosas, si así lo desean.

La Iglesia católica en Hungría ha vivido con particular intensidad la transición del período de gobierno totalitario y la libertad de la que su país goza actualmente. Tras décadas de opresión, la Iglesia, sostenida por el heroico testimonio de muchos cristianos, ha emergido para ocupar su lugar en una sociedad transformada, de nuevo capaz de proclamar el Evangelio libremente. No busca privilegios para sí misma, sino que desea desempeñar su papel en la vida de la nación, fiel a su naturaleza y a su misión.

Confío en que, mientras continúa el proceso de aplicación de los acuerdos entre Hungría y la Santa Sede —pienso en el memorándum sobre asistencia religiosa a las fuerzas armadas y a la policía de fronteras recientemente firmado—, todas las cuestiones importantes que afectan a la vida de la Iglesia en su país se resuelvan con el espíritu de buena voluntad y el diálogo fructífero que ha caracterizado nuestras relaciones diplomáticas desde que se restablecieron tan felizmente.

Excelencia, rezo para que la misión diplomática que comienza hoy refuerce aún más los vínculos de amistad que existen entre la Santa Sede y la República de Hungría. Le aseguro que los diversos dicasterios de la Curia romana están siempre dispuestos a ofrecerle su ayuda y su apoyo para el cumplimiento de sus tareas. Con mis sinceros buenos deseos, invoco sobre usted, sobre su familia y sobre todos sus conciudadanos abundantes bendiciones de paz y prosperidad. ¡Que Dios bendiga a Hungría!


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n°8, p.10, 11.



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