TERCERA CONGREGACIÓN DE LA II ASAMBLEA ESPECIAL PARA ÁFRICA
PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A SU SANTIDAD ABUNA PAULUS,
PATRIARCA DE LA IGLESIA ORTODOXA DE ETIOPÍA
Martes 6 de octubre de 2009
Santidad, le doy gracias de todo corazón por su profunda presentación y por haber aceptado mi invitación a participar en la II Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos. Estoy seguro de que todos los miembros de la Asamblea comparten mi gratitud y mi aprecio.
Su presencia es un testimonio elocuente de la antigüedad y de las ricas tradiciones de la Iglesia en África. Desde los tiempos de los Apóstoles, entre los numerosos pueblos que anhelaban escuchar el mensaje de salvación de Cristo estaban los provenientes de Etiopía (cf. Hch 8, 26-40). La fidelidad de su pueblo al Evangelio sigue manifestándose no sólo por su obediencia a la ley del amor, sino también, como usted nos ha recordado, por su perseverancia en la persecución y en el sacrificio supremo del martirio por el nombre de Cristo.
Santidad, usted ha recordado que el anuncio del Evangelio no se puede separar del compromiso de construir una sociedad que sea conforme a la voluntad de Dios, que respete las bendiciones de su creación y que proteja la dignidad y la inocencia de todos sus hijos. Sabemos que en Cristo la reconciliación es posible, que la justicia puede prevalecer y que la paz puede ser duradera. Este es el mensaje de esperanza que estamos llamados a anunciar. Esta es la promesa que los habitantes de África desean ver cumplida hoy.
Oremos, pues, para que nuestras Iglesias se acerquen en la unidad, que es don del Espíritu Santo, y den testimonio común de la esperanza ofrecida por el Evangelio. Sigamos trabajando por el desarrollo integral de todos los pueblos de África, fortaleciendo las familias, que son el baluarte de la sociedad africana, educando a los jóvenes, que son el futuro de África, y contribuyendo a construir sociedades caracterizadas por la honradez, la integridad y la solidaridad. Que nuestras deliberaciones durante estas semanas ayuden a los seguidores de Cristo en todo el continente a ser ejemplos convincentes de rectitud, misericordia y paz, y una luz que ilumine el camino de las generaciones futuras.
Santidad, una vez más le agradezco su presencia y sus valiosas reflexiones. Que su participación en este Sínodo sea una bendición para nuestras Iglesias.
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