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PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo, 22 de julio de 2018

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy (cf. Marcos 6, 30-34) nos narra que los apóstoles, tras su primera misión, regresaron donde estaba Jesús y le contaron «todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado» (v. 30). Después de la experiencia de la misión, ciertamente entusiasta pero también agotadora, tenían necesidad de descanso. Jesús, lleno de comprensión, se preocupa de asegurarles un poco de alivio y dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» (v. 31). Pero esta vez la intención de Jesús no se puede realizar, porque la multitud, intuyendo el lugar solitario hacia donde se dirigía con la barca junto con sus discípulos, corrió hacia allí antes de su llegada. Eso mismo también puede suceder hoy. A veces no logramos realizar nuestros proyectos porque surge un imprevisto urgente que modifica nuestros programas y que exige parte y disponibilidad hacia las necesidades de los demás.

En estas circunstancias estamos llamados a imitar todo lo que hizo Jesús: «Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas» (v. 34). En esta breve frase, el evangelista nos ofrece un flash de especial intensidad, fotografiando los ojos del divino Maestro y su actitud. Observemos los tres verbos de este fotograma: ver, tener compasión, enseñar. Los podemos llamar los verbos del Pastor. La mirada de Jesús no es una mirada neutra, o peor, fría o alejada, porque Jesús mira siempre con los ojos del corazón. Y su corazón es tan tierno y está tan lleno de compasión, que sabe acoger las necesidades de las personas que permanecen incluso más escondidas. Además, su compasión no indica simplemente una reacción emotiva frente a una situación de malestar de la gente, sino que va más allá: es la actitud y la predisposición de Dios hacia el hombre y su historia. Jesús aparece como la preocupación y el cuidado de Dios por su pueblo.

Dado que Jesús se conmovió al ver a toda aquella gente necesitada de guía y de ayuda, podríamos esperar de Él que obrara algún milagro. Sin embargo, se puso a enseñarles muchas cosas. He aquí el primer pan que el Mesías ofrece a la multitud hambrienta y perdida: el pan de la Palabra. Todos nosotros tenemos necesidad de palabras de verdad que nos guíen y que iluminen nuestro camino. Sin la verdad, que es Cristo mismo, no es posible encontrar la orientación correcta en la vida.

Cuando nos alejamos de Jesús y de su amor, nos perdemos y la existencia se transforma en desilusión e insatisfacción. Con Jesús al lado, se puede proceder con seguridad, se pueden superar las pruebas, avanzar en el amor hacia Dios y hacia el prójimo. Jesús se hizo don para los demás, convirtiéndose así en modelo de amor y de servicio para cada uno de nosotros.

Que María Santísima nos ayude a hacernos cargo de los problemas, de los sufrimientos y de las dificultades de nuestro prójimo, por medio de una actitud de compartir y de servicio.

 


Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Han llegado en estas últimas semanas dramáticas noticias de naufragios de barcas cargadas de migrantes en aguas del Mediterráneo. Expreso mi dolor ante estas tragedias y hago llegar a los desaparecidos y a sus familias mi recuerdo y mi oración. Dirijo un sincero llamamiento para que la comunidad internacional actúe con decisión y rapidez con el fin de evitar que tragedias similares puedan repetirse y para garantizar la seguridad y el respeto de los derechos y de la dignidad de todos.

Dirijo mi saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos. Saludo en particular a los fieles de la diócesis de Rio do Sul (Brasil), a los jóvenes de la diócesis de Sevilla (España) y a los jóvenes de la diócesis de Pelplin (Polonia), venidos desde Asís en un relevo de oración para el próximo Sínodo de los Obispos.

Saludo a los grupos parroquiales y a las asociaciones; al grupo de jóvenes de Piazzola sul Brenta, diócesis de Vicenza.

A todos os deseo un buen domingo, y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

 



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