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LA MISA MATUTINA TRANSMITIDA EN DIRECTO
DESDE LA CAPILLA DE LA CASA SANTA MARTA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

 "Jesús ruega por nosotros ante el Padre, mostrando sus llagas"

Jueves, 23 de abril de 2020

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Introducción

En muchas partes se siente uno de los efectos de esta pandemia: muchas familias necesitadas pasan hambre y, lamentablemente, el grupo de los usureros las “ayuda”. Esta es otra pandemia. La pandemia social: familias de personas que tienen un trabajo diario o, por desgracia, un trabajo en negro, que no pueden trabajar y no tienen para comer... con hijos. Y luego los usureros les quitan lo poco que tienen. Oremos. Recemos por estas familias, por los muchos niños de estas familias, por la dignidad de estas familias y recemos también por los usureros: que el Señor toque sus corazones y se conviertan.

Homilía

La primera lectura continúa la historia que comenzó con la curación del tullido en la puerta del Templo llamada la Hermosa. Los apóstoles fueron llevados ante el sanedrín, luego fueron enviados a prisión, y después un ángel los liberó. Y esa mañana, justo esa mañana, tenían que salir de la prisión para ser juzgados, pero habían sido liberados por el ángel y predicaban en el Templo (cf. Hch 5,17-25). «Entonces [el jefe de la guardia y los alguaciles] condujeron los apóstoles y los presentaron en el sanedrín» (v. 27); fueron a detenerlos en el Templo y los llevaron al sanedrín. Y allí, el sumo sacerdote les reprochó: «Os prohibimos severamente enseñar en ese nombre» (v. 28) —es decir, en el nombre de Jesús— y vosotros «habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y pretendéis hacernos culpables de la muerte de ese hombre» (v. 28). Porque los apóstoles, Pedro, sobre todo, y Juan les reprochaban a los jefes, a los sacerdotes, de haber matado a Jesús. Y entonces Pedro respondió junto con los apóstoles: “Hay que obedecer a Dios, nosotros obedecemos a Dios y vosotros sois los culpables de esto” (cf. Hch 5, 29-31). Y acusa, pero con una valentía, con una franqueza, que uno se pregunta: “Pero, ¿es éste el Pedro que negó a Jesús? ¿Ese Pedro que tenía tanto miedo, ese Pedro que también era un cobarde? ¿Cómo llegó aquí?”. Y además termina diciendo: «Nosotros somos testigos de estos hechos, como lo es el Espíritu Santo que está con nosotros, que Dios ha dado a los que le obedecen (cf. 32). ¿Cómo llegó Pedro a este punto, a este valor, a esta franqueza, a exponerse? Porque podía haber llegado a compromisos y decir a los sacerdotes: “Pero no os preocupéis, iremos, hablaremos un poco más bajo, nunca os acusaremos en público, pero vosotros nos dejáis en paz...”, y llegar a compromisos.

En la historia, la Iglesia ha tenido que hacer esto muchas veces para salvar al pueblo de Dios. Y muchas veces, también lo ha hecho para salvarse a sí misma —no la Santa Iglesia— sino los líderes. Los compromisos pueden ser buenos y pueden ser malos. Ellos podían salir mediante compromiso. Pero no, Pedro dijo: “Ningún compromiso. Vosotros sois los culpables” (cf. v.30), y con esta valentía.

¿Y cómo llegó Pedro a este punto? Porque era un hombre entusiasta, un hombre que amaba con fuerza, también un hombre temeroso, un hombre que estaba abierto a Dios hasta el punto de que Dios le revela que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, pero poco después —inmediatamente— se dejó caer en la tentación de decirle a Jesús: “No, Señor, por este camino no: vayamos por el otro”: la redención sin la Cruz. Y Jesús le dice: “Satanás” (cf. Mc 8, 31-33). Un Pedro que pasó de la tentación a la gracia, un Pedro que es capaz de arrodillarse ante Jesús y decir: “Aléjate de mí, que soy un pecador” (cf. Lc 5,8), y luego un Pedro que trata de librarse, sin ser visto, y para no terminar en la cárcel niega a Jesús (cf. Lc 22,54-62). Es un Pedro inestable, porque era muy generoso y también muy débil. ¿Cuál es el secreto, qué fuerza tuvo Pedro para llegar aquí? Hay un versículo que nos ayudará a entender esto. Antes de la Pasión, Jesús dijo a los apóstoles: «Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo» (Lc 22,31). Es el momento de la tentación: “Seréis así, como el trigo”. Y a Pedro le dijo: “yo he rogado por ti «para que tu fe no desfallezca»” (v.32).  Este es el secreto de Pedro: la oración de Jesús. Jesús reza por Pedro, para que su fe no desfallezca y pueda —dice Jesús— confirmar a sus hermanos en la fe. Jesús reza por Pedro.

Y lo que Jesús hizo con Pedro, lo hace con todos nosotros. Jesús reza por nosotros; reza ante el Padre. Estamos acostumbrados a rezar a Jesús para que nos dé esta gracia, esa otra gracia, para que nos ayude, pero no estamos acostumbrados a contemplar a Jesús que hace ver sus llagas al Padre, a Jesús, el intercesor, a Jesús que reza por nosotros. Y Pedro fue capaz de hacer todo este camino, pasar de ser cobarde a ser valiente, con el don del Espíritu Santo gracias a la oración de Jesús.

Pensemos un poco en esto. Dirijámonos a Jesús, agradeciéndole que rece por nosotros. Por cada uno de nosotros, Jesús reza. Jesús es el intercesor. Jesús quiso llevar consigo sus heridas para mostrárselas al Padre. Es el precio de nuestra salvación. Debemos tener más confianza; más que en nuestras oraciones, en la oración de Jesús. “Señor, reza por mí” — “Pero yo soy Dios, yo puedo darte...” — “Sí, pero reza por mí, porque tú eres el intercesor”. Y este es el secreto de Pedro: “Pedro, rezaré por ti «para que tu fe no desfallezca»” (Lc 22,32).

Que el Señor nos enseñe a pedirle la gracia de rezar por cada uno de nosotros.

Oración para recibir la Comunión espiritual

Las personas que no pueden recibir la comunión hacen ahora la comunión espiritual.

A tus pies me postro, ¡oh Jesús mío!, y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito, que se hunde en la nada, ante tu santa Presencia. Te adoro en el Sacramento de tu amor, la inefable Eucaristía, y deseo recibirte en la pobre morada que te ofrece mi alma. Esperando la dicha de la comunión sacramental, quiero poseerte en espíritu. Ven a mí, puesto que yo vengo a ti, ¡oh mi Jesús!, y que tu amor inflame todo mi ser en la vida y en la muerte. Creo en ti, espero en ti, te amo.

 



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