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VISITA PASTORAL A CAGLIARI

ENCUENTRO CON POBRES Y PRESOS

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Catedral de Cagliari
Domingo 22 de septiembre de 2013

 

Queridos hermanos y hermanas:

Gracias a todos por estar aquí, hoy. En vuestros rostros veo fatiga, pero veo también esperanza. Sentíos amados por el Señor, y también por tantas personas buenas, con cuyas oraciones y obras ayudan a aliviar los sufrimientos del prójimo. Yo me siento en casa, aquí. Y también espero que vosotros os sintáis en casa en esta Catedral: como se dice en América Latina, «esta casa es vuestra casa», es vuestra casa.

Aquí sentimos de modo fuerte y concreto que somos todos hermanos. Aquí el único Padre es el Padre nuestro celestial, y el único Maestro es Jesucristo. Entonces lo primero que quería compartir con vosotros es precisamente esta alegría de tener a Jesús como Maestro, como modelo de vida. Miremos hacia Él. Esto nos da mucha fuerza, mucha consolación en nuestras fragilidades, en nuestras miserias y en nuestras dificultades. Todos nosotros tenemos dificultades, todos. Todos nosotros que estamos aquí tenemos dificultades. Todos nosotros que estamos aquí —todos— tenemos miserias y todos nosotros que estamos aquí tenemos fragilidades. Nadie aquí es mejor que el otro. Todos somos iguales ante el Padre, todos.

Y mirando a Jesús nosotros vemos que Él ha elegido el camino de la humildad y del servicio. Es más, Él mismo en persona es este camino. Jesús no fue indeciso, no fue un «indiferente»: hizo una elección y la llevó adelante hasta el fondo. Eligió hacerse hombre, y como hombre hacerse siervo, hasta la muerte de cruz. Este es el camino del amor: no hay otro. Por ello vemos que la caridad no es un simple asistencialismo, y menos un asistencialismo para tranquilizar las conciencias. No, eso no es amor, eso es negocio, eso es comercio. El amor es gratuito. La caridad, el amor es una opción de vida, es un modo de ser, de vivir, es el camino de la humildad y de la solidaridad. No hay otro camino para este amor: ser humildes y solidarios. Esta palabra, solidaridad, en esta cultura del descarte —lo que no sirve, se tira— para que queden sólo los que se sienten justos, los que se sienten puros, los que se sienten limpios. Pobrecitos. Esta palabra, solidaridad, corre el riesgo de que sea suprimida del diccionario, porque es una palabra que molesta, molesta. ¿Por qué? Porque te obliga a mirar al otro y a darte al otro con amor. Es mejor suprimirla del diccionario, porque molesta. Y nosotros, no, nosotros decimos: éste es el camino, la humildad y la solidaridad. ¿Por qué? ¿Lo hemos inventado nosotros, sacerdotes? ¡No! Es de Jesús: Él lo ha dicho. Y queremos ir por este camino. La humildad de Cristo no es un moralismo, un sentimiento. La humildad de Cristo es real, es la elección de ser pequeño, de estar con los pequeños, con los excluidos, de estar entre nosotros, pecadores todos. Atención, ¡no es una ideología! Es un modo de ser y de vivir que parte del amor, parte del corazón de Dios.

Esto es lo primero, y me gusta mucho hablar de ello con vosotros. Miremos a Jesús: Él es nuestra alegría, pero también nuestra fuerza, nuestra certeza, porque es el camino seguro: humildad, solidaridad, servicio. No hay otro camino. En la imagen de Nuestra Señora de Bonaria, Cristo aparece entre los brazos de María. Ella, como buena madre, nos lo indica, nos dice que tengamos confianza en Él.

Pero no basta con mirar, hay que seguir. Y este es el segundo aspecto. Jesús no ha venido al mundo a hacer un desfile, a hacerse ver. No ha venido para esto. Jesús es el camino, y un camino sirve para caminar, para recorrerlo. Entonces yo quiero ante todo dar las gracias al Señor por vuestro empeño en seguirle, también en la fatiga, en el sufrimiento, entre los muros de una cárcel. Sigamos teniendo confianza en Él, dará a vuestro corazón esperanza y alegría. Quiero darle las gracias por todos vosotros que os dedicáis generosamente, aquí en Cágliari y en toda Cerdeña, a las obras de misericordia. Deseo alentaros a seguir por este camino, a ir adelante juntos, buscando conservar ante todo la caridad entre vosotros. Esto es muy importante. No podemos seguir a Jesús por el camino de la caridad si no nos queremos antes que nada entre nosotros, si no nos esforzamos en colaborar, en comprendernos recíprocamente y en perdonarnos, reconociendo cada uno sus propias limitaciones y sus propios errores. Debemos hacer las obras de misericordia, pero con misericordia. Con el corazón ahí. Las obras de caridad con caridad, con ternura, y siempre con humildad. ¿Sabéis? A veces se encuentra también la arrogancia en el servicio a los pobres. Estoy seguro de que vosotros lo habéis visto. Esa arrogancia en el servicio a los que necesitan de nuestro servicio. Algunos presumen, se llenan la boca con los pobres; algunos instrumentalizan a los pobres por intereses personales o del propio grupo. Lo sé, esto es humano, pero no va bien. No es de Jesús, esto. Y digo más: esto es pecado. Es pecado grave, porque es utilizar a los necesitados, a aquellos que tienen necesidad, que son la carne de Jesús, para mi vanidad. Uso a Jesús para mi vanidad, y esto es pecado grave. Sería mejor que estas personas se quedaran en casa.

Así pues: seguir a Jesús por el camino de la caridad, ir con Él a las periferias existenciales: «La caridad de Jesús es una urgencia», decía Pablo (cf. 2 Co 5, 14). Para el buen Pastor, lo que está lejos, periférico, lo que está perdido y despreciado es objeto de una atención mayor, y la Iglesia no puede sino hacer suya esta predilección y esta atención. En la Iglesia, los primeros son quienes tienen mayor necesidad, humana, espiritual, material, más necesidad.

Y siguiendo a Cristo por el camino de la caridad, nosotros sembramos esperanza. Sembrar esperanza: ésta es la tercera convicción que me gusta compartir con vosotros. La sociedad italiana hoy tiene mucha necesidad de esperanza, y Cerdeña de modo particular. Quien tiene responsabilidades políticas y civiles tiene la propia tarea, que como ciudadanos hay que sostener de modo activo. Algunos miembros de la comunidad cristiana están llamados a comprometerse en este campo de la política, que es una forma alta de caridad, como decía Pablo VI. Pero como Iglesia tenemos todos una responsabilidad fuerte que es la de sembrar la esperanza con obras de solidaridad, siempre buscando colaborar en el modo mejor con las instituciones públicas, en el respeto de las respectivas competencias. La Caritas es expresión de la comunidad, y la fuerza de la comunidad cristiana es hacer crecer la sociedad desde el interior, como la levadura. Pienso en vuestras iniciativas con los detenidos en las cárceles, pienso en el voluntariado de muchas asociaciones, en la solidaridad con las familias que sufren más a causa de la falta de trabajo. En esto os digo: ¡ánimo! No os dejéis robar la esperanza e id adelante. Que no os la roben. Al contrario: ¡sembrad esperanza! Gracias, queridos amigos. Os bendigo a todos, junto a vuestras familias. Y gracias a todos vosotros.

Después de rezar el Padre Nuestro, el Papa concluyó así:

Que el Señor os bendiga a todos: a vuestras familias, vuestros problemas, vuestras alegrías, vuestras esperanzas. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y por favor, os pido que oréis por mí: lo necesito.



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