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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DEL COMITÉ PONTIFICIO DE CIENCIAS HISTÓRICAS

Sala de los Papas
Sábado 12 de abril de 2014

 

Queridos hermanos y hermanas:

Os recibo al término de vuestra asamblea plenaria, en la que, como ha recordado el presidente, conmemoráis el sexagésimo aniversario de la institución del Comité pontificio de ciencias históricas, por parte del venerable Pío XII. Doy las gracias por los sentimientos que el padre Ardura ha expresado en nombre vuestro, y sobre todo agradezco el compromiso con el cual ponéis al servicio de la Iglesia y de la Santa Sede vuestras competencias y vuestra profesionalidad.

Sigue siendo siempre válida la célebre afirmación de Cicerón en De Oratore, parcialmente retomada por el beato Juan XXIII, tan apasionado por los estudios históricos, en el discurso de apertura del Concilio Vaticano II: Historia vero testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae. El estudio de la historia representa, en efecto, una de las sendas para la investigación apasionada de la verdad, que desde siempre inunda el alma del hombre.

En vuestros estudios y en vuestra enseñanza, os confrontáis, en especial, con las vicisitudes de la Iglesia que camina en el tiempo, con su historia gloriosa de evangelización, de esperanza, de lucha diaria, de vida entregada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 96), así como de infidelidad, de negaciones, de pecados. Vuestras investigaciones, marcadas juntamente por una auténtica pasión eclesial y por un amor sincero a la verdad, pueden ser de gran ayuda a quienes tienen la tarea de discernir lo que el Espíritu Santo quiere decir a la Iglesia de hoy.

El Comité de ciencias históricas está integrado ya desde hace largo tiempo en el diálogo y en la cooperación con instituciones culturales y centros académicos de numerosas naciones, acogido con respeto en el sector mundial de estudios históricos. En el encuentro y en la colaboración con investigadores de toda cultura y religión, vosotros podéis ofrecer una aportación específica al diálogo entre la Iglesia y el mundo contemporáneo.

Entre las iniciativas que tenéis programadas, pienso, en especial, en el congreso internacional en la conmemoración del centenario del estallido de la primera guerra mundial. En dicho congreso reflexionaréis sobre las más recientes adquisiciones de la investigación, con especial atención a las iniciativas diplomáticas de la Santa Sede durante ese trágico conflicto y la aportación dada por los católicos y por los demás cristianos al auxilio de los heridos, refugiados, huérfanos y viudas, a la búsqueda de los dispersos, así como también en la reconstrucción de un mundo desgarrado por lo que Benedicto XV definió «inútil carnicería» (Carta a los jefes de los pueblos beligerantes, 1 de agosto de 1917). Y resuena aún hoy, más actual que nunca, el dolorido llamamiento de Pío XII: «Nada se pierde con la paz. Todo puede perderse con la guerra» (Radiomensaje, 24 de agosto de 1939). Cuando volvemos a escuchar esas palabras proféticas, nos damos verdaderamente cuenta de que la historia esmagistra vitae.

Queridos amigos, os deseo un camino de estudios siempre proficuo, y os aliento a proseguir con entusiasmo en la investigación y en el servicio de la verdad. Os bendigo de corazón y os pido un recuerdo en la oración. ¡Gracias!



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