Index   Back Top Print

[ ES  - IT ]

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS JÓVENES DE LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA 

Aula Pablo VI
Sábado, 29 de octubre de 2022

[Multimedia]

___________________________________

Queridos jóvenes de Acción Católica, ¡buenos días y bienvenidos!... Al menos sabéis hacer ruido, ¡ya es algo, adelante!

Doy las gracias al presidente nacional por sus palabras.

Os digo enseguida que aprecio mucho el hecho de que os preocupáis de la parroquia. ¡También a mí me interesa! La parroquia. Hay movimientos, hay cosas que ruedan… La parroquia: la raíz está en la parroquia. Pero yo soy de otra generación. Nací y crecí en un contexto social y eclesial diferente, cuando la parroquia —con su párroco— era un punto de referencia central para la vida de la gente: la misa dominical, la catequesis, los sacramentos… La realidad socio-cultural en la que vivís vosotros ha cambiado mucho, lo sabemos; y ya desde hace tiempo —antes en otros países, después también en Italia— la misión de la Iglesia ha sido repensada, en particular la parroquia. Pero, en todo esto, permanece algo esencial: para nosotros, para mí y para vosotros, para nuestro camino de fe y de crecimiento, la experiencia parroquial fue y es importante, insustituible. Es el ambiente “normal” donde hemos aprendido a escuchar el Evangelio, a conocer al Señor Jesús, a ofrecer un servicio con gratuidad, a rezar en comunidad, a compartir proyectos e iniciativas, a sentirnos parte del pueblo santo de Dios…

Todo esto vosotros lo habéis vivido también a través de la Acción Católica, es decir, una experiencia asociativa que está, por así decir, “entrelazada” con la de la comunidad parroquial. Algunos de vosotros imagino que habéis formado parte de un grupo de chicos de la ACR; y ahí ya se aprende muchísimo sobre qué significa formar parte de una comunidad cristiana: participar, compartir, colaborar y rezar juntos…

Esto es muy importante: aprender a través de la experiencia que en la Iglesia todos somos hermanos por el Bautismo; que todos somos protagonistas y responsables; que tenemos dones diferentes y todos por el bien de la comunidad; que la vida es vocación, seguir a Jesús; que la fe es un don para donar, un don para testimoniar. Y  además: que el cristianismo se interesa de la realidad social y da su propia contribución; que nuestro lema no es “me da igual”, sino “¡me interesa!”. Estad atentos, estad atentos vosotros, que la enfermedad del desinterés en los jóvenes es más peligrosa que un cáncer. ¡Por favor, estad atentos! Hemos aprendido que la miseria humana no es un destino que le toca a algunos desafortunados, sino casi siempre el fruto de injusticias que hay que extirpar. Y así hemos aprendido estas cosas. Estas realidades de vida se aprenden a menudo en la parroquia y en la Acción Católica. ¡Cuántos jóvenes se han formado en esta escuela! Cuántos han dado su testimonio tanto en la Iglesia como en la sociedad, en las diferentes vocaciones y sobre todo como fieles laicos, que han llevado adelante como adultos y ancianos el estilo de vida madurado cuando eran jóvenes, en la parroquia.

Por tanto, queridos jóvenes, somos de generaciones diferentes, pero tenemos en común el amor por la Iglesia y la pasión por la parroquia, que es la Iglesia en medio de las casas, en medio de la gente. Y sobre la base de esta pasión quisiera compartir con vosotros algunos puntos, tratando de sintonizarme con vuestro camino y vuestro compromiso.

Ante todo, vosotros queréis contribuir a hacer crecer la Iglesia en la fraternidad. ¡Os doy las gracias! En esto estamos perfectamente sintonizados. Sí, pero ¿cómo hacerlo? En primer lugar, no asustarse si —como habéis notado— en las comunidades veis que es un poco débil la dimensión comunitaria. Es algo muy importante, pero no os asustéis, porque se trata de un dato social, que se ha agravado con la pandemia. Hoy, especialmente los jóvenes, son extremadamente diferentes respecto a hace 50 años: ya no hay ganas de hacer reuniones, debates, asambleas… Por un lado, es algo bueno, también para vosotros: ¡Acción Católica no debe ser una “Sesión” católica! ¡y la Iglesia no va adelante con las reuniones! Pero, por otro lado, el individualismo, el cerrarse en lo privado o en pequeños grupos, la tendencia a relacionarse “a distancia” contagia también a las comunidades cristianas. Si nos miramos dentro, todos estamos un poco influenciados por esta cultura egoísta. Por tanto, es necesario reaccionar, y también vosotros podéis hacerlo empezando con un trabajo sobre vosotros mismos.

Y digo un “trabajo” porque es un camino arduo y requiere constancia. La fraternidad no se improvisa y no se construye solo con emociones, eslóganes, eventos… No, la fraternidad es un trabajo que cada uno hace sobre sí junto con el Señor, con el Espíritu Santo, que crea armonía entre las diversidades. Os aconsejo releer esta parte de la exhortación Christus vivit titulada “Sendas de fraternidad”. Son pocos números: desde el 163 hasta el 167. Christus vivit, Sendas de fraternidad. Os lo pido, leedla. El punto de partida es  el salir de sí mismos para abrirse a los otros e ir a su encuentro (cf. n. 163). El Espíritu de Jesús Resucitado obra esto: nos hace salir de nosotros mismos, nos abre al encuentro. ¡Atención! No es alienación, no, es relación, en la que nos reconocemos y crecemos juntos. La realidad fundamental para nosotros es que en la Iglesia este movimiento lo vivimos en Cristo, a través de la Eucaristía: Él sale de sí y viene a nosotros para que nosotros salgamos de nosotros mismos y nos unamos a Él, y en Él nos encontremos en una comunión nueva, libre, gratuita, oblativa. La fraternidad en la Iglesia está fundada en Cristo, en su presencia en nosotros y entre nosotros. Gracias a Él nos acogemos, nos soportamos —el amor cristiano se edifica en el soportarse— y nos perdonamos. Me detengo aquí. ¡Vosotros me entendéis bien, son realidades que vivís, son vuestra, nuestra alegría!

Y aquí me detengo sobre un punto que para mí es como la enfermedad más grave en una comunidad parroquial: el chismorreo. El chismorreo que siempre se hace como instrumento para trepar, de promoción, de auto-promoción: manchar al otro para que yo vaya más adelante. Por favor, el chismorreo no es cristiano, es diabólico porque divide. Atentos, vosotros jóvenes, por favor. Dejemos esto para las solteronas… Nunca chismorrear de otro. Y si tú tienes algo contra otro, vas y se lo dices a la cara; sé hombre, sé mujer: a la cara siempre. A veces después recibirás un puño, pero has dicho la verdad, lo has dicho a la cara con caridad fraterna. Por favor, las críticas escondidas son cosas del diablo. Si queréis criticar, todos juntos, criticaros entre vosotros, pero no fuera, contra vosotros.

Y con estas cosas que he dicho se entiende en qué sentido los cristianos se convierten en “levadura” en la sociedad: si un cristiano está en Cristo, si es un hermano en el Señor, si está animado por el Espíritu, solo puede ser levadura donde vive: levadura de humanidad, porque Jesucristo es el Hombre perfecto y su Evangelio es fuerza que humaniza. Me gusta mucho una expresión que vosotros usáis: “ser amasados en este mundo”. Es el principio de encarnación, el camino de Jesús: llevar la vida nueva desde dentro, no desde fuera, no, desde dentro. Pero con una condición, que parecería obvia pero no lo es: que la levadura sea levadura, que la sal sea sal, que la luz sea luz. Pero si la levadura es otra cosa, no funciona; si la sal es otra cosa, no funciona; si la luz es oscuridad, no funciona. De otra manera, si, estando en el mundo, nos mundanizamos, perdemos la novedad de Cristo y no tenemos nada más que decir o que dar. Y aquí va bien la otra expresión que me ha conmovido: “ser jóvenes creyentes responsables creíbles”. Es lo que dice Jesús cuando, por un lado, afirma: «Vosotros sois la sal de la tierra», y después en seguida advierte: ¡atención con no perder el sabor! (cf. Mt  5,13). “Este, de chico, de chica, era uno bueno, una buena, de Acción Católica, iba adelante, en todas partes... Ahora es un tibio, una tibia, es uno que no se hace sentir, una persona espiritualmente aburrida, que no tiene fuerzas para llevar adelante el Evangelio”. Estad atentos: ¡que la sal permanezca sal, que la levadura permanezca levadura, que la luz permanezca luz!

Jóvenes creyentes, responsables y creíbles: esto os deseo yo. Podría esta convertirse también en una fórmula, una “expresión”. Pero no es así, porque estas palabras se encarnan en los santos, ¡en los jóvenes santos! La Madre Iglesia nos propone muchos, pensemos —limitándonos solo a algunos italianos— en Francisco y Clara de Asís, Rosa de Viterbo, Gabriel de la Dolorosa, Domingo Savio, Gemma Galgani, María Goretti, Pedro Jorge Frassati, Clara Badano, Carlo Acutis. Ellos nos enseñan qué quiere decir ser levadura, estar en el mundo, no ser del mundo. Pedro Jorge Frassati fue un miembro activo y entusiasta de Acción Católica Italiana, en particular de la FUCI, y demuestra cómo se puede ser jóvenes creyentes responsables creíbles, creyentes felices, sonrientes. Ay de los jóvenes con cara de funeral: han perdido todo.

Queridos amigos y amigas, habría muchas cosas que podríamos compartir sobre la vida en la parroquia y sobre el testimonio en la sociedad. Pero no tenemos tiempo —¡ni tenemos la paciencia para seguir hablando! —. Quisiera añadir solo una sugerencia, que me viene también del hecho que octubre es el mes del Rosario: aprended de la Virgen María a custodiar y meditar en vuestro corazón la vida de Jesús, los misterios de Jesús. Reflejaos cada día en los eventos gozosos, luminosos, dolorosos, gloriosos de su vida, y estos os permitirán vivir lo ordinario de forma extraordinaria, es decir, con la novedad del Espíritu, con la novedad del Evangelio.

¡Gracias por haber venido y gracias por vuestro testimonio! Id adelante con alegría y valentía. De corazón os bendigo a vosotros y a todos los jóvenes de Acción Católica. ¡Buen camino en vuestras parroquias y amasados como levadura en el mundo! Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Gracias!



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana