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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA PEREGRINACIÓN PROMOVIDA POR LA
CONFERENCIA EPISCOPAL DE ESCANDINAVIA

Aula Pablo VI
Lunes, 3 de febrero de 2025

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Eminencia,
queridos hermanos obispos,  
¡queridos amigos!

Me alegra saludarlos a todos ustedes, procedentes de Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia e Islandia, con ocasión de su peregrinación a Roma, organizada por la Conferencia Episcopal Nórdica.

Rezo para que, a través de esta experiencia de caminar juntos como hermanos y hermanas en Cristo, sus corazones de fortalezcan en la fe, la esperanza y en el amor, porque estos son tres elementos esenciales de la vida cristiana, tres formas en las que el Espíritu Santo nos guía en nuestro camino, en nuestra peregrinación, porque somos peregrinos (cf. Catequesis, 24 de abril de 2024).

El lema de este Jubileo, como bien saben, es «Peregrinos de esperanza». Por ello, rezo para que su esperanza se vea fortalecida durante estos días. Seguramente ya son conscientes de los signos de esperanza presentes en sus países de origen, porque la Iglesia en sus tierras, aunque pequeña, crece en número. Siempre está creciendo. Podemos dar gracias a Dios Todopoderoso, porque las semillas de la fe, plantadas y regadas allí por generaciones de pastores y personas perseverantes, están dando fruto. Esto tampoco debería sorprendernos, pues ¡el Señor siempre es fiel a sus promesas!

Al visitar los diversos lugares santos de la Ciudad Eterna, especialmente las tumbas de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, también rezo para que su fe en el Señor Jesús y su conciencia de pertenecer a Él y unos a otros en la comunión de la Iglesia, se alimenten y profundicen. De este modo, con sus mentes y corazones más plenamente sintonizados con la gracia transformadora de Cristo, podrán regresar a sus países llenos del alegre entusiasmo de compartir el gran don que han recibido, porque, como dice San Pablo, hemos sido creados en Cristo a fin de realizar buenas obras (cf. Ef 2,8-10).

De hecho, no hay mayor «obra» que transmitir a los demás el mensaje de salvación del Evangelio, y estamos llamados a hacerlo sobre todo por los marginados. Piensen, por ejemplo, en los que están solos y aislados -hay tanta gente aislada, sola- en el corazón y las periferias de sus comunidades y en los territorios más remotos. Además, esta tarea está encomendada a cada uno de ustedes, sea cual sea su edad, estado de vida o capacidad. Incluso aquellos entre ustedes que son ancianos, están enfermos o tienen algún tipo de dificultad tienen la noble vocación de dar testimonio del amor compasivo del Padre.

Al regresar a casa, entonces, recuerden que la peregrinación no termina, sino que cambia su enfoque hacia el camino diario del discipulado y la llamada a perseverar en la tarea de la evangelización. A este respecto, quisiera animar a sus vibrantes comunidades católicas a cooperar con sus otros hermanos y hermanas cristianos, pues en estos tiempos difíciles, marcados por la guerra en Europa y en todo el mundo, nuestra familia humana tiene gran necesidad de un testimonio unido de la reconciliación, la curación y la paz que sólo pueden venir de Dios.

Asimismo, en sus contextos multiculturales, ustedes están llamados a dialogar y a trabajar juntos con quienes pertenecen a otras religiones, muchos de ellos migrantes, a los que tan bien han acogido en sus sociedades. De hecho, recuerdo haberlo comprobado de primera mano durante mi visita a Suecia en 2016. Y para nosotros, los países latinoamericanos, en tiempos de dictaduras -Brasil, Uruguay, Chile, Argentina-: nuestros hermanos y hermanas que huían de las dictaduras fueron allí. ¡Sigan siendo faros de acogida y solidaridad fraterna!

Por último, una palabra a los peregrinos más jóvenes entre ustedes. En el marco de los actos de este año, el 27 de abril celebramos la canonización de beato Carlo Acutis. Este joven de nuestro tiempo y para nuestro tiempo, les muestra a ustedes, y a todos nosotros, cuán posible es en el mundo de hoy que los jóvenes sigan a Jesús, compartan sus enseñanzas con los demás y encuentren así la plenitud de la vida en la alegría, la libertad y la santidad. Así que permítanme repetirles, y por favor compartan con sus jóvenes amigos de vuelta a casa, estas palabras del Papa: «El Espíritu Santo los empuje [...]. La Iglesia necesita su entusiasmo, sus intuiciones, su fe. ¡Nos hacen falta!» (Exhort. Ap. Christus vivit, 299).

Queridos amigos, con estas breves reflexiones les deseo lo mejor para su peregrinación y para su vida, y los encomiendo a la intercesión de María, Madre de la Iglesia. Los bendigo de corazón. Y por favor, no se olviden de rezar por mí.  
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Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 3 de febrero de 2025



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