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VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS CATEQUISTAS EN LA ENTREGA
DEL PREMIO INTERNACIONAL DE LA PAZ «JUAN XXIII»


Kumasi, Ghana
Viernes 9 de mayo de 1980

 

¡Paz a cuantos estáis aquí!

¡Paz a África y al mundo!

Queridos amigos:

Con gran placer acojo y apruebo la propuesta de la Fundación del Premio internacional de la Paz Juan XXIII, de hacer honor a los seis catequistas aquí presentes, elegidos para recibir el Premio internacional de la Paz Juan XXIII.

Esta concesión está unida a la figura de Juan XXIII. En su Encíclica Pacem in terris explicó con amplios rasgos los principios sobre los que debe asentarse el orden pacífico de relaciones: "se apoye en la verdad, se rija por la justicia, se consolide con la caridad mutua y esté afianzada habitualmente por la libertad" (núm. 149). Con el ejemplo de su vida hizo ver que la paz debe ser siempre la preocupación primaria de los seres humanos, sea cual fuere su función o condición social. Al establecer un Premio de la Paz, deseó alentar toda empresa , que se proponga fomentar relaciones fraternas entre individuos y entre pueblos.

De acuerdo con la intención de su fundador, el objetivo al conceder este premio es dar solemne reconocimiento de los méritos de personas o instituciones que han contribuido notablemente a la paz sobre la tierra. Después de la madre Teresa de Calcuta y de la Organización educativa, científica y cultural de las Naciones Unidas (UNESCO), la Fundación propone ahora para el premio a seis personas que representan a un grupo de miles y miles de siervos fieles que difunden de hecho el ideal de la paz. Son los catequistas de África.

Elegidos entre el pueblo, los catequistas de África han trabajado incesantemente por su pueblo. Al aceptar sacrificios duros en su propia persona, han entregado sin reservas lo mejor de sí mismos a sus hermanos y hermanas. Creyentes fieles de las enseñanzas de Cristo, han sido instrumentos que han ayudado a sus compañeros africanos a reverenciar a Dios, Padre de todos; a respetar la dignidad de cada persona; a amar a los seres humanos compañeros suyos; y a difundir la reconciliación y el perdón. Viajeros incansables muchas veces y siempre servidores fieles de la comunidad local, han contribuido a derribar barreras de separación y a atender a sus hermanos y hermanas necesitados. En circunstancias particularmente difíciles, algunos catequistas han padecido injurias físicas o morales, y han tenido que sufrir para dar testimonio de la libertad religiosa y defenderla. Así han demostrado con la propia vida que la relación del hombre con Dios y la libertad de profesar esta relación públicamente, están en el fundamento auténtico de la paz. Sí, los catequistas de África han sido de verdad y siguen siéndolo heraldos de paz.

Confiando en que esta motivación será admirada por todos los hombres y mujeres de buena voluntad, en África y en el mundo entero, en este día 9 de mayo de 1980, en la ciudad de Kumasi de la nación de Ghana, yo, Juan Pablo II, confiero a los catequistas aquí presentes el honor del Premio internacional de la Paz Juan XXIII, para gloria del Padre celestial, de quien procede todo bien (cf. Sant 1, 17), en recuerdo de mi predecesor Juan XXIII y para estímulo de todos, especialmente de la juventud de África, a fin de que perseveren en los caminos de la paz.

¡La paz del Señor sea siempre con vosotros!

 



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