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VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA

ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE ALTO VOLTA

Sábado 10 de mayo de 1980

 

Queridos hermanos en el Episcopado:

1. A medida que avanza este viaje por vuestra tierra africana, no me canso de repetir mi alegría al encontrarme, lástima que sea tan rápidamente, con estos hombres y mujeres que forman la Iglesia en vuestros países, el Reino de Dios que se implanta y que crece en medio de vosotros.

Esta alegría se hace aún mayor cuando me encuentro con los obispos, los jefes espirituales del nuevo pueblo, mis hermanos en el Episcopado. Y, como he dicho, me siento particularmente gozoso de visitar al querido cardenal Zoungrana, el primer cardenal africano que vino a verme a Cracovia. Apenas tenemos tiempo, queridos hermanos, de evocar algunos pensamientos que unos y otros llevamos dentro.

2. El primero es nuestra unidad en la colegialidad. Vosotros la vivís entre vosotros; nosotros la vivimos juntos, uniendo la Iglesia que está en Alto Volta a la vida y a las preocupaciones evangélicas de la Iglesia universal. La colegialidad es un elemento estructural de la Iglesia, un modo de gobierno del Episcopado, al que nuestra época, siguiendo en esto una importante enseñanza del Concilio Vaticano II concede un legítimo y particular relieve. El hecho de llevarla a la práctica —día a día lo experimentáis ciertamente—, es un gran apoyo para vuestra acción pastoral y también una esperanza para el aumento de su eficacia. Pero nuestra colaboración episcopal hemos de fundamentarla, sobre todo, en razones espirituales, teológicas, por ser la persona del Señor la fuente de nuestro ministerio.

Os animo, pues a seguir trabajando para fundar verdaderamente en Cristo vuestra unidad y la de vuestro presbiterio. En este último siempre hay diversidad; procurad que esta diversidad sea fuente de enriquecimiento mutuo, no de división o de rivalidad. Y para ello, habéis de permanecer vosotros mismos muy cerca de vuestros sacerdotes, muy presentes en su vida tan difícil. Vuestras palabras y vuestros ejemplos han de orientar cada vez más hacia el servicio del Pueblo de Dios los espíritus y las voluntades de quienes generosamente se han entregado a esta misión.

Vuestras diócesis también son diversas, dotadas de distintas fuerzas apostólicas: habéis de conjuntaros para hacer frente a las tareas comunes y a los sectores menos dotados. Este espíritu de solidaridad. debe extenderse también fuera de vuestras fronteras, sobretodo en el marco de la Conferencia Episcopal regional del África Occidental, cuya presidencia asume Vuestra Eminencia, e incluso en el marco del S.C.E.A.M.. para todo el África y Madagascar. Tenéis que llegar a ser vuestros propios misioneros.

3. Esto me lleva a haceros partícipes de dos preocupaciones primordiales paya la evangelización y para el fervor cristiano de vuestra Iglesia en Alto Volta. Quiero hablar de vuestra preocupación por las vocaciones y también de una pastoral que se apoye en el sentido típicamente africano de la familia.

Además de los "misioneros", cuyo servicio sin igual todo el mundo reconoce como precioso testimonio de la Iglesia Universal, tenéis la alegría de contar con 'numerosos sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y catequistas, hijos de Alto Volta. La misión de la Iglesia exigiría aún más. Una parte importante de vuestro ministerio es ocuparos de despertar y cultivar vocaciones sacerdotales y religiosas, con una formación sólida, bien contrastada en la Iglesia, y bien inserta en la realidad africana. Jamás debemos cansarnos de explicar el sentido profundo de esta vocación en el designio de Dios. Ofrecerse a seguir a Cristo con toda disponibilidad, al servicio exclusivo de su Reino, consagrarle sus fuerzas y su amor en el celibato, es una gracia que no puede faltar a la Iglesia de hoy, ni por tanto a las Iglesias de África.

Estos sacerdotes o religiosos ayudarán a los cristianos a crecer en la conciencia personal de su propia vocación. Entre ellos, los catequistas, a quienes quiero animar por medio de vosotros, dan un magnifico ejemplo de vocación laica cristiana puesta al servicio de la misión de la Iglesia. Pablo VI tuvo interés en condecorar, hace cinco años, al primer catequista de Alto Volta precursor de la fe en vuestro país. el centenario Simón Zerbo.

4. Hace varios años que venís realizando, de cara a esta misión, un esfuerzo pastoral que tiende a manifestar que la Iglesia es verdaderamente la familia de Dios, en la que cada uno tiene su puesto, cada uno es comprendido y amado. De esta manera, lo espero con vosotros, vuestras comunidades cristianas se beneficiarán de un elemento profundo de estructuración, que constituirá también un testimonio concreto del Evangelio, e incluso un llamamiento para los no cristianos. En esta concepción de la familia queda así evidenciado el lazo entre una realidad fundamental. y la revelación evangélica y uno de los valores morales característicos de la civilización de vuestro pueblo.

5. Habría otras muchas cuestiones. Hace un momento he abordado la gravísima sequía en Sahel, que debe suscitar una solidaridad más real, mejor coordinada y más perseverante en el mundo entero. Pienso igualmente en el hecho de que muchos de vuestros compatriotas abrazan el Islam. Las dos principales comunidades religiosas, católica y musulmana, deben continuar, pues, sus esfuerzos por estimarse mutuamente, respetando por ambas partes la libertad religiosa bien comprendida, y deben también colaborar cuando se trata de afrontar las necesidades humanas de la población y el bien común.

6. Unido a vosotros, queridos hermanos, me siento lleno de esperanza, a pesar de las dificultades, y conozco vuestra profunda adhesión a la Santa Sede y a la Iglesia universal. El Señor no nos prometió una vida y un ministerio libres de pruebas. Nos aseguró únicamente que El había vencido a las fuerzas del mal que actúan en el hombre. Debemos por eso tener siempre presentes en el espíritu sus palabras pronunciadas después de su resurrección al enviar a la misión: "No temáis... estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". ¿Cómo podría yo expresaros mejor mi exhortación? Los esfuerzos que continuamente prodigáis al servicio del Señor darán sus frutos. Que el Señor os bendiga a cada uno de vosotros, y a cuantos lleváis en el corazón: sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles, todas y cada una de vuestras diócesis.

 



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